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Miércoles, 7 de noviembre de 2012
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CINE EN TV Cuatro notables documentales en Primer Plano I.Sat

Riesgos, plástico y delfines

En The White Diamond, que abre el ciclo, Werner Herzog registra un imposible vuelo en dirigible casero sobre la jungla. Los otros films presentados por el escritor Alan Pauls son Man on Wire, The Cove y Plastic Planet.

Por Horacio Bernades
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En The White Diamond, Herzog lleva un dirigible experimental a la selva virgen.

Dos ecodocumentales y dos locodocumentales recientes programa, desde hoy y todos los miércoles de noviembre, el ciclo Primer Plano del canal de cable I.Sat, que desde hace años presenta y conduce el crítico y escritor Alan Pauls. Los ecodocumentales son The Cove y Plastic Planet. Ganadora del Oscar dos años atrás, la primera de ellas registra la captura y matanza de delfines que se lleva a cabo en una recóndita ensenada japonesa, ante la vista gorda de las autoridades. En Plastic Planet, el austríaco Werner Boote pone en imágenes su investigación de diez años sobre la industria del plástico, probando la peligrosidad de su uso y abuso, no sólo para el ecosistema sino para la salud de los seres humanos. Uno de ambos locodocumentales es Man on Wire (ganadora del Oscar 2009 al Mejor Documental), sobre el osado escalador francés que en los años ’70, cuando era apenas un veinteañero, recorrió a través de un cable suspendido el camino de una a otra de las Torres Gemelas, cuando todavía existían. El otro locodocumental es The White Diamond, donde el inefable Werner Herzog registra un imposible vuelo en dirigible casero sobre la jungla, en plena Guyana.

El ciclo comienza con el que es sin duda su plato más fuerte. Más allá de alguna proyección en la Sala Lugones, The White Diamond (2004) no conoció hasta el momento exhibiciones oficiales en la Argentina. El protagonista es uno de esos soñadores quiméricos que son la flor y nata de la poética herzoguiana. Se trata de Graham Dorrington, un compuestísimo ingeniero aeronáutico inglés, que basta que se ponga a describir su proyecto, en la escena de presentación, para dejar claro que detrás de su muy británica compostura palpita un Quijote, armándose para combatir molinos de viento (a propósito, ¿para cuándo la versión Herzog del Quijote?). Los molinos de viento de Graham Dorrington son el viento mismo: el hombre ha diseñado un dirigible que apunta a corregir la infausta experiencia de los Zeppelin de un siglo atrás.

“Eran demasiado grandes y alargados para poder soportar los vientos cruzados”, sostiene Dorrington, con los ojos tan abiertos e iluminados como los de Klaus Kinski en pleno trance. “Por eso, el que yo diseñé es más pequeño y en forma de gota”, remata, explicando, sobre una pantalla de su laboratorio, los principios de navegación de la nave (earship, pronuncia Herzog, como lo haría Schwarzenegger) que admite, como máximo, dos pasajeros. Conociendo a quien está detrás de cámara, cae de maduro que mucho tiempo más no va a pasar el espectador en ese aséptico laboratorio londinense, donde todo está demasiado bajo control. El dirigible de Dorrington debe ser puesto a prueba, y eso no podrá tener lugar en otro ambiente que no sea el favorito del realizador de Aguirre, la ira de Dios y Fitzcarraldo: la selva virgen. En este caso, la selva de Guyana, donde hay unas cataratas cuyo alto quintuplica el de las del Niágara. Y cuyas aguas, al arremolinarse en la caída, pueden ejercer una presión que “chupe” a cualquier objeto volador.

Pues allá vamos, se habrá dicho Herzog al conocer las condiciones de navegación. Imperdible la escena en la que, con el rigor y la lógica más alemanes del mundo, don Werner convence al ingeniero de que realizar el vuelo de bautismo sin una cámara en el dirigible sería “una estúpida estupidez” (no se trata de una redundancia, sino la conclusión herzoguiana de su teoría sobre las distintas clases de estupidez). ¿Y quién puede llevar la cámara sino el propio Herzog? Por supuesto, antes de subirse se ocupa de subrayar, en off, que ese viaje puede ser el único que haga El Diamante Blanco, bautizado así por un nativo. Puede ser que Herzog subraye con algo de exceso el peligro que se corre (que él va a correr), pero de ser así The White Diamond debe ser vista como la crónica de un fracaso.

Un dato esencial, que hace al carácter melodramático, casi operístico, que subyace a The White Diamond: ése no es el primer intento de vuelo de Dorrington. En el anterior murió su mejor amigo y el propio ingeniero contrasta, con una simetría que cualquier guionista envidiaría, la levedad que aspira a alcanzar una vez que logre flotar en el aire con el peso de la culpa que carga sobre su memoria.

Un rápido vistazo sobre los restantes documentales que emitirá Primer Plano a lo largo del mes deja ver las cifras inquietantes que The Cove (2009), dirigida por un ex fotógrafo de la National Geographic, pone sobre el tapete. Veintitrés mil delfines son masacrados cada año en Japón, número varias veces mayor que el de las ballenas que anualmente se asesinan en el Antártico. Man on Wire (2008) reconstruye la caminata aérea que el francés Philippe Petit emprendió en 1974, de modo clandestino y eludiendo controles y regulaciones. Plastic Planet (2009), finalmente, muestra a su realizador como una suerte de Michael Moore menos dado al show, con la industria del plástico como Némesis y blanco principal de su cruzada.

* The White Diamond se emite hoy a las 22 y repite el domingo 11 a la 1.30 de la madrugada y a las 13.40 y el sábado 17 a la 1.10 de la madrugada y las 19.30. The Cove, el miércoles 14 a las 22, domingo 18 a la 1.20 y 13.40, martes 20 a las 13 y sábado 24 a las 3 de la madrugada. Man on Wire, miércoles 21 a las 22, domingo 25 a las 3.25 y 13 hs. y sábado 1º de diciembre a la 1 de la madrugada. Plastic Planet, miércoles 31 a las 22 y domingo 2 de diciembre a las 14 hs.

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