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Miércoles, 17 de agosto de 2011
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Victoria Galardi, Verónica Llinás y la película Cerro Bayo

“Cuando en una familia dicen que está todo bien, no lo creo”

La directora y la actriz señalan que, en el film que se estrena mañana, se plantea una trama familiar donde se despliegan temas siempre complejos, como el dinero, el prestigio en un pueblo y la herencia, entre otros.

Por Oscar Ranzani
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Galardi dirige por primera vez en soledad. Llinás es una de las protagonistas del film.

Mucho tiempo antes del desastre que ocasionó la erupción del volcán Puyehue en el sur argentino, la cineasta Victoria Galardi filmó su ópera prima solista en Villa La Angostura. Allí, donde el pueblo mismo tuvo que salir a limpiar las cenizas que terminaron llegando a Buenos Aires, Galardi se encontró con otro panorama: el que conocen los turistas. Nacida cerca de esa región patagónica, Galardi pudo registrar esos maravillosos paisajes. Pero como Cerro Bayo –que se estrena mañana– no es un documental, la realizadora confronta esa belleza característica del lugar con la historia de una familia cuyos miembros sacan a relucir sus costados más oscuros y sus miserias. En Cerro Bayo, la cineasta trabajó sola detrás de cámara; su primer largometraje, Amorosa soledad, lo había dirigido junto a Martín Carranza. Los dos films participaron en distintas ediciones de Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Y el nuevo film de Galardi obtuvo este año el Premio TVE Otra Mirada, que otorga la Televisión Española en el certamen donostiarra. El galardón se fija en el cine “que trata temas cercanos al mundo de las mujeres y sus problemas”. Pero es la propia directora la que aclara que no se propuso hacer una película sobre mujeres ni tratar una temática femenina, sino que planteó “una historia de familia donde las mujeres tienen unos personajes más fuertes y más importantes que el resto”, según comenta en la entrevista con Página/12, en la que también participa Verónica Llinás, una de las protagonistas de Cerro Bayo.

Uno de los tópicos de Cerro Bayo es la relación que cada integrante de una familia establece con el dinero. Al parecer, la anciana Juana ganó dinero en el casino. Pero su vida es un tormento, y decide suicidarse, dejando fluir el gas en su casa. Pero Juana no muere, sino que queda en estado de coma. Su hija Marta (Adriana Barraza) sufre desesperadamente ante el accidente y le avisa inmediatamente a su hermana Mercedes, que decide trasladarse desde Buenos Aires. Pero aquello que, en principio, parecía un signo de solidaridad, Mercedes lo convierte en interés. Como anda con problemas económicos, prioriza la búsqueda del dinero que su madre ganó en el casino y que nadie sabe dónde quedó escondido. Pero no sólo Mercedes está interesada en la plata, sino también el marido de Marta y su hijo Lucas (Nahuel Pérez Biscayart). Sólo se salva de la ambición económica Inés, la hija más chica de Marta, que piensa en otro tipo de ambición: ser la reina del pueblo en un concurso de belleza.

Llinás comenta que, en realidad, Cerro Bayo “abarca muchas cosas” y no sólo el dinero. Para justificarlo, comenta que en la película “es como si se abriera una incisión, una ventana en la vida de una familia en un determinado momento. Y el film se asoma a esa situación en ese preciso momento en que está ocurriendo esa casi muerte de la abuela, con toda la complejidad que tienen las vidas de las personas: el problema de las herencias, la cuestión del dinero, el estado de cada uno, cómo está con su vida, consigo mismo, la relación con los demás, los grandes silencios, los grandes dolores”. Para la actriz “está en primer plano la cuestión del dinero, pero de todos modos subyacen todas estas otras cosas y las inseguridades, lo que es estar en un pueblo, conocerse demasiado con todos los demás, el qué dirán. Se pinta un mundo con toda su complejidad y eso es lo que me interesó del guión cuando lo leí”, agrega Llinás. Galardi completa la idea de la actriz al señalar que, ante la muerte de un familiar, “puede aparecer esta cosa de lo complejo de las herencias y la repartija dentro de una familia, donde surge el lado oscuro de las personas”. La directora subraya que buscó que en su película “eso se diera cuando aún no había muerto la abuela, que aun estando en coma con la posibilidad de que volviera, la gente empieza a hablar de con qué se queda cada uno”.

–Teniendo en cuenta que el sistema impone al dinero como un valor social, ¿de qué modo se traduce esto en el micromundo de Cerro Bayo?

