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Lunes, 10 de octubre de 2005
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ENTREVISTA CON EL PERIODISTA, MATEMATICO Y DOCENTE ADRIAN PAENZA

“También la matemática es bella”

Su flamante Matemática... ¿estás ahí? figura entre los libros de no ficción más vendidos. Paenza busca demostrar cómo esta ciencia, que parece esquiva para muchos, forma parte de la vida cotidiana de todos.

Por Silvina Friera
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Paenza conduce el ciclo de tv Científicos Industria Argentina.
Aunque dice que la matemática no tiene abogado que la defienda, que siempre pierde y no tiene buena prensa, Adrián Paenza consigue entusiasmar al más apático lector o interlocutor. Tal es la pasión con la que habla y escribe de la belleza de esa ciencia que se exhibe en las escuelas como la eterna “torturadora universal”. En Matemática...¿estás ahí? (Siglo XXI), el periodista, matemático y profesor se convierte en el mejor de los abogados al demostrar cómo la matemática forma parte de la vida cotidiana de todos. Los problemas, los enigmas, las historias, las anécdotas y curiosidades que plantea no tienen únicamente un propósito instrumental. El fin último de Paenza es artístico, pulsa la cuerda de esa belleza, que se supone esquiva, y conmueve y seduce. El libro, con una tirada inicial de 6000 ejemplares, está agotado a sólo quince días de haber aparecido en las librerías, y figura primero entre los más vendidos, antes inclusive de Fernando Savater y Oriana Fallaci.
Paenza, un tanto sorprendido, sostiene que hay una conjunción de factores que pueden explicar el extraño interés que suscita un libro de divulgación sobre la matemática. “Soy una persona conocida por mi programa de televisión (Científicos Industria Argentina) que habla de una ciencia ‘rara’ que la gente tendría ganas de conocer. Pienso que muchos se deben preguntar qué le pasa a este tipo que le gusta el fútbol, el básquet y la matemática”, bromea en la entrevista con Página/12.
–¿Por qué es rara la matemática? ¿Será porque es considerada difícil?
–No creo que sea difícil, es rara porque está muy mal difundida, tiene muy mala prensa. Es como cuando alguien dice que una comida no le gusta antes de probarla: la gente decidió no elegir la matemática antes de conocerla. Ha habido un fracaso de parte de todos los que la comunicamos, las vías que hemos elegido no han funcionado. Deberíamos darle a la gente, a los chicos sobre todo, una oportunidad para que eventualmente la desechen. Además los padres, a los que también les pasó lo mismo, comprenden y aceptan que a sus hijos les vaya mal o que no entiendan. Si damos respuestas a preguntas que no se hicieron los chicos, estudiar es muy aburrido. La comunicación está hecha en forma equivocada, y por eso tenemos que buscar otras maneras de comunicar la matemática.
–¿Su libro apuntaría en esta dirección?
–Sería muy arrogante de mi parte que dijera que me he propuesto comunicar la matemática de una manera diferente. Lo que intento decir es que no hay que creer que los matemáticos tenemos patente de inteligentes, de raros. Cuando uno habla de la distribución de la riqueza en forma más equitativa siempre se refiere a cuestiones de tipo económico. Pero también es un compromiso distribuir equitativamente la riqueza intelectual, y perderse la matemática es una pena porque enseña a pensar de una manera que proporciona una red intelectual sobre la cual podés hacer piruetas.
–Usted advierte que hay una suerte de orgullo heredado entre los adultos: “yo de esto no entiendo nada”. ¿Cómo explica que tenga tanto “prestigio” negar la matemática?
–Hay mucha gente que decía “con la computación no tengo nada que ver”. Es como si alguien dijera: “los autos no son para mí, quiero andar a caballo”. Por supuesto que no tiene nada malo andar a caballo, sólo que la humanidad funciona con otras velocidades. Es más cómodo decir “eso no es para mí”, pero no se puede sostener que la matemática no sirve para nada porque tiene demasiado prestigio intelectual, y la sociedad siempre está a la búsqueda de encontrar un subgrupo de privilegiados: los inteligentes, los prodigios. La sociedad necesita a alguien que sobresalga, un Maradona en cada una de las disciplinas. Los que dicen que no entienden son la mayoría; el problema sería pertenecer a una minoría porque tiene muchas dificultades para ser aceptada. Este orgullo se fue trasvasando generacionalmente, viene heredado, forma parte del folklore: “quedate tranquilo, estoy dentro del grupo de los que no entiende nada, soy del palo”. Pero yo quiero violentar esto, lo quiero movilizar: no está bien, se están perdiendo algo y la culpa es nuestra.
