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Domingo, 17 de marzo de 2013
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EL FESTIVAL HERMOSO, UNA INICIATIVA AUTOGESTIONADA DE MUSICOS QUE SE ABREN PASO

Para romper la barrera con el público

Hoy en Ciudad Cultural Konex, Los Hermanos McKenzie, Julio & Agosto, Lucy Patané & Marina Fages, Pequeña Orquesta de Trovadores, y Shaman y los Pilares de la Creación protagonizarán un encuentro no sólo abierto a lo musical, sino también a la plástica.

Por Sergio Sánchez
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Diego Rodríguez, Leandro Aspis y Nacho Czornogas, tres integrantes del colectivo de artistas del FestiHermoso.

Pese a quien le pese, Internet cambió las formas de hacer y distribuir la música. Este es un período de adaptación: los músicos y el público ya no parecen ser los mismos. Si bien la tradición no dejará de existir, las nuevas generaciones de músicos superaron los purismos. “Somos una generación que recibió mucha información, a diferencia de otras a las que les era más difícil acceder a cierta música. A no- sotros nos sucede que podemos llegar a música que pasó en 1920 o 1930, todo al mismo tiempo, todo en un segundo. A la vez a cada minuto uno puede interesarse por una cosa y en un toque saber todo de eso. Nuestra generación mezcla todo y también tiene que ver con que todos, además de tocar, hacemos otras cosas”. Quien habla es Nacho Czornogas, guitarrista y saxofonista de Los Hermanos McKenzie, una de las propuestas musicales a cargo de la organización del Festival Hermoso. La iniciativa, que se realizará hoy a las 17.30 en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131), nuclea a artistas que integran “una nueva escena independiente de la canción folk local”, como se definen. Pero no son los únicos protagonistas: Julio & Agosto, Lucy Patané & Marina Fages, Pequeña Orquesta de Trovadores, y Shaman y los Pilares de la Creación también le dan sentido a esta escena y serán de la partida.

Se trata de una generación que creció con una computadora enfrente y, de esa forma, explotan y exploran las herramientas que proporciona la web para difundir y producir informaciones. Hoy las ecuaciones cambiaron y ya no son los productores, las discográficas ni los medios hegemónicos los únicos que determinan qué música escuchar. El público es quien, clic mediante, va en busca de su música preferida; no espera la rotación de un artista en la radio ni la salida de un disco. Los shows ganaron terreno: Leandro Aspis, trombonista de Julio y Agosto, dice que “cambió la relación entre disco y recital. De más chico, cuando iba a ver a bandas, desde el escenario decían ‘ahora vamos a tocar una del próximo disco...’. ¡Y las canciones de nuestro próximo disco ya las tocamos ochenta mil veces! La banda es en vivo y el disco es como una instancia en la que cerramos canciones. En los shows hay matices, maneras de cantar las canciones, coros, que cambian todo el tiempo. Pero el orden hoy no es ‘saco un disco y después lo toco en vivo’. Son cosas que van por separado”.

Si bien muchos artistas siguen trabajando a la vieja usanza, el escenario cambió. Por lo menos en esta escena, los músicos son quienes se ocupan de todas las instancias, desde la grabación hasta la prensa. Ellos consideran que, por naturaleza, son una “generación multidisciplinaria” que no sólo tienen inquietudes por la música, sino que reparten su tiempo en otras artes. De esta manera, además de música, habrá proyecciones y muestras fotográficas y plástica, incluyendo lienzos para que el público intervenga a su gusto. Aunque con diferencias, todas eligen una instrumentación electroacústica y abordan una canción que pone por delante el arreglo y la poética. Dice Aspis: “Cuando me preguntan qué hacemos, generalmente digo qué instrumentos tiene la banda, para que cada uno se construya en su cabeza el sonido. Todas las bandas navegamos distintos estilos en la canción. ‘Canción’ quizás es la etiqueta, porque no podemos decir que esto es rock, swing o jazz. No me siento presionado por las etiquetas. La música no necesita explicación. Lo importante es no tener condicionantes, sino libertad”.

