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Viernes, 6 de julio de 2007
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PAULA HERNANDEZ HABLA DE SU PELICULA SOBRE LA FAMILIA LUGONES

“Esto fue un gran aprendizaje”

En el documental Familia Lugones. Un viaje a la historia argentina del siglo XX, la realizadora recorre la historia pública y privada de una familia signada por la tragedia.

Por Oscar Ranzani
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“Está surgiendo una necesidad de poder indagar en nuestra historia y encontrarle una mirada diferente.”

Es realmente llamativo que haya pasado tanto tiempo hasta que se filmara una película sobre la familia Lugones, si se tienen en cuenta los condimentos cinematográficos que caracterizaron su historia trágica: Leopoldo, tal vez el más conocido por su condición de poeta, pero además por el viraje de su pensamiento político, que pasó del socialismo a la derecha, se suicidó en el Tigre; a su hijo Polo, comisario y jefe de policía de la dictadura de Agustín P. Justo –que también se suicidó–, se le atribuye el invento de la picana eléctrica; su nieta Piri, hija de Polo, se presentaba como “la hija del torturador”, fue militante montonera, fue secuestrada por un grupo de tareas en 1977 y luego desaparecida; su bisnieto Alejandro Peralta Lugones, hijo de Piri, se mató a los 20 años, terminando de hilvanar ese hilo de tragedia que caracterizó a la familia del autor de La guerra gaucha. Como se puede apreciar, la historia tiene condimentos para una película. Y sobre ellos posó su mirada Paula Hernández, directora de Herencia, para realizar el documental Familia Lugones. Un viaje a la historia argentina del siglo XX que, a su vez, encierra una pequeña ficción: dos adolescentes (Martín Piroyansky y Nahuel Pérez Biscayart) inician un viaje de vacaciones al Tigre y terminarán conociendo la historia de los Lugones. Fundiéndose con estas escenas aparecen los entrevistados que aportan su conocimiento: Felipe Pigna, Horacio Verbitsky, María Pía López, Osvaldo Bayer, Noé Jitrik, Horacio González y Julia Constenla, entre otros.

Familia Lugones... –que se estrena mañana en el Malba– forma parte del proyecto “Vidas Argentinas” del Centro Cultural Caras y Caretas (con el apoyo del Incaa), a través del cual diversos realizadores se detendrán en la historia de personajes que fueron olvidados o de los que se conoce poco a nivel masivo. En la entrevista con Página/12, Hernández comenta que si bien había material de archivo y podía contar con entrevistas, “quería que el documental tuviera algo más. Entonces, empecé a pensar si no había que armar una pequeña ficción que, de alguna manera, sostuviera el relato”. La joven realizadora confiesa que la voz en off a cargo de Piroyansky relatando cómo su personaje y el de Pérez Biscayart van desentrañando la historia de los Lugones, “era casi como una voz en off de lo que a mí me estaba pasando, de lo que yo estaba buscando y de lo que iba encontrando a medida que avanzaba el documental”. “Me parecía –agrega– que estaba bueno también jugar con el contrapunto: una mirada más joven desprovista de información sobre quiénes eran estos personajes. A partir de ahí empecé a armar esta ficción donde se va colando el documental.”

–¿Cómo fue la etapa de investigación?

–Al principio pasé mucho tiempo leyendo cosas en la Biblioteca Nacional durante unos cuantos meses. Leí cosas de Lugones, cosas que el hijo había escrito sobre él y cosas que Lugones había escrito sobre literatura y política, hasta lo que había aparecido en los diarios. También pasó que había gente que se acercaba porque sabía que estaba trabajando sobre los Lugones. De pronto, me cayó el diario que había escrito Alejandro Peralta Lugones antes de matarse, durante esos meses previos que estuvo en el Tigre. Fue un material que ni siquiera pensé que en su momento iba a poder tener. O mucha información que me dio la hija de Piri Lugones, que vive en Francia. Se fue armando desde lugares muy distintos: desde cosas más institucionales, más académicas, buscando en la biblioteca, a cosas mucho más personales e íntimas que también me interesaba trabajar desde ese lugar. Los entrevistados también tuvieron una generosidad enorme. Fueron entrevistas muy largas, en general, y accedieron a contar muchas cosas. Se fue armando desde todos esos lados.

–El viaje de los chicos es además una metáfora de otro viaje propuesto al espectador, que atraviesa cuatro generaciones de la historia argentina...

–El viaje tiene que ver con un montón de cosas. Tiene que ver con la búsqueda, con el transportarse en el espacio y en el tiempo. Es un viaje de búsqueda para esos personajes de la ficción y fue un viaje de búsqueda y aprendizaje para mí acercarme a este material. Y es un viaje para el espectador meterse en un mundo de cuatro personajes que, de alguna manera, son también un viaje por la historia argentina. Están totalmente atravesados por el momento político, social, cultural de cada una de las épocas que vivieron cada uno de ellos. Eso es muy claro en las cuatro generaciones. Alejandro Peralta fue el que murió más joven y el que tuvo menos desarrollo. Pero seguramente hubiera sido algún personaje bastante identificatorio de una generación.

–¿Por qué la idea fue reflejar no sólo el aspecto público, sino también el privado de los personajes?

–Me parece que el aspecto público, en general, es lo que se conoce. Uno habla de los años ’70 y tiene mucha información. Me pasaba con algunos entrevistados, a los que les decía: “Ya sé cómo es la militancia, la agrupación política. Hay cosas que las sé. Pero ¿cómo era la vida cotidiana dentro de eso? ¿Cómo eran todos los días, qué pasaba en la diaria?”. Y me parecía que eso era como encontrarles un costado a los personajes que, en algún punto, es como humanizarlos. No son solamente los arquetipos, los próceres. Los ponía en un costado mucho más cercano, por lo menos a mí, para hacer el trabajo, y para el espectador.

–¿Cuál de los Lugones tenía la personalidad más controvertida?

–Hay dos: Leopoldo Lugones y Piri Lugones. El personaje que más me gusta es Piri. Pero me parece que los dos debían producir mucho impacto por distintos motivos. Leopoldo Lugones, simplemente con la pasada política de la izquierda a la extrema derecha, ya deja muchísimo para hablar. Pero no es solamente eso. También está su vida sentimental, su vida como literato. Me parece que fue un tipo controvertido. Y Piri Lugones era un personaje de mucha fuerza, de patear tableros y de mucho enfrentamiento por un lado, pero, al mismo tiempo, de mucha fragilidad. Me parece un personaje muy sensible, muy tierno.

–¿Por qué hay pocos documentales sobre la historia argentina?

–No lo sé. Igual me parece que es algo que está empezando a surgir mucho ahora, como una necesidad de poder indagar en nuestra historia, y quizás a encontrarle una mirada diferente. Lo ves todo el tiempo, que hay una cosa más divulgación y de acercamiento a la gente. Hubo períodos en lo que eso existió y otros en que no y me parece que está bueno que eso exista. Más allá de la historia, también con la literatura y con un montón de cosas me parece que hay un acercamiento a hacernos cargo, de lo que pasamos, de lo que vivimos. Quizá dentro del audiovisual lo tomó más la ficción. El documental se debe esa revisión y me parece que es algo que está pasando.

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