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Viernes, 20 de octubre de 2006
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EL 7º ENCUENTRO “MUSICAS DE PROVINCIA” PROMETE NUEVOS E INTERESANTES CRUCES ARTISTICOS

Una vidriera porteña para la canción popular

Es el festival más importante que Buenos Aires les dedica a las expresiones artísticas de raíz folklórica. Desde la semana próxima, la ciudad se verá copada por recitales y homenajes que darán cuenta de nuevos vínculos, superadores de viejos prejuicios.

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Por segunda vez consecutiva, Mercedes Sosa abrirá el festival.

Nuevamente la ciudad de Buenos Aires actualiza su fuerza centrípeta y programa un festival que ya desde el nombre anuncia su intención: el 7º Encuentro Músicas de Provincia. Una suerte de puesta en escena en la gran vidriera porteña de la música que se hace en los distintos puntos del país. El encuentro, que comenzó como una modesta reunión de músicos provincianos con poco espacio para insertarse en el circuito urbano, fue ganando importancia con el paso de los años y ahora será abierto por segunda vez consecutiva por Mercedes Sosa (ver nota aparte). La relación entre una Buenos Aires que se anuncia como “cosmopolita” mirando más bien hacia el turismo internacional y estas músicas de provincia, sin embargo, no siempre apareció tan abierta y sin fisuras como en la actualidad.

Una parte de esta compleja relación fue abordada por Mercedes Sosa ayer, durante la conferencia de prensa de presentación del encuentro, en la que también estuvieron el jefe de Gobierno de la Ciudad, Jorge Telerman; la ministra de Cultura, Silvia Fajre, y la directora de Música, Teresa Parodi, entre otros funcionarios. La cantante contó lo difícil que le fue llegar a probar suerte en la gran ciudad, en su momento, parando en una pensión, embarazada. Contó también que más tarde tuvo que mandar de regreso a Tucumán a su hijo, para que estuviera con su familia mientras ella se abría paso en Buenos Aires, y sintetizó a su manera una verdad que también alcanza al folklore: “Triunfar en Buenos Aires es lo más difícil del mundo para un artista. Pero los que triunfan aquí son los que quedan”.

Cierto viejo prejuicio del folklore indica que nadie puede hacer una chacarera rodeado de asfalto o que sólo los correntinos están habilitados para el chamamé, por ejemplo. De aquellos dogmas a esta parte parece haberse recorrido un largo camino hasta llegar a este Encuentro Músicas de Provincia, el evento más importante que Buenos Aires le dedica a la música de raíz folklórica. Es interesante ver que en la programación aparece una camada de músicos y compositores jóvenes con conocimiento de los distintos géneros que hacen folklore desde Buenos Aires. En sus trabajos pueden encontrarse puntos en común con colegas que hacen lo mismo desde las provincias, algo que habla de un estado de la cuestión y que marca hermandades en búsquedas y miradas comunes, más allá de las procedencias estrictamente geográficas.

Historia del folklore
en Buenos Aires

Aunque Buenos Aires monopoliza para sí al tango como expresión identitaria, su relación con el folklore es de larga data. La llegada de la Compañía de Andrés Chazarreta, allá por 1921, al teatro Politeama, con las críticas elogiosas de gente como Ricardo Rojas, suele mencionarse como un punto de quiebre en la historia de la música de raíz folklórica en Buenos Aires. En un momento en que el proyecto de país reclamaba una puesta en valor de aquello que se englobó dentro de “lo nativo”, aquel “arte nativo” fue aceptado y legitimado por los círculos de la alta cultura porteña.

A mediados de los ’40 aparecieron las primeras peñas porteñas, de la mano de los centros tradicionalistas fundados por los provincianos que llegaron a la Capital. El investigador del folklore Emilio Portorrico, autor del Diccionario biográfico de la música argentina de raíz folklórica, de consulta fundamental en el género, dictará dentro del encuentro la charla “Acerca de las peñas folklóricas en Buenos Aires”, donde realiza un recorrido histórico. Según describe Portorrico, estas peñas tenían “un formato comercial más ligado al espectáculo que a las tradiciones, medio for export. En lugares como Achalay, la peña de los Hermanos Abalos, se alternaba la música tropical o internacional de moda en ese momento con el folklore”. Vitillo Abalos recuerda la tarea de su conjunto y de las primeras peñas de los Abalos como pionera, casi didáctica. “En la ciudad de Buenos Aires no había información, no se sabía nada sobre folklore”, cuenta. “Imagínense que el mío era el único bombo que había en Buenos Aires. Por eso invitaban a todos lados al bombo, no a mí. En la radio había algo, como Chispazos de tradición, pero era como una caricatura: Decían ‘Cómo le va, m’ija’, ‘di’ ande viene’, ‘cómo anda la hacienda, m’ijo’... ¡Eran gauchos truchos! En el campo nadie habla así. Por eso lo que nosotros hacíamos no se parecía a nada, ni siquiera a eso. Tampoco había peñas: los pocos lugares que había eran feos, un pretexto para tomar y pelear. Ahí nos enteramos de que para abrir una peña había que borrar esa mala impresión y dar una impresión diferente.”

