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Miércoles, 15 de abril de 2015
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Galel Maidana presenta su película La parte ausente, estreno de este jueves

“El presente está desfasado”

Para su primer largo de ficción, el autor del recordado documental La asamblea eligió una historia que cruza elementos del film noir con una temática sci-fi. “Tenía ganas de jugar con elementos más artificiales, más oníricos”, admite Maidana.

Por Oscar Ranzani
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“Siempre me interesó el cine de género hecho con pocos recursos”, reconoce Galel Maidana.

Nació en Honduras en el año 1978, cuando la Argentina atravesaba el período más nefasto de su historia. Con sus padres, el niño Galel Maidana vino a vivir a Buenos Aires en 1983, para nunca más alejarse del país. Cuando ya era adulto, Maidana decidió estudiar Ciencias de la Comunicación, pero no terminó la carrera porque sintió que lo suyo era el cine. En 2009 estrenó su primer largometraje, La asamblea, un documental sobre el Frente de Artistas del Borda, que fundó y coordina Alberto Sava. En aquel trabajo, ya podía observarse la inclinación de Maidana a utilizar un tono ficcional. Ahora, le llegó el turno de estrenar una ficción ciento por ciento pura: La parte ausente es una película anclada en la ciencia-ficción, que podrá verse a partir del jueves en salas comerciales. “Siempre me interesó el cine de género, en un punto porque me gustaba tener los recursos formales y que mi imaginación me proveyera para darle forma a las observaciones del mundo que tengo”, afirma Maidana en la entrevista con Página/12.

El film está situado en un mundo posapocalíptico, donde una suerte de detective privado (Alberto Ajaka) tiene que buscar a un hombre enigmático (Guillermo Pfening) porque se lo encomienda una mujer tan hermosa como misteriosa (Celeste Cid), que lo quiere vivo o muerto. Pero la pesquisa tiene sus vericuetos y el detective desconfía de los indicios. Por eso, decide investigar a su clienta y su entorno. No serán pocas las cosas que descubra vinculadas con hechos enigmáticos e incluso sobrehumanos.

“Hay algo que tiene que ver con el cine costumbrista, sobre todo el argentino, que ya me había cansado en el último tiempo –explica el cineasta–. Y como tenía ganas de jugar con elementos más artificiales, más oníricos vinculados con mi forma de ver el mundo, que lo veo todo el tiempo poblado de imágenes fantásticas y más pesadillescas. En ese sentido, siempre me interesó el cine de género hecho con pocos recursos o con pocos elementos, o hecho con los elementos necesarios para darle forma a una realidad que pueda utilizar como metáfora formas más arriesgadas que simplemente contar una historia con la idea que se tiene del naturalismo”, entiende el realizador.

–Si bien su primera película tenía un tono ficcional, era un documental. ¿Cómo fue el trabajo de encarar su primera ficción pura?

–Yo ya había hecho varios cortos de ficción. En esos cortos había siempre una impronta de algo fantástico, de ciencia ficción. Me interesa siempre investigar algo que ponga en cuestionamiento los límites de lo humano. En La asamblea estaba el tema de la locura, la discusión acerca de la razón y hasta dónde llega lo humano en relación con la razón y cómo se construye el mundo. No soy alguien que se vaya a ocupar del cine de género toda su vida, pero La parte ausente habla también de poner en cuestionamiento eso que tiene que ver con cuál es el límite de lo humano. En ese sentido, hay una idea que está bastante en boga y que me interesa mucho: la idea del transhumanismo. Esta se refiere a cómo con la tecnología y los descubrimientos de la ciencia se va a modificar la idea de lo que se considera un ser humano o no. Ese es un aspecto que me gusta mucho y que se puede tomar a partir de la ciencia ficción.

–¿Cómo trabajó la estética de la imagen para crear ese mundo posapocalíptico?

–Siempre me interesó cómo a partir de los elementos que se tienen se puede evocar un mundo futurista (que en este caso no sé si es exactamente futurista o más bien una realidad con una temporalidad desfasada). Me interesan mucho las temporalidades desfasadas. Me interesan como exacerbación o como metáfora de nuestra realidad con algunos elementos amplificados que son los que yo elijo observar. Parece que la película tiene cierto despliegue, pero en realidad no lo tiene. Nosotros nos basamos mucho en la elección de las locaciones para construir ese mundo atemporal post-apocalíptico de una época desconocida. Y en relación con la mayoría de los elementos estéticos que se pusieron en juego, hay una estética que me interesa mucho: la del retrofuturismo.

–Parece una contradicción, ¿no?

–Sí, pero es una idea que se usa mucho en los cómics. Los cómics tienen algo interesante: en estos no se respetan, en general, los elementos verosímiles que se ponen en juego, sino que se permite utilizar cualquier elemento para darle forma a una idea o a una imagen estética que se quiera buscar. Ese retrofuturismo es una idea poética muy hermosa: ¿quién dice lo que es el presente? ¿Quién dice lo que es el ser estático inamovible en el presente? Más bien, el presente es una mezcla entre el futuro y el pasado todo el tiempo en tensión. Esa es una idea que viene de los estoicos, que es algo que me interesa bastante explorar. El presente siempre está desfasado, siempre está poblado de sueños, pesadillas que nos hacen acceder a cosas que van a pasar o acceder a cosas que ya pasaron.

–¿Por qué decidió filmar casi toda la película de noche? ¿Qué buscaba aportarle a la historia con esta decisión?

–Si bien es una investigación que se realiza hacia afuera, la película habla, en realidad, de una investigación interior del personaje principal. La narración motorizada por una investigación detectivesca es, en realidad, como una excusa para hablar de un viaje interno. Por decirlo de alguna forma, ese viaje interno es hacia la parte más oscura del inconsciente del personaje. Y tiene que ver con cuál es su límite personal en relación con lo humano: ¿Matar? ¿No matar? ¿Está bien? No en un sentido moral, sino en relación con un límite de cuál es la propia humanidad. Entonces, la mejor forma de representar eso era con una larga noche. Es como se suele llamar en chamanismo: la noche del alma, en donde uno descubre quién es al hacerse presente esa bestia que uno lleva adentro.

–Además de la temporalidad desfasada que mencionaba, ¿también buscó crear una especie de realidad en otra dimensión?

–Sí. Desde que Einstein dijo que el tiempo no es lineal sino relativo y tiene que ver con la masa y la velocidad del objeto que se pone en juego, es falsa la idea de una realidad de tres dimensiones solamente. A partir de la Teoría de la Relatividad, la realidad tiene por lo menos cuatro dimensiones o muchas más. Y la realidad se ve modificada por ese juego de dimensiones. Una cosa es un tiempo mental. Otra cosa es un tiempo real físico. Y según las emociones y un aspecto espiritual también esa temporalidad se ve modificada. En ese sentido, el cine es una de las formas más bellas o directas de poder poner en juego estos elementos multidimensionales. Hay personajes que aparecen en momentos muy breves y, tal vez, la gente le busca algún tipo de simbolismo, pero en realidad no. La película es una experiencia multidimensional que no tiene por qué funcionar en un sentido del todo lineal. Yo creo que la realidad no sucede solamente en una temporalidad lineal, mucho menos en el cine me interesa reflejar eso.

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