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Lunes, 9 de diciembre de 2013
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Opinión

Una despedida para el Negro González

Por Litto Nebbia

Lo conocí durante 1972. Nos hicimos amigos y no paramos de tocar y hablar de música todo el día, hasta mediados del ‘78 cuando me tuve que ir al exilio. Excelente músico de jazz, gran tempista, que luego se fue introduciendo en todas las posibles fusiones que nacieron. Conformamos un trío inseparable durante esos años, junto a Néstor Astarita en batería. El Negro & Astarita ya venían compartiendo trío junto al gran pianista Baby López Furst. Un poco antes también un cuarteto, sumando al saxo de Leandro “Gato” Barbieri, antes que partiera a Europa. Es que Jorge “Negro” González era el tipo perfecto para un grupo. No sólo buen compañero, sino dedicado a la labor en forma total. Siempre tratando de ensayar, así como también de apostar por todo lo que fuera un nuevo sonido que podía surgir sobre la base de la amistad. Con ese trío grabamos una serie de importantes álbumes: Muerte en la Catedral, Melopea, Cosas que no quieren morir, Fuera del cielo, Bazar de los milagros, El Vendedor de Promesas y Canciones para cada uno Vol. 1 & 2. También fuimos trío del bandoneonista Dino Saluzzi y grabamos para su original disco Dedicatoria. Casi al mismo tiempo grabamos el disco En el hospicio, del joven dúo Pastoral.

El Negro, Astarita y Gustavo Alessio crearon el mítico Jazz & Pop en los años ‘70. Durante los años de fuego, este fue el único lugar donde pasaba algo musicalmente interesante. Hacia 2008, González reincidió con la idea del Jazz & Pop, esta vez en una nueva dirección céntrica.

Viajar & viajar, en tren o auto con Jorge González, recorriendo el país tocando, como lo hicimos durante tantos años, era muy noble. Todo el tiempo horas & horas, recordando discos que adorábamos. Repasando las diversas formaciones de grupos de Miles Davis o John Coltrane. Apuntar cuál pianista nos gustaba más de los últimos quintetos del saxofonista alto Cannonball Adderley. Joe Zawinul o George Duke, ésa era la cuestión kilómetro a kilómetro.

Cuando comenzamos a tocar, González & Astarita venían ya consagrados de una reconocida trayectoria con el Jazz. Yo era el joven que salía del rock. Más allá de los géneros, que jamás nos preocuparon, se consolidó una fuerte unión musical. Lógicamente que esta unión tenía que ver con el cariño humano. El Negro, además, siempre fue un preocupado por el rescate de gente talentosa que, por el maltrato comercial de discográficas o el ambiente del espectáculo, pudieran no ser reconocidos. Cuando comenzó nuestra aventura con Melopea Discos, inmediatamente se aproximó y nos empezó a traer cintas buenísimas que tenía de actuaciones en vivo. De esa manera pudimos remasterizar con la mano del técnico Mario Sobrino, cantidad de documentos sonoros increíbles, que se hubieran perdido. Algunos entre tantos: la grabación del Solo Piano por el gran Jorge Dalto. Improvisaciones que un día que Dalto andaba de paso por aquí, el Negro le hizo grabar en un estudio vacío de Radio Nacional. Los dos antológicos álbumes del trío con Baby López Furst, Jazz Argentino y Jazz en la Universidad (estos, además, logramos editarlos en España y ahora en este momento, el segundo está apareciendo en Japón). Los álbumes de Quinteplus, aquel memorable grupo jazzístico que mantenía el propio González con Gustavo Bergalli, Jorge Anders, Pocho Lapouble, Ricardo Lew y Santiago Giacobbe. También los de su legendaria y primera agrupación, Los Swing Timers. El disco solista del irremplazable pianista Horacio Larumbe. Otros tríos con grandes solistas, desde Eduardo Lagos llegando a Alberto Favero. Infinidad de trabajos. Todavía nos han quedado cintas. Material inédito que algún día lograremos publicar.

Sin duda, la imagen eterna del Negro González con su contrabajo (instrumento que construyó con sus propias manos) es la imagen que queda grabada en nuestros corazones. El auténtico Músico de raza Músico. Cabalgando en su bohemia. Un tipo querido por todos, sin excepción. Gran contador de anécdotas, siempre elogioso del músico que notaba humilde y no pretencioso. Adorador de Músicos por la Música. Siempre recordaba cuando en uno de los primeros bares porteños donde se realizaban “jam sessions” en los ‘60, una noche cayó el extraordinario guitarrista Jim Hall. La cuestión es que ese día no había amplificador de guitarra. Entonces Hall sacó el instrumento y se pasó toda la noche tocando, haciendo ritmo sin amplificación al lado del trío que sonara.

Un pedazo de la música de nuestros pagos, así como siempre recordaremos al “Mono” Villegas y su piano o al gran Walter Malosetti y su guitarra. Ya te veo Negrito camino a encontrarte con Baby, con Alchourron, el divino Rubén Barbieri. Con Pocho, el ciego Larumbe, Césari y Domingo Cura. Tanto que nos hemos reído, las tocadas compartidas y tanto viaje de aquí para allá. Vamos Negrito, siempre con nosotros.

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