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Miércoles, 27 de enero de 2016
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El festival de Cosquín está transitando una etapa de renovación

Un nuevo perfil para la Próspero Molina

La necesidad de reinvención es el eje que atraviesa la programación en la plaza mayor del folklore. Hay más espacio para artistas renovadores y hasta los ortodoxos alientan los “nuevos aires”. En la “noche riojana” se destacaron Sergio Galleguillo y la Bruja Salguero.

Por Sergio Sánchez
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El Chaqueño Palavecino, uno de los consagrados. Se mostró de acuerdo con que se programe a músicos jóvenes.

Que Cosquín tiene una magia especial no es ninguna novedad. Pero en la ciudad ubicada en el corazón del Valle de Punilla pasan cosas que sorprenden. La noche del lunes, la tercera luna, arrancó con un cielo nublado y un público tímido. Cuando el riojano Sergio Galleguillo subió a la Plaza Próspero Molina empezaron a caer las primeras gotas de lluvia y las calles aledañas, como la San Martín, empezaron a quedar solitarias. Y las peñas, como la de Leandro Lovato, fueron el refugio ideal. Pero como si se tratara de un hechizo, la lluvia duró apenas unos minutos y no empañó la fiesta folklórica. De hecho, Galleguillo despertó una verdadera celebración chayera y regó de harina y albahaca todo el escenario y un sector del público. Más tarde, su amigo el Chaqueño Palavecino bromearía: “Che, llamen a Galleguillo para que limpie este enchastre que hizo”. Vestido de impecable blanco, Galleguillo puso a la Plaza de pie con su propuesta carnavalera y festiva. No faltaron “Carnaval en La Rioja” –que luego repetiría la Bruja Salguero–, “Lágrimas en el corazón”, “Que linda que es la Rioja” y “Por este amor sin tiempo”.

La Rioja fue la protagonista de la noche. Es que luego llegaría el turno de la Bruja Salguero, una cantora popular que hace tiempo viene consolidando su obra. En los pasillos, muchos coincidían en que la del lunes fue su mejor actuación en Cosquín. “Me ha tocado presentarme a las siete de la mañana o bajo lluvias muy fuertes”, dijo en conferencia de prensa. Sin bien no sorprendió con el primer tema (abrió con “Zamba para olvidar”, tal vez uno de los más interpretados del folklore), su presentación fue creciendo con el correr de los minutos. El punto máximo llegó con “Los amanecidos”, una canción sobre caudillos del talentoso compositor Ramiro González, quien tendrá su set en solitario el sábado. “Los caudillos vigilan que este país sea federal. Hay cosas que la historia oficial no nos contó”, dijo Salguero desde el escenario y luego invitó a Bruno Arias para hacer el carnavalito “Sol de los Andes”, que integra el disco que grabaron a dúo, Madre tierra (2015).

“Lo veo bien parado a Cosquín, con una programación linda, bien folklórica. Y el hecho de poner pocos artistas da la posibilidad de desarrollar una propuesta”, analizó en conferencia de prensa el Chaqueño Palavecino. Es que la actualidad de Cosquín y su necesidad de reinventarse es un eje que está circulando mucho entre los artistas que participan. “Hay que alimentar a Cosquín con folklore. ¿O acaso acá no vienen los que gustan del folklore? Con Cosquín nos hemos encendido juntos. Hace 35 años hacía cola para tocar en una peña o en el río. Hay que darle lugar a las delegaciones de las provincias y a los artistas nuevos”, dijo el salteño y cumplió con su promesa. Es que, para sorpresa de muchos, Palavecino –a veces muy cuestionado por sus actitudes en los festivales– invitó a tocar en “Aquella noche de tu partida” al joven acordeonista de Berisso Germán Fratarcangelli. “Este pibe es un monstruo, no saben cómo toca. Estos artistas deberían estar de la misma manera que nosotros”, lo presentó Palavecino. Y luego le cedió un espacio para que subiera con sus compañeros: los guitarristas Nahuel Stoikov y Víctor Puelman para hacer “Km 11” y polcas litoraleñas. Un gesto que se valoró en la plaza. Luego, claro, Palavecino se despacharía con sus clásicos, como “Mi nueva primavera” y “La sin corazón”, “Culpable”, ante una anfiteatro casi lleno y atravesado por el sonido de su poderosa banda (guitarras, violines, bombo y acordeón).

La revelación de la noche fue Mariano Luque, un riojano afincado en Córdoba. Su actuación –osada, sincera y cargada de energía– hizo recordar a la presentación del chuncano José Luis Aguirre, en la apertura. Un nuevo modo de pararse en el escenario está prevaleciendo en Cosquín. “Este año se nos dio la oportunidad de cantar en este escenario donde pasaron Atahualpa Yupanqui y Mercedes Sosa. Jamás hay que claudicar los sueños”, dijo sobre las tablas Luque y le dedicó una composición propia a Enrique Angelelli, “asesinado por la dictadura”. “Nosotros no somos nuevos, hace varios años venimos tocando; venimos del Encuentro de Arredondo, del patio de la Piri. Este ha sido siempre nuestro escenario pero es la primera vez que nos lo prestan”, dijo el músico después de su debut en la Plaza mayor. “La comisión se la jugó por nosotros. Es una apuesta fuerte. Lo único que importa tiene que ser la canción, que es la que nos va a salvar”, sentenció y esas palabras quedaron en el aire. Que vuelvan los poetas y las canciones es el deseo de toda una generación que, con paciencia, ahora está consiguiendo una mayor visibilidad y reconocimiento.

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