–¿Por qué se juntaron para organizar este festival?

Diego Rodríguez (Pequeña Orquesta de Trovadores): –No sólo las propuestas son muy similares, también el público. Son bandas que buscan básicamente lo mismo: armar un escenario paralelo al que hay en la boca y la vista de las radios y la prensa. Uno mira la TV y escucha la radio y no estamos sonando en los medios más importantes. Pero la fuerza de fondo que está naciendo en Buenos Aires creo que viene un poco por este palo.

Leandro Aspis: –Es el resultado de las experiencias de cada banda. Estamos lanzándonos a producir un festival que esperamos que sea de alta convocatoria y tiene un agregado vinculado con la parte visual. Y eso es porque las bandas que forman parte del festival se caracterizan por llevar adelante todas las instancias de su organización, más allá de lo musical, por ellos mismos. Me refiero a la comunicación, a su difusión, producción de sus discos, grabación, distribución y arte. Muchos de nosotros, además de músicos, tenemos otras facetas relacionadas con otras disciplinas: hay ilustradores, productores, diseñadores, artistas plásticos, editores que a la vez son músicos. En este festival tenemos libertad artística, porque lo organizamos nosotros: vamos a poner artistas que nos gustan. En los grandes festivales tocás tu media hora y te vas. Hacés la tuya. Acá vamos a estar todas las bandas conectadas, porque estamos poniendo el cuerpo.

–¿Cómo definirían esta canción folklórica y urbana?

D. R.: –Hay instrumentación similar, como el uso del contrabajo en lugar de un bajo eléctrico. La mayoría son electroacústicas. Y las historias que cuentan las canciones se vinculan con un folklore urbano. La mayoría de las bandas cuentan historias personales que suceden en la ciudad.

L. A.: –En cuanto a la instrumentación, hay una tendencia a la utilización de ciertos instrumentos acústicos que están volviendo. Por ejemplo, los McKenzie tienen un saxo y una trompeta muy en primer plano, y yo toco el trombón en Julio & Agosto y tenemos dos violinistas. Instrumentos que son más de orquesta y están tocados generalmente en lugares muy chicos, muy cerca del público. Hay una reapropiación y resignificación de esa instrumentación. Lo que hacemos es también resignificar el volumen. La experiencia del recital que primó en los últimos años en Buenos Aires es la de tocar a un volumen muy fuerte. Ahí está el problema de tocar en ciertos lugares, porque están hechos para bandas que tocan fuerte. El formato acústico te abre las puertas a muchos espacios. Está bueno, también, proponer algo distinto. Que la gente también se acostumbre a hacer silencio cuando toque una banda.

N. C.: –Es otra experiencia, otra forma de vivir un concierto. En todos nosotros existe la noción de matiz, de escuchar al otro. No estamos tocando como robots nuestra parte, en todas las bandas hay comunicación musical. Tratamos de ser perceptivos y conectarnos con lo que pasa alrededor. Muchas veces la comunicación musical en los grupos de rock es otra. Ya había tocado a un volumen fuerte y hasta llegué a pasarla mal. Me estaba quemando la cabeza. Y armar una banda en la que pudiéramos tocar y comunicarnos con matices fue una necesidad, algo natural.

L. A.: –Somos bandas que tocamos acústico y eso nos obliga a tener esa conexión. Cuando tenés un micrófono hay una instancia intermedia entre tu sonido y lo que escucha la gente a la cual te tenés que adaptar. Sin micrófono estás más conectado con tus compañeros. Antes la música se tocaba así: un músico tocando cerca del público. Internet también ayudó a tener un contacto más cercano con el público, sin tanto intermediario. Y aprovechamos eso. Queremos salir del estereotipo del músico que toca y se va. Está bueno charlar con la gente que te viene a ver.

N. C.: –Queremos romper la barrera con el público. No tener esa bajada de línea que dice que el artista es una persona superior, sino que simplemente hacemos música y nos gusta compartirla con otra gente. Por eso, cada concierto es distinto: si el público es más frío, nosotros también. No estamos en la nuestra, hay intercambio constante.

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