Viernes, 2 de septiembre de 2005
“MAS ALLA DE LA MUERTE”, DE OMAR NAïM
La vida en video
Por Diego Brodersen
Poco tiempo despuĂ©s del estreno de Matrix, los subtes de Buenos Aires se vieron invadidos por una extraña publicidad. Cierta academia de filosofĂa hermĂ©tica disparaba desde los carteles preguntas tan antiguas como irresolutas. Lo curioso era que entre interrogantes como “¿quĂ© es la muerte?” y “¿cuál es el sentido Ăşltimo de la existencia?” saltaba el mucho más trivial “¿viste Matrix?”. De un tiempo a esta parte, una serie de pelĂculas de presupuesto relevante intentan convencer a los espectadores de que en su seno pueden hallarse atisbos de profundidad metafĂsica, herencia pasteurizada de la literatura de ciencia ficciĂłn. A la reciente La isla se suma la más modesta y algo más atildada Más allá de la muerte.
Robin Williams es un “editor”, encargado de dar lustre post mortem a las no tan ilustres vidas de sus clientes: el dueño del “corte final” del tĂtulo original. Es que en el futuro cercano –o el presente paralelo– que plantea el film de Omar NaĂŻm, algunas personas son implantadas a su nacimiento con un adminĂculo cerebral que grabará toda su existencia. Los deudos recurren a los servicios de Williams, quien deberá cortar en su moviola aquellos pecados que no resulta decoroso ventilar en los funerales.
En un principio la trama se sigue con algún interés por lo interesante de sus resonancias y por un tono de bajo perfil que acompaña sus escenas de introversión. Pero el vuelco a un gran mal de cierto cine contemporáneo –la idea de que es posible construir un personaje a partir de un recuerdo o trauma de origen–y la insistencia en las vueltas de tuerca terminan transformando cualquier intención reflexiva en una mayúscula intrascendencia.
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