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Sábado, 25 de agosto de 2007
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LA HISTORIETA “FABLES”

El cuento de hadas que no tiene edad

La historia de Bill Willingham ganó once premios Eisner y propone una relectura de los relatos infantiles desde una perspectiva para adultos.

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El autor hace convivir al Lobo Feroz, Blancanieves y el Príncipe Encantado.

Tal parece que una vez por década la línea “para lectores maduros” de la editorial norteamericana DC Comics edita una de esas historietas que dejan al lector más exigente plenamente satisfecho: en los ochenta fue Alan Moore, con la revitalización de Swamp Thing, y en los noventa fue su heredero, Neil Gaiman, con la creación del multipremiado Sandman. Desde 2002 es el turno de Fables, una historia creada por Bill Willingham y dibujada por Mark Buckingham que, aunque rompe con el lirismo o la potencia estilística de las anteriores, no deja de tener una trama cuidadosamente construida y momentos geniales. ¿De qué trata Fables (Fábulas)? Cuenta la historia de los habitantes de “Fabletown”, un barrio secreto de Manhattan en el que vive una multitud de personajes salidos de varios reinos de los cuentos de hadas, y la novedad es que acaba de ganar dos premios Eisner (el más alto galardón que otorga la industria del comic en Estados Unidos) que se suman a los nueve que ya tenía.

Con los premios obtenidos hasta el momento, Fables se ubica a sólo tres de los que obtuvo Gaiman por las historias de Morfeo en su famosa serie. Visto y considerando que hay fábulas para rato, que la historia continúa y que a Willingham le quedan muchos personajes populares por reinterpretar, no sorprendería que consiga desbancar a su antecesor. Costará, eso sí, que consiga quitarle el honor de tener un World Fantasy Award, que el inglés obtuvo en 1991 y cuya entrega irritó tanto a los escritores que el reglamento del concurso se cambió para que ninguna historieta pudiera ganarlo nuevamente.

En Fables, un misterioso personaje conocido como “El Adversario” invadió y conquistó los territorios que habitaban los personajes, forzándolos al exilio. Establecidos en Nueva York desde entonces, la diáspora se dividió en dos grupos, uno con residencia en la ciudad, otro en el campo (el de quienes no podían pasar inadvertidos entre los humanos). El trabajo de Willingham es una alegoría sobre la pérdida de inocencia, los manejos del poder, el conflicto en Medio Oriente (objeto de simplificaciones burdas francamente inquietantes) y la lealtad. En rigor, ni siquiera es éste un comic clásico de aventuras (aunque tiene sus pequeñas épicas); por ejemplo, su primer arco argumental es un policial noir, el segundo un thriller político y hay cabida hasta para dramas románticos.

En todo caso, como otras historias fantásticas verdaderamente buenas, Fables aprovecha su mundo encantado para decir cosas sobre el nuestro y lo hace con nivel, aunque se pueda no coincidir con buena parte de lo que Willingham sugiere en sus metáforas. Por otro lado, la postura del autor no difiere demasiado de la que nos llega de formas más torpes, de otros medios de comunicación norteamericanos. Los personajes que presenta la historia incluyen a Blancanieves, como principal ministro del alcalde de la pequeña comunidad, y al Lobo Feroz (que aquí ha conseguido adquirir forma humana y por eso puede permanecer en NY), como el sheriff. Ambos serán reemplazados luego en su cargo por la Bella y la Bestia, respectivamente, con la llegada a la alcaldía del Príncipe Azul quien, haciendo honor a su nombre en inglés (“Prince Charming”, es decir “Príncipe Encantado”), encandila a los votantes y a sus –numerosas– amantes.

Si esta relectura de los tradicionales cuentos de hadas parece bizarra, esto no debe hacernos creer que por incluir a los clásicos personajes infantiles se trate de una historia para niños. No en vano la serie se edita en la línea Vértigo, la responsable de mucho de lo mejor que se ha hecho en el ámbito de las viñetas en el país del Norte, aun a fuerza de importar talentos. Fables recurre a los personajes tradicionales y los reinterpreta de una forma plenamente adulta. Allí está para recordarlo “Prince Charming”, que tiene tras de sí un tendal de divorcios y un historial de adulterio bastante amplio. Allí están también los fusilados por traición tras una revuelta en la granja (en un homenaje a Orson Welles que Ricitos de Oro, uno de los líderes rebeldes, se encarga de remarcar).

Otros dos personajes importantes son “Frau Totenkinder” y “Jack of Fables”. La primera es una poderosísima bruja. En palabras del guionista, es una personificación “de todas las brujas de los cuentos de hadas”. Su participación más publicitada, sin embargo, es en la conocida historia de Hansel y Gretel. Con un perfil bajo, es sin embargo uno de los habitantes más poderosos de Fabletown y llega a derrotar en combate singular a “Baba Yaga”. El segundo, Jack, también es una síntesis de todos los “Juan” de las historias. Desde el que mata a un gigante al que compra guisantes que lo llevan al reino de las nubes. Su personaje fue tan popular que ha ganado el privilegio de tener su propia serie derivada de la que le dio origen. El autor supo transformar personajes instalados en la iconografía popular, dotándolos de personalidades atractivas, lejos de la media de las historietas de superhéroes (occidentales u orientales por igual) que acaparan las estanterías de las comiquerías. Tomó, además, una decisión inteligente: su historia está por fuera del universo narrativo que engloba a sus primos más conocidos.

Informe: Andrés Valenzuela.

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