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Jueves, 27 de abril de 2006
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FERIA GARGARELLA Y SUS “APUNTES SOBRE DERECHO Y PROTESTA”

“Voy en un camino distinto al de la Justicia dominante”

El abogado y sociólogo escribió una “Carta abierta sobre la intolerancia”.

Por Karina Micheletto
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Gargarella estuvo en la Feria en una entrevista pública conducida por Mario Wainfeld.

Arriba y abajo de los taxis, en la Argentina circulan presupuestos alrededor de la protesta social que confirman al sentido común como el menos común de los sentidos. Los más suaves de estos presupuestos tienen que ver, por ejemplo, con una frase hecha: “Mis derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás”, repetida por comunicadores de distinto pelaje. Y retomada sin mayor análisis, según revela el trabajo de Roberto Gargarella, por jueces cuyos fallos recaen sobre los que protestan. En su libro Carta abierta sobre la intolerancia. Apuntes sobre derecho y protesta, editado por Siglo XXI, Gargarella rastrea las respuestas que ha dado la Justicia a las distintas formas de protesta. Durante su presentación en la Feria del Libro, el martes pasado, se propuso una entrevista pública al autor guiada por el periodista Mario Wainfeld.

Roberto Gargarella es abogado, sociólogo y docente, autor de varios trabajos sobre el tema. El punto de partida de este libro es una conferencia que dio el autor el año pasado, y al final se incluyen las participaciones de Emilio de Ipola, Isidoro Cheresky, Facundo Suárez Lastra, Alicia Azubel, Claudia Hilb, Ruth Andrada y María José Lubertino, además de una bibliografía básica sobre la protesta social y las formas de pensarla. Con un lenguaje llano que evita tecnicismos, Gargarella analiza los fundamentos de los fallos sobre casos de protesta, y el modo en que los prejuicios de clase, religiosos o políticos guían –explícita o implícitamente– las decisiones de los jueces.

“Por fortuna o no, en los últimos tiempos ha habido muchas decisiones judiciales sobre el tema de la protesta, muchas de ellas coincidentes en sus fundamentos”, anuncia el autor. “Como línea general, uno encuentra una gran debilidad en las argumentaciones judiciales dominantes, lo cual resulta muy preocupante. No porque sea obvio cómo es que deben resolverse los casos que involucran cuestiones de protesta social, sino por la notoria pobreza que se observa en este terreno, por la cantidad de reflexiones y discusiones que se echan en falta. Uno se encuentra, de modo habitual, con aproximaciones más bien simplistas y dogmáticas sobre cuestiones que implican, finalmente, que algunas personas queden presas, que otras queden en libertad, que algunos sean sancionados y otros absueltos”, advierte. Gargarella presenta los distintos argumentos judiciales y prueba su eficacia. Y desde el vamos plantea que sus reflexiones irán “en una dirección diferente a la que hoy se percibe como dominante dentro de la Justicia”.

En la entrevista pública planteada en la presentación se profundizaron algunos ejes del libro. Entre otros, el modo en que el discurso mediático “epidérmico y excitado”, según la definición de Wainfeld, incide en la opinión pública y, finalmente, en los fallos. El caso de la Legislatura sirvió de ejemplo: “Pocos conflictos fueron tan mal resueltos como el de la Legislatura”, evaluó Gargarella. “Lo increíble no es que gente muy enojada haga cosas brutales. Lo increíble no es que el poder público responda con el mismo nivel de brutalidad. De esta forma, queda a la vanguardia de la hostilidad: en lugar de responder con conciliación, responde golpe con golpe”.

Frente a un tema complejo y polémico, Wainfeld eligió preguntas provocadoras: “¿Cuántas cosas pueden hacer pocas personas respecto de los derechos de los demás?”, por ejemplo. “Pienso en el último paro de subtes: un grupo de trabajadores del subte interrumpió el servicio de toda la ciudad para pedir un pronto despacho. No estaban exigiendo reconocimientos sindicales: pedían que se agilizara un fallo”. Para Gargarella, la forma en que el poder público respondió a este conflicto fue, otra vez, “golpe con golpe”: “Lo que se hace es calentar más una olla a presión que en la Argentina siempre está a punto de estallar”, analizó.

El concepto de “orden” mereció un análisis especial. “Desde el espacio progresista hay quienes intentan reivindicar la idea del orden justificando que es un concepto que no se debe dejar a la derecha. Mucha gente a la que respeto, como Ricardo Gil Lavedra, tiene esta postura”, explicó Gargarella. “Pero la idea de orden sigue siendo reaccionaria. A un progresista le debe interesar, en todo caso, el orden justo. La calma, en un contexto de injusticia, en una situación de violación sistemática de derechos, es inaceptable.”

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