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Martes, 17 de octubre de 2006
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“BORIS GODUNOV”, DE MODEST MUSSORGSKY

Una tragedia sobre el poder en su versión más desnuda

En su última producción antes de entrar en receso, el Teatro Colón presenta a partir de hoy, por primera vez en América del Sur, la versión original de la ópera, de 1874, con orquestación del propio compositor.

Por Diego Fischerman
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La escenografía de Diego Siliano y la régie de Mario Pontiggia acentúan el despojamiento del original.

La clave, como tantas veces, la da la última frase. Y, como tantas otras veces, la última frase la dice el idiota. “Pronto vendrá el enemigo y descenderá la oscuridad, una negra e impenetrable oscuridad. Desventurada, desventurada Rusia; llora, llora pueblo ruso...”, canta el presunto ignorante, mientras el resto del pueblo se encamina a Moscú para vivar al usurpador Dmitri como nuevo zar. Boris Godunov es una ópera en la que el pueblo es protagonista, pero lo es, muchas veces, en ausencia. “Y más en esta versión, donde la ópera está absolutamente desnuda”, explica a Página/12 Mario Pontiggia. El régisseur, formado en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, director artístico del Festival de Opera de Las Palmas y asistente durante varias temporadas de Pier Luigi Pizzi, es el responsable de la puesta de la ópera de Modest Mussorgsky que sube a escena esta noche en el Colón. Pero, como él señala, no se trata de una versión más, sino de la primera estrenada, en 1874, con la orquestación del propio compositor y nunca antes representada en América del Sur. Una versión “desnuda”, en todo caso, de la rica vestimenta de Nikolai Rimsky–Korsakov que, supuestamente, había corregido los errores –es decir las crudezas– de Mussorgsky y que, hasta ahora, había sido la programada en el Colón.

Con dirección musical de Stefan Lano, escenografía de Diego Siliano, vestuario de Daniela Taiana e iluminación de Rubén Conde, la ópera, basada en un relato de Pushkin, se representará, además de hoy a las 20, el próximo viernes 20 y el sábado 21, en el mismo horario, el domingo 22 a las 17 y el martes 24, miércoles 25, jueves 26 y sábado 28, también a las 20. A lo largo de las ocho funciones, con entradas a partir de $5, se alternará un doble elenco que tendrá como Boris a los reconocidos bajos ucranianos Anatoly Kotcherga (17, 20, 22, 24 y 26 de octubre), que fue quien participó en la histórica grabación conducida por Claudio Abbado, y Mijail Kit (21, 25 y 28), quien se presentó en el Teatro Colón junto a la Opera del Teatro Mariinsky, Kirov de San Petersburgo en 1998 y en El oro del Rin en 2003. El personaje de Pimen será asumido por los bajos Mijail Kit (17 y 22), Feodor Kuznetsov (20, 21, 24, 25 y 28) y Gui Gallardo (26). Los tenores Enrique Folger (17, 20 22, 24 y 26) y Fernando Chalabe (21, 25 y 28) serán Grigori Otriepiev, el usurpador al trono con el nombre de Dimitri, y las mezzosopranos Cecilia Díaz (17, 20, 22 y 25) y Virginia Correa Dupuy (21, 24, 26 y 28) personificarán a Marina Mnishek. Participarán, además, la Orquesta Estable del Teatro Colón, el Coro Estable, que dirige Salvatore Caputo, y el Coro de Niños.

“Si uno analiza esta ópera, o por lo menos la ‘versión Mussorgsky’, se trata de una obra de cámara con tres grandes momentos. Incluso la coronación, si uno se atiene a lo que dice la partitura, no es una gran parade, sino una escena casi íntima. El zar sale de un lugar, habla al pueblo y va a la catedral. Es una ópera de personajes”, dice Pontiggia. “Esta versión, sin la pomposidad e incluso las alteraciones dramáticas realizadas por Rimsky-Korsakov, es mucho más cercana, creo, al pensamiento de Pushkin y, creo, al mundo de las tragedias de Shakespeare, que son su fuente más evidente, en particular Ricardo III.”

Boris Godunov, además de sus valores teatrales y musicales, es una obra que posee fuerte peso simbólico. Siendo una de las obras más importantes del repertorio, no está entre las más programadas y esto es, sencillamente, porque son pocos los teatros que están en condiciones de hacerla razonablemente bien. En ese sentido, que el Colón la haya programado –y, además, estrenando su versión original– como su última producción en la sala principal antes del cierre para la última etapa de su restauración, transmite un mensaje claro en cuanto a su voluntad de supervivencia. La obra, que combina el texto de Pushkin y la Historia del imperio ruso de Nikolai Karamzin, cuenta la historia real del zar Boris Godunov, que llegó al poder ante la muerte del heredero del trono, bajo circunstancias misteriosas, mientras transcurre la lucha entre el pueblo ruso y el polaco. “Es, posiblemente, un hombre con buenas intenciones, pero que nada puede ante el destino”, dice Pontiggia. “Boris es un personaje difícil, es un zar, y es una historia verdadera. Debo interpretarlo con alma y corazón si quiero hacerlo tal como lo concibió Pushkin”, dice por su parte Kotcherga, el notable cantante que protagonizará la ópera en cinco de las funciones y que, además, aprovecha para reconocer la influencia que tuvo Claudio Abbado en su propia visión del personaje y de la obra. “Hice Boris Godunov más de trescientas veces –aseguró a este diario– y él fue, sin duda, quien más me aportó; con él hice esta obra en 38 ocasiones. Es un gran músico y director, y un gran gran amigo, con una notable profundidad y una visión esclarecedora.”

Adscripta a cierto nacionalismo y al ideario del grupo “de los cinco”, que conformaban Mussorgsky, Rimsky-Korsakov, Balakirev, Cui y Borodin, Boris Godunov es mucho más que una composición pintoresquista. Su reelaboración del folkore ruso jamás cae en la cita ingenua y, más bien, su escritura parece apoderarse de cierta rugosidad del arte popular, un poco a la manera de lo que cien años después haría Luciano Berio en sus “Folk Songs”. Tampoco es ingenua, por otra parte, su visión de la historia. Sin buenos ni malos en un sentido estricto, todos sus personajes son víctimas de contradicciones profundas. “Es el pasado en el presente”, anunció Mussorgsky a sus amigos cuando terminó de componer su primera versión de la obra. Hoy, a la luz de los caminos posteriores de la música y, en particular, de la puerta que, a través de Stravinsky, se abrió a la vanguardia desde el primitivismo ruso, resulta claro que Boris Godunov fue el anuncio del futuro.

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