Victoria Galardi: –Siempre el dinero da poder y dentro de un pueblo los ricos se ven muy fácil. Es fácil saber quiénes son los pudientes. Así como en una ciudad puede haber un montón de gente rica y uno no la reconoce, en el pueblo es fácilmente reconocible, y eso da un cierto poder y prestigio. Uno de los personajes de la película dice que tiene una joven canadiense de intercambio en la casa; eso en el interior se acostumbra mucho. En el caso del personaje de Inés, en su concurso busca ser la más bella; eso, si se logra, también da poder por encima del resto de las chicas: ser la reina significa ser la más linda del pueblo.

Verónica Llinás: –Además, Villa La Angostura, salvo en este momento que está viviendo una tragedia, es un lugar de gente pudiente. Victoria vivió ahí y se crió en ese lugar y no es casual que todos los personajes de la película hablen de dinero, porque justamente es un lugar donde la gente tiene más plata y donde se habla más de plata.

–¿Es una noción de familia disfuncional la que plantea la película?

V. G.: –Siento que últimamente se bastardeó el término “familia disfuncional”. Se dice: “Otra típica película sobre una familia disfuncional”. Todas las familias son disfuncionales. Cuando los miembros de una familia me dicen que está todo bien, yo no lo creo. Yo me siento en la mesa de gente que conozco y lo que pasa por detrás es mucho peor que lo que sucede en la película. Uno siempre cumple roles en la familia y cada uno se va acomodando al que le fue tocando. “Siéntate en una mesa familiar y encontrarás un conflicto para una película.” Cuando pienso historias de películas siento que termino siempre en la familia, el desamor, la vida, la muerte. Son los temas que todavía no puedo resolver. No puedo salir de ahí: por qué morimos, por qué hay que morir, qué pasa después, por qué la gente se deja de querer. En la película está puesto el dinero como temática, pero tampoco es el tema de la película. Es toda la problemática familiar de los seres humanos.

V. Ll.: –Lo que se muestra tiene la complejidad de la vida. Nunca es una sola cosa. Está todo muy poblado de conflictos, de miedos, de cosas que no se resolvieron, otras que sí. En definitiva, es el mundo. Pero no veo una familia disfuncional.

–¿Cuánto refleja esta historia sobre el modo de vida de las pequeñas ciudades del sur patagónico?

V. G.: –Mucho. No es cualquier lugar del interior. Es un lugar que vive específicamente del turismo, es decir, pendiente del clima, porque es un factor económico. Hasta diría que no hay cuatro estaciones, sino dos: la temporada baja y la alta. Y están ligadas a lo económico. Y en esta historia el contexto es un personaje más. No es cualquier historia de pueblo chico. Además, los personajes tienen determinados conflictos que son de gente de ese pueblo. Nahuel Pérez Biscayart encarna a un instructor de snowboard que no funcionaría en una historia en Salta. La película tiene mucho de localista.

–Aunque los temas son universales...

V. G.: –Exacto, son universales, pero tienen la identidad de un lugar que vive del turismo. Son conversaciones que yo escuché desde mi infancia.

–¿Y el personaje de Verónica es el más materialista?

V. Ll.: –Sí, es lo primero que salta a la vista. Tiene una desesperación concreta por el dinero. No sería la más materialista si tuviera la plata, pero lo que pasa es que tiene la necesidad. También el hecho de que sea jugadora permite entender que se haya armado una vida en relación al dinero. Pienso que, en realidad, esa desesperación por el dinero esconde otros dolores más densos y más profundos, que tienen que ver con la relación con su madre, con una desvalorización que sufrió toda su vida. Eso está sutilmente sugerido. Nunca se le armó una vida satisfactoria. Entonces es la más desesperada, si bien cada uno tiene su propia desesperación.

–Por eso se puede entender que esté más preocupada por el dinero que por su madre...

V. Ll.: –El amor por su madre es un enorme dolor, un agujero negro que tiene esta mujer en el alma. Si esta mujer ha sido desvalorizada por la madre, tiene en el medio de su ser un agujero negro. Lo que pasa es que sobre eso ya no puede hacer nada.

–¿Mercedes es la contracara de Marta?

