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Sábado, 19 de agosto de 2006
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A 70 AÑOS DEL ASESINATO DE FEDERICO GARCIA LORCA

Vida y muerte de un hombre sensible

Sus obras teatrales, sus poesías y su historia personal marcaron profundamente a varias generaciones. Aún hoy se discute sobre cómo fueron los últimos días del autor de Bodas de Sangre. El director Oscar Barney Finn presentará en el Teatro Cervantes una versión de Doña Rosita la soltera.

Por Hilda Cabrera
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Para sembrar el terror, la derecha española necesitó una víctima como García Lorca.

Cómo y quiénes asesinaron a Federico García Lorca, a quiénes se fusiló junto al poeta, cuántos manuscritos quedan aún por descubrir o publicar. Las preguntas se amontonan, porque las declaraciones de los supuestos testigos del crimen no coinciden o las investigaciones no son nunca definitivas. ¿Condicionó aquel asesinato el aprecio sobre su obra? En este punto, las ironías de algunos escritores y cineastas fueron demoledoras. Entre los españoles de genio vivo, Luis Buñuel –de quien se dijo que no había logrado autorización de los herederos del poeta para llevar al cine La casa de Bernarda Alba– se burló de términos como “claveles de sangre” y “espuelas de luna”. Lorca era un autor exitoso en la década del ’30, y ya en 1929 se le rendía homenaje en Fuentevaqueros, el pueblo donde nació el 5 de junio de 1898. Las crónicas de la época destacan su sensibilidad y apego a la tradición popular, incluso en su costado pagano, expresado en los versos de Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías: “Que no hay cáliz que la contenga/ que no hay golondrinas que se la beban”. Apego que no significó desdén por lo experimental: El maleficio de la mariposa (1920), un fracaso teatral.

Luego del episodio en la Huerta de San Vicente –propiedad de familiares en la vega de Granada, de donde unos hombres armados se llevaron al jardinero Gabriel Perea, por “rojo”–, Federico se refugió en la casa de su amigo el poeta Luis Rosales, cuyo hermano José era jefe de la Falange granadina. Esa amistad no lo salvó: Ramón Ruiz Alonso, un ex tipógrafo, y entonces diputado del Partido Demócrata, lo había marcado. Lo arrancaron de la casa con gran despliegue de fuerzas el 16 de agosto de 1936. Respecto de la fecha de su muerte se toma como cierta la del 19 de agosto, en Viznar (Granada), después de un mes de comenzada la Guerra Civil (el 17 de julio) con el levantamiento del general Francisco Franco.

Se cuenta que Lorca proyectaba los montajes de Los sueños de mi prima Aurelia y La casa de Bernarda Alba, y el traslado al cine del mundo del toreo. Buscaba editor para su poemario Suite, escrito entre 1920 y 1923, y el surrealista Poeta en Nueva York. Había iniciado la escritura de una pieza en contra del militarismo y mantenía en carpeta su obra El público, de 1930, pues creía que aún no era momento para darla a conocer. Al dejar Madrid para trasladarse a Granada, en julio de 1936, confió el manuscrito a Rafael Martínez Nadal. El texto fue leído entre amigos, y publicado hacia 1933 en España y Argentina, pero solamente las escenas segunda y quinta. En 1976 reapareció junto a otras obras. Aún hoy sigue siendo una pieza reveladora, porque alude a la homosexualidad y a las tensiones que en el teatro generan oficiantes y público. El director catalán Lluís Pascual realizó una versión junto al actor Alfredo Alcón que fue invitada al célebre Teatro Piccolo, de Milán, y estrenada luego en Madrid.

En el convulsionado 1936 español, Federico había criticado a ciertos sectores de la sociedad granadina, repudiando además la gestión de gobierno de José Antonio Primo de Rivera, fundador en 1933 de Falange Española. El compromiso del poeta fue destacado por el hispanista irlandés Ian Gibson, quien opinó que ejecutando al artista se aterrorizaba a la población granadina. Se sabe: para sembrar terror se necesita este tipo de víctimas. Lorca había apoyado al Frente Popular, pero no aparecía con el ropaje del militante. Era amigo de Fernando de los Ríos, crítico a su vez de las derechas tradicionales. Lo cierto es que, más allá de los sarcasmos de Buñuel y los ataques de orden estilístico, Lorca se había impuesto como artista sagaz en el campo del lenguaje metafórico, y original en el tratamiento de lo mítico y lo barroco, de las contradicciones del amor y de las experiencias de dolor y muerte.

Su ejecución lo convirtió en símbolo de todo aquello que las dictaduras no toleran. El crimen multiplicó los trabajos sobre su persona. Se editaron más libros y se promovieron investigaciones. Aún hoy se esperan inéditos, sobre todo de su juventud. Textos fabuladores quizá, pues –se dijo– Lorca inventaba hechos, gastaba bromas y se reía de los acartonamientos. De todas formas, se ha publicado bastante más sobre esto que sobre su homosexualidad, soslayada por los estudiosos españoles.

La experiencia con el teatro trashumante La Barraca, entre 1932 y 1936, le permitió llevar por toda España obras breves y entremeses clásicos y de su autoría. Las denuncias a personas se sucedían en 1936, y en el caso de Lorca provenían –según Gibson– de miembros de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) cercanos al comandante Guzmán Valdés, gobernador civil desde el mismo día del alzamiento de Granada y jefe provincial de Falange Española. Sobre su muerte hubo distintas versiones. Una de éstas es que fue asesinado por un piquete de guardias que cumplía órdenes de Valdés. Otros dicen que la orden partió del general Queipo del Llano. En ese reparto de responsabilidades algunos sectores intentaron atenuar cargos. Y se editaron libros, como Los últimos días de Federico García Lorca, del periodista granadino Eduardo Molina Fajardo, director de Patria y otros periódicos.

Allí aparece una declaración que el poeta Luis Rosales hiciera al jefe provincial de Falange, intercediendo por Lorca en los días que precedieron a la detención, y la posibilidad de que la ejecución se hubiera producido en la madrugada del 17 de agosto y no en la del 19. En ese texto se alude a un piquete de guardias con orden de fusilar a cuatro. Uno de ellos era Federico, que iba en pijama, y a quien mataron “en el campo de instrucción de las tropas, antes de llegar a la Fuente Grande, a la derecha de la carretera, según se va hacia Alfacar...”. Otro muy diferente es el contenido del certificado de defunción extendido recién en 1940 por el Registro Civil de Granada, donde consta que Lorca murió como consecuencia de “heridas producidas por hecho de guerra”. Los investigadores señalan que Francisco Franco prefería decir que Lorca murió en una riña de gitanos. Así abonado el desprestigio de Lorca, algunos devotos del Generalísimo optaron por hacerse eco de lo publicado por un periodista francés en diciembre de 1956. Su artículo sustentaba que el poeta había muerto durante una riña de homosexuales.

Lo nuevo sobre las razones que motivaron el asesinato lo proporciona el documental Lorca, el mar deja de moverse, que se estrenará a finales de septiembre en España. Basado en investigaciones previas de Ian Gibson, Miguel Caballero y Pilar Góngora, el film (de cien minutos) desarrolla la teoría de que el fusilamiento fue instigado por miembros de las familias ricas de la vega de Granada, donde tenían propiedades los familiares del poeta. El director Emilio Ruiz Barrachina hace foco en las discusiones por el reparto de tierras “compradas a medias”, en la homofobia y las ambiciones políticas de integrantes de la familia Roldán, poderosos de la zona. Especialmente en Juan Luis Trescastros Medina, casado con una prima lejana del padre de Lorca.

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