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Viernes, 12 de enero de 2007
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LIZARDO LAPHITZ Y LA OBRA “INDEPENDENCIA”

Sobre las dificultades para independizarse de los padres

La puesta que se verá desde hoy en Andamio 90 rescata a Lee Blessing, un autor casi desconocido aquí pero de respetable trayectoria en EE.UU. “Plantea una problemática universal”, define su director.

Por Alina Mazzaferro
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“Aquí no hay hombres, es un mundo que requirió de una investigación especial para poder adentrarse.”

Afuera hay treinta grados e impera el calor del asfalto y el aire pesado de un clásico verano en Buenos Aires. Adentro es un mundo aparte. Un pasillo oscuro –el de Andamio 90– lleva a una sala aislada del exterior, donde media docena de actores y técnicos, ajenos a todo, preparan escenografía, cargan, ponen y sacan largas alfombras, o simplemente se mueven sin cesar para acompasarse a ese ritmo ajetreado tan propio del preestreno de una obra. Sobre una escalera, acomodando un farol, se encuentra Lizardo Laphitz, el director de Independencia, la pieza que podrá verse a partir de hoy y todos los viernes a las 21 en la sala de Paraná 660. Laphitz contagia energía. “A mí me encanta el verano en Buenos Aires siempre que haga teatro, de lo contrario no me gusta”, comenta, tratando de explicar esa pasión que le hace preferir el encierro de las tablas al refrescante chapuzón veraniego. “Se pasa bien, con calor y transpirando, pero se pasa bien”, reitera. “Lo que pasa es que nos apasiona mucho la obra, estamos muy contentos de haberla encontrado.”

En realidad, lo de Laphitz y su equipo, compuesto por cuatro actrices (Cristina Dramisino, Cecilia Chiarandini, Mora Recalde y Salomé Vega) fue un verdadero hallazgo. Independencia es una de las grandes creaciones de Lee Blessing, autor contemporáneo norteamericano, desconocido en el circuito teatral local pero muy reconocido en su tierra natal, donde fue nominado a los premios Tony, Oliver y Pulitzer. “Es la primera vez que se presenta una obra de este autor en Argentina. No había publicaciones de sus obras en español”, aclara el director.

–¿Cómo se contactaron con el material?

–Cecilia Chiarandini, una de las protagonistas, estuvo en Estados Unidos y lo conoció. Yo no conocía ni la obra, que es de 1984, ni al autor. La leí y me encantó. Es una obra maravillosa, muy bien escrita. Inmediatamente acepté dirigirla. Además yo ya conocía a las actrices porque fui su docente en la Escuela de Agustín Alezzo, y me gusta cómo trabajan. Chiarandini hizo la traducción y la adaptación. Por suerte no hubo inconvenientes con los derechos.

–¿Cómo la adaptaron a la Argentina de 2007?

–No hay una adaptación al país. La dejamos allá, en Estados Unidos. La problemática que la obra dispara es universal: la de padres e hijos. Eso es lo bueno de la obra, no trata sobre algo que pasa sólo en EE.UU. o Europa. Las relaciones humanas nos conciernen a todos.

“Relaciones conflictivas”, aclara inmediatamente Laphitz, que confiesa haber tenido dificultades para adentrarse en ese universo femenino, desconocido y temido para el hombre. Blessing, maestro en dramatizar casos clínicos, presenta a una madre emocionalmente inestable y sus tres hijas, que se debaten entre la obligación filial de asistirla y sus ansias de independizarse y lograr su felicidad. Todo sucede en el pequeño pueblo de Independencia, en el estado de Iowa, donde vive Evelyn Briggs con sus hijas: Kess, una lesbiana universitaria obligada a regresar al hogar materno a causa de la inestable salud mental de su progenitora; Jo, una romántica empedernida, virgen por mucho tiempo pero que ahora ha quedado embarazada, y Sherry, prepotente y lengualarga, que sólo espera terminar el colegio para abandonar el hogar. “Es una comedia dramática, pero con mucho humor a pesar del tema conflictivo que toca: la relación madre-hija”, cuenta el director. “No hay hombres, los únicos dos que aparecen son fantasmas, no tienen ningún peso. Me parece un mundo complicado, que requirió de una investigación muy especial para poder adentrarse. Por suerte conté con estas cuatro actrices, que me ayudaron muchísimo.”

–La palabra “independencia” en los Estados Unidos de Bush y en tiempos de guerra en Irak debe resonar a muchas otras cosas...

–No necesariamente. Esta obra habla de la independencia de las personas como individuos. El poder independizarse del padre y de la madre y todos los conflictos que hay en ese camino que es el de crecer, desarrollarse, independizarse, ser uno mismo...

–¿Independencia, entonces, en un sentido individualista? ¿Como el individualismo que planteaba Henrik Ibsen?

–Sí, el poder despegar de la trama familiar. La madre, que es la que centra toda la acción, estuvo internada en un psiquiátrico, que existe en la realidad y es muy famoso. Ella estuvo tres meses allí por decisión de una de las hijas. Nunca se sabe si la hija tenía razón o no, pero a la madre la internaron. A través de esta situación ella se convierte en dominante, tiene sometidas a las hijas. Y ahí comienza la lucha permanente por poder independizarse. La obra refiere a eso, no tiene una connotación política.

–El autor trabaja con casos clínicos. ¿Es una obra psicologista?

–Lo psicológico está implícito en todas las relaciones humanas. Y acá está más acentuado porque se trata de una persona que no está bien de la cabeza.

Laphitz, actor, docente de teatro y director, formado en las escuelas de Raúl Serrano, Heddy Crilla y Agustín Alezzo, se muestra muy a gusto con su hallazgo. Entusiasmado con el proyecto, ni a él ni a las cuatro actrices les importó sacrificar el verano para ponerse a ensayar –“todos los días, cuatro horas, durante dos meses”, sin tregua alguna–. En esa actividad de preestreno en el que se ve envuelto todo el equipo se esconde la ansiedad por dar a conocer la obra de este talento norteamericano al público argentino y ver, al fin, su respuesta. “Creo que va a conmover, va a plantear muchos interrogantes”, se adelanta Laphitz. “La poca gente que ya la vio en los ensayos salió conmovida y, diría, removida.” Qué importa entonces dejar para más tarde el chapuzón en la pileta si, con un nominado al Pulitzer y al Tony de por medio, se está nadando en aguas seguras.

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