–Usted se pregunta si existe otro caso en el que el desconocimiento se manifieste con tanto orgullo. ¿No sucede algo similar con la política?
–No. En la Argentina la política ha defraudado a la gente, pero no es inaccesible como la matemática, sino que se la piensa como una actividad corrupta y alejada de la realidad. No me parece que haya una dificultad para entender, el problema es que hay una separación entre la verdadera política y la que uno ha conocido hasta acá. Pero no es que la gente no entienda lo que le están diciendo los políticos.
–Pero en los dos casos hay frustración: el que intentó aprender matemática y no pudo, y el ciudadano que siente que la política lo defraudó.
–Sí, pero el ciudadano logró acceder y lo decepcionaron. En lo que se verbaliza parece similar, pero hay una diferencia intelectual. El problema es que la gente no elige la matemática porque la sociedad la descartó de antemano.
Algunas de las preguntas más frecuentes que le hacen a Paenza aparecen en Matemática...¿estás ahí?: ¿Para qué se usa eso que hacés?, ¿Siempre te dan las cuentas?, ¿Se usan todavía los longarritmos (sic)?, ¿Hay algo de la matemática que sirva para conquistar chicas?, ¿Cuando hay cero grados no hay temperatura?, ¿Los “capicúas” traen suerte? “La matemática es una herramienta de la vida cotidiana, pero no lo quiero plantear solamente desde el punto de vista mercantil: ‘la matemática te sirve para esto’ –aclara Paenza–. La matemática también es linda, bella, atractiva, seductora, hay que aprender a resolver un problema y eso es frustrante”.
–Para la mayoría de la gente, la matemática es la ciencia de los números, pero usted señala que esta definición se utilizaba hace 2500 años. ¿Por qué el conocimiento sobre la matemática atrasa tanto?
–No queda claro qué es lo que hace un matemático. Si te cruzás con una persona por la calle y le decís que sos doctor en matemática, a lo mejor piensa que curamos los números si se enferman (risas). Esa definición estaba bien hace 2000 mil años, pero han pasado muchas cosas. Esta pregunta me la hizo mucha gente; no es una novedad, pero está bien que nos estemos preguntando sobre esta disociación. Si despertáramos hoy a un cirujano que vivió en el año 1900 y lo pusiéramos en un quirófano, el tipo no entendería nada. El cuerpo es el mismo, pero él no podría hacer nada porque todo el instrumental ha cambiado. En cambio, si resucitás a un maestro del 1900 y lo ponés en la escuela primaria, a lo mejor podría dar clases.
–Usted rechaza el concepto de niño prodigio porque implica “anormalizar”. ¿Esta idea es más fuerte en quienes estudian la matemática?
–No, la matemática es una manera más de simbolizarlo. ¿Qué es ser inteligente? ¿Cuál es la definición de inteligencia? Yo discutiría muchísimo esto y, además, no lo sé. Einstein no estaba diciendo todo el tiempo, cuando se levantaba a la mañana, “hoy voy a hacer un teorema”. En general, todas las personas ponemos ladrillitos, y de vez en cuando aparece un tipo como Einstein que coloca veinte ladrillos juntos. Yo fui un privilegiado, nací en un lugar en donde se me dieron las condiciones para que eligiera. En mi casa había escultura, pintura, a mis padres les gustaba la música. Yo elegí algo de lo que estaba arriba de la mesa, pero eso no me hace ni mejor ni peor. Yo no quiero matematizar el mundo, lo que quiero es que cada persona tenga la posibilidad de tener la matemática ensu menú. La obligación moral de las personas que tenemos una vida como la mía es lograr que estas condiciones, que fueron de mucho privilegio, sean ofrecidas a la mayoría. No hay ninguna razón para que haya chicos que no tengan las mismas posibilidades que tuve yo.

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