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No se puede negar que conocen los tips del rocanrol. Después de casi cincuenta años de la industria de las megaestrellas, si hay un género que ha logrado estandarizarse –aun pervirtiéndolo en el aspecto musical– es el de los conciertos de rock. Reglas precisas para encarrilar la transgresión. Sin embargo, no deja de ser una ironía que un espectáculo que se pretende como una sátira de los códigos del rock, pergeñado por el Blue Man Group desde Nueva York, tenga diez compañías dando vueltas por el mundo y se haya convertido en una máquina de facturar, con entradas de hasta 260 pesos en la Argentina. Pero –en ocasión del jueves a la noche en el Luna Park– el guión, presentado por la compañía encabezada por tres mimos azules que (literalmente) no abren la boca en todo el espectáculo, adquirió una vuelta de tuerca entre tanta ironía ante la presencia en la platea de Gustavo Cerati, alguien que podría darle cátedra sobre cómo ser una megaestrella, aunque parecía estar recordando instrucciones ahora que la vuelta de Soda Stereo es un hecho.
Con una puesta en escena impecable, los tres mimos pintados se mueven sobre el escenario como gacelas de sangre azul, estableciendo las instrucciones sobre cómo ser megaestrella. Una sincronización seudosuiza con percusiones que apuestan al trance, un espectáculo donde la cruza de géneros se confunde en función de una historia, y donde la parodia es el hilo conductor de una gran apuesta. Pero a lo mejor todo queda en la apuesta. ¿De qué habla el guión? Básicamente, los tres mimos pelados pretenden ser megaestrellas de rock y para ello compran un manual de instrucciones en un 0-800 de la televisión. Lo que dice el supuesto instructivo interpretado por los performers –que usan tubos de PVC para ensayar sus percusiones– es que para ser una megaestrella hay que saber cómo mover los brazos sobre el escenario, cuándo usar lentes oscuros, cómo establecer una relación con los espectadores –se cae de maduro que sin público que abrace a su idol, no hay megaestrella que aguante–, y merodear con la melancolía, el golpe bajo (hay parodia al sentimiento post 11 de septiembre, demasiado brutal como para ser inteligente) y la cita intertextual.
Si el guitarrista aparenta estar descarriado, la guía propone meterlo en un cubo de cristal (al estilo Superman, cuando se desprende de sus poderes) para encarrilarlo. Y entre todas las alusiones, la que más festeja el público local es la exactísima interpretación instrumental de “Nos siguen pegando abajo” de Charly García; “Sólo le pido a Dios” de León Gieco, y el tango “La cumparsita”, entre otras interpretaciones reconocibles, cuando el instructivo propone, para llegar a la cima, entrar en el panteón de los grandes citando a los aun mayores, interpretándolos con deferencia, y azucarando al público con algo de demagogia.
Cómo ser una megaestrella es sólido en la interpretación musical –la banda suena a la perfección–, e incluso en la puesta actoral, pero su guión merodea el altibajo de la recurrencia que sólo levanta en estridencia cuando la percusión alcanza su máximo nivel sonoro. Y, para finalizar, se sabe que los cierres de los conciertos de rock son evidentemente falsos; dan pie al momento más hipócrita de la celebración: el rockero se va sabiendo que va a volver. Y, si no, bastaba preguntarle a Cerati, ahí sentado entre las primeras filas.
6-COMO SER UNA MEGAESTRELLA
Blue Man Group
Mimos: Jeremy Vonn Gill, Brian Scott y Jeffrey Dornboos.
Músicos: Michael Jason Burns (director/cuerdas), Julian Thoreau Cassanetti y John Skibic (guitarra), Laurence Van Den y Brand Heinemann (stick, bajo, guitarra), Adrian Sinclaire Hartley y Peter R. Moore (voces), Jeffrey Michael Tortora, Clement John Waldmann III y Hari Hassin (percusión), Tod Weiller Waetzig (director musical).
Duración: 100 minutos.
Público: 4600 personas.
Lugar: Luna Park, jueves 7 de junio. Sigue hasta el 17.
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