V. G.: –Mercedes es una persona más práctica. Es alguien que se puede sentar a decir: “Se va a morir tarde o temprano. ¿Qué vamos a hacer? ¿Quién se va a quedar con qué?”. Es la persona analizada. Probablemente por eso tiene unas herramientas o un vocabulario que para Marta es como estar hablándole de otro mundo. Marta es una gran negadora, cree que la madre va a poder volver, no va a dar nada por perdido. Y si la tiene que cuidar dos años, lo va a hacer. Hablando mal y pronto se ha hecho la boluda un montón de veces.

–Si bien la película muestra las diferencias conceptuales frente a la vida que tienen Marta y Mercedes, ¿en qué se parecen estas dos hermanas?

V. G.: –Las dos son bastante manejadoras a su modo. Desde el llanto, Marta maneja bastante bien las decisiones de su familia. Y Mercedes también, al llevar adelante lo que quiere de otra manera. En lo que se acercan es en la parte buena que tienen, que la tiene todo el mundo. Y lo interesante de la película es que los personajes tengan las dos cosas. Como es en la vida cuando uno se sienta a charlar con alguien y dice: “Qué divina es”. Y es una hija de puta o ha hecho cosas tremendas con otras personas. Uno sabe que eso está, que existe, pero el otro no lo está mostrando. Y las dos son seres contradictorios.

V. Ll.: –Hay algo de egoísmo en ambas. Yo me imagino también que Marta siempre ocupó el rol de la preferida de la madre y no fue muy benevolente con su hermana en ese sentido.

V. G.: –En lo que más se parecen es en que las dos desean que las quieran. Como todo el mundo. Marta hace un montón de cosas para ser la querida y la buena.

V. Ll.: –También es de esas personas que extorsionan con su sufrimiento.

–¿Especula con el dolor?

V. Ll.: –Sí, especula con ser alguien muy sensible. Hay algo de manejo también en eso, sólo que tiene formas distintas.

–Y tiene una máscara...

V. Ll.: –No sé si es máscara, en el sentido de decir: “Muestro esto pero, en realidad, yo soy tal otra”. No creo que ella tenga conciencia de esa máscara. Es como un manejo más inconsciente que otra cosa. Pero no les veo demasiadas similitudes, porque lo que hizo la película es mostrar dos personas, de alguna manera, opuestas.

–¿Cómo fue el trabajo de composición de los personajes?

V. Ll.: –En mi caso, tuve mucha conciencia de la desesperación de esta mujer, de su dolor por un hombre que no le correspondió en la medida en que ella necesitaba y por una madre que no la quiso todo lo que ella deseaba. Siempre tuve muy presente esa situación de ella, más que otra cosa. Por supuesto que una como actriz quiere que a su personaje lo quieran, por más que esté haciendo la peor asesina hija de puta.

V. G.: –Yo, además, no puedo escribir un personaje al que no quiero. Uno siempre tiene que tener un contacto o una afinidad con un personaje.

–El director o la directora pueden querer un personaje. ¿Y la actriz?

V. Ll.: –Si un actor o una actriz no quiere a su personaje no lo tiene que hacer.

–¿Y lo puede juzgar también?

V. Ll.: –No, porque si no su actuación va a ser reduccionista.

V. G.: –El actor no debe juzgar, sino entender que el personaje no piensa como él y no se maneja como él en la vida.

V. Ll: –Además de todo, debe tratar de pensar como el personaje. Lo ideal sería que uno se convirtiera en el personaje, pero eso no se puede. Entonces la manera de ir hacia él es entender cada uno de los motivos y de las razones profundas que lo llevaron a hacer lo que está haciendo. Esa profunda comprensión es la esencia del amor.

–¿Y es identificación también?

V. Ll.: –Y sí, porque todos tenemos una Marta y una Mercedes en algún lugar. Entonces, ahí uno empieza a descubrir qué cosas de ese personaje tiene uno o al revés: qué cosas le pueden ir a ese personaje. Entonces, se va amalgamando eso para poder transmitir a un ser vivo.

–¿Cerro Bayo busca también reírse de situaciones trágicas para que sean más digeribles?

V. G.: –Así es. Siempre en situaciones muy dramáticas uno intenta alivianarlas con el humor. Por lo menos, yo intento que eso nunca se me escape en la vida. Si estoy pasando una situación muy desagradable o estoy inmersa en algo que me da mucha bronca pienso “en dos horas me voy a poder reír de esto que me está pasando”. Después, a las dos horas, estás contándole la anécdota a un amigo y te empezás a reír. Cuando en la película aparece algo de eso descomprime un poco.

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