Fueron esos primeros provincianos que llegaron a probar suerte a Buenos Aires, en un momento de expansión de un medio revolucionario como la radiofonía, los que comenzaron a agrandar el cancionero desde Buenos Aires, alrededor de todo un tópico del folklore: el de la nostalgia por el pago que se dejó atrás. Cuenta Vitillo Abalos: “Estando lejos la nostalgia se nos agigantó, empezamos a darle importancia a lo que allá era normal. En Santiago del Estero podías saber cantar o bailar, pero no era para que te aplaudieran. Porque también lo hacía tu amigo, tu primo, tu vecina. Pero en Buenos Aires, todo se triplicó. Empezamos a valorar esas cosas sencillas que, cuanto más vas descubriendo, más te van enamorando. Así, de extrañar, nacieron muchos temas, desde un departamento en Buenos Aires”.

Provincianos vs. porteños

La controversia provincianos-porteños se expresó históricamente también en la música. “Es sabido que Dios está en todas partes pero atiende en la Capital. Cuando los provincianos vieron dónde estaba el negocio empezaron a escribirles a Salta o Santiago del Estero desde el bar La Paz”, ironiza Portorrico. “Y ahora es al revés: vienen los rockeros de las provincias como Raly Barrionuevo o Topo Encinar diciendo que hacen folklore. A los muchachos nuevos les importa la música, no si lo que hacen es folklore o no: hay música buena o mala, descartable o perdurable, nada más.”

“Cuando yo empecé, en los ’60, no había ghettos en el folklore. Aparecieron más tarde, cuando empezaron a querer dividirnos, y ahora por suerte se está desandando ese camino”, analiza Teresa Parodi. “Hay una cantidad de provincianos que aman sus raíces y su música, y las trajeron a Buenos Aires, eso hoy está viendo sus frutos. Pero también hay gente como Raúl Carnota, que nació en Mar del Plata y es capaz de componer las más bellas chacareras. Es lo más natural del mundo que todos nos sintamos identificados con el color local”, dice la cantautora.

Folklore porteño

Las influencias cruzadas de los grandes centros urbanos y de los pequeños lugares de provincia se expresan de manera muy natural en toda una nueva generación de intérpretes y compositores. Ellos se formaron en las academias de las capitales, conocen las provincias porque allí tienen sus raíces, familiares y amigos, y se nutrieron de una cantidad de sonidos e influencias musicales que no respetan límites geográficos y que incluyen además otros géneros. Juan Quintero y Luna Monti, programados en Músicas de Provincia, son un ejemplo de ello. “La relación con el paisaje es importante, a mí como compositor me dispara ciertas cosas. Lo que yo hago está muy relacionado con Tucumán, su cerro, su gente, pero casi todo fue gestado desde La Plata o Buenos Aires. Hace rato que, por suerte, se ha roto con esa idea de que si no has vivido en Santiago del Estero no puedes componer chacareras, y uno de los primeros en romper con el prejuicio ha sido Carnota.”

“La música argentina tiene un montón de elementos riquísimos y de a poco está apareciendo todo un movimiento de gente muy interesada en estas formas, más allá de su lugar de procedencia”, se entusiasma el músico. “Nosotros también somos docentes y vemos que hay muchos alumnos que no necesariamente vivieron o tienen familia en el interior, como nosotros, y sin embargo se sienten tan identificados con el folklore como con el tango. De hecho, se están creando muchos nuevos espacios donde aprender folklore dentro de los conservatorios y escuelas”, agrega Luna Monti.

Gustavo Mozzi apunta hacia nuevas propuestas que reúnen rock y folklore, como las de Arbolito o Semilla, entre tantas. “De un tiempo a esta parte empezó a haber una especie de valorización del folklore y se abrió el abanico a distintas formas. Este es un momento de vitalidad interesante en el género, de hecho aparecieron grandes letristas y compositores, algo que no sucede en el tango, donde hay una nueva camada de compositores pero más vinculada a lo instrumental. Gente como Coqui Ortiz o Juan Quintero son músicos de una formación muy sólida y conocedores del género. Hubo, antes, pequeñas revoluciones como la de Gustavo ‘Cuchi’ Leguizamón o Eduardo Lagos, por nombrar dos ejemplos bien distantes, que abrieron un camino en el género para poder incorporar elementos de otros lenguajes.”

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