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Lunes, 3 de septiembre de 2007
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LA OTRA CARA DEL BAUEN

Un espacio para el arte alternativo

Los integrantes de la cooperativa que volvió a poner en funcionamiento el hotel reivindican el rol cultural que cumple, a través de recitales, obras teatrales y exposiciones. “Nuestro desafío es poder ser la otra cultura”, coinciden.

Por Cristian Vitale
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“En este tiempo han surgido aquí desde músicos hasta pintores”, cuentan los trabajadores del Bauen.

Dieciséis duendes, laboriosos y combativos, se enfrentan al atropello de un rey, ambicioso y violento, y ganan la partida. El proceso es lento, sacrificado y tenaz. Se teme, se cree o se sufre, jamás se claudica. A Mirta Narosky, escritora y dibujante nacida en Lanús, se le ocurrió que la parábola –cruza de fantasía y realidad– era la mejor manera de explicarles a las nuevas generaciones el devenir del Hotel Bauen: ayer empresa, hoy cooperativa. Y escribió un cuento, “Duendes por la dignidad”, que cautivó a Osvaldo Bayer. “Los duendes responden con los hechos. Se organizan, trabajan y presentan las evidencias. Tal cual lo han demostrado los trabajadores del Bauen: ante el abandono por parte de los dueños, ocuparon el hotel y se pusieron a trabajar para ponerlo en marcha. Y lo lograron. Hoy es un hotel para todos. Para huéspedes de todo el país y el extranjero, pero también sus salones se abren para la cultura, el arte y las discusiones... para dialogar sobre cómo sanear la sociedad y hacerla más libre y justa”, prologa el descubridor de la Patagonia Rebelde en un libro que, apenas con 36 páginas, sintetiza con tacto el cruce capital-trabajo que derivó de la crisis económica.

“Con la gestión colectiva, terminamos sacando afuera lo mejor de cada uno. En relación con la cultura, hay muchos ejemplos de trabajadores del Bauen con inclinaciones artísticas. Han surgido desde músicos hasta pintores”, remarca Federico Tonarelli, miembro de la cooperativa. El minilibro –escrito por una de las duendes– es un dato. Pero hay bastante más. En uno de los momentos más complejos de los trabajadores frente a la avanzada empresarial, resalta como nunca el papel que ha cumplido la cooperativa en términos artísticos y culturales, desde que rompieron los candados a martillazos mediando 2001. Más allá de cumplir con el rubro servicios, la cooperativa ha motorizado un rol paradójico: puso el espacio –reacondicionado y en movimiento– al servicio de causas relacionadas con el arte y la cultura alternativas. Con las habitaciones conviven el amplio auditorio del fondo –epicentro de obras de teatro, asambleas y conferencias–, el piano-bar del primer piso, donde tocan bandas que han quedado fuera del circuito post Cromañón, salones para exposiciones pictóricas y recovecos que han trocado su utilidad respecto de la anterior administración. Javier, de la productora audiovisual Agoratv, muestra la oficina del subsuelo atiborrada de DVD de edición propia que esclarecen la fusión cultura-lucha: León Gieco, La Renga y Attaque 77 en Zanon; registros fílmicos sobre la historia del anarquismo en Argentina; el juicio a los trabajadores de Gráfica Patricios o un homenaje a las madres Eureka. “Nuestro desafío es poder ser la otra cultura. Luchar contra ésta, con sus relaciones establecidas, para fundar otra más solidaria, que se nutra de la relación directa entre los trabajadores. Cuesta instalarlo, porque hay otro modelo de años, pero es la semilla del futuro”, apunta Wilfredo Román, un duende de la cooperativa Vidrios Devoto, que integra el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER).

El “hecho” cultural fundante fue el recital que dio la Orquesta Juvenil de Venezuela. Ayudó, junto con diversas donaciones, a reacomodar un hotel desguazado. A partir de allí, y resuelta la apertura, el sitio sirvió para la grabación en vivo del disco de José Piazza –trompetista de la orquesta estable del Teatro Colón–, el estreno de obras de teatro alejadas del circuito comercial, la asamblea que detuvo la Ley del músico –900 personas, hecho inédito–, exposiciones, debates actuales como “Pensar Cromañón”, que reúne a víctimas y familiares todos los jueves en el auditorio, hospedajes a músicos (Reincidentes, Agarrate Catalina, Raly Barrionuevo, etcétera), ciclos de cine para escuelas del conurbano, que ya recibieron 1600 alumnos y 110 docentes. O las reuniones de alumnos y docentes de la Escuela de Avellaneda, que hace seis meses están sin clases. “Los compañeros vienen y se sienten en su casa. Hay una adhesión sentimental, porque el hotel expresa la posibilidad negada al conjunto de trabajadores. De las empresas recuperadas, es la que más puso en práctica la solidaridad activa con el movimiento social. Hasta los partidos políticos se ponen de acuerdo cuando se trata del Bauen”, remarca Román.

“La conexión con la gente del arte es automática”, apuntala Tonarelli, “Hay una comisión dedicada a establecer acuerdos, que contemplan las dificultades que tienen los grupos de música para salir a tocar. La idea es que todas las bandas que no tienen lugar en los circuitos convencionales lo tengan acá, en buenas condiciones y accesible.” Los trabajadores están esperando que se destrabe el conflicto para ir a más. Una de las ideas es fijar días especiales para cada género musical y potenciar, de entre ellos, los que cuentan con menos espacios. “Estamos pensando en armar el Bauen Blues Club –equivalente del BB King Blues Club– y generar un lugar de encuentro para bluseros”, lanzan y no piensan en las dificultades que un espacio en movimiento permanente acarrea en términos “económicos”. “Bienvenida la gente que no quiere venir por ser un hotel solidario. No nos gustaría tenerlos como huéspedes... si no vienen queda claro quiénes son”, dispara Tonarelli.

Luego del fallo de la jueza en lo comercial Paula Hualde, que obligaba a los trabajadores a desalojar el hotel en 30 días, la situación está más relajada. Al día posterior del recital multitudinario que cerró León Gieco en Callao y Corrientes –seis mil personas–, la Justicia aceptó la apelación presentada por los trabajadores y ahora hay que esperar que el juzgado eleve el expediente a la Cámara de apelaciones. También lograron ser recibidos por el ministro del Interior, Aníbal Fernández, que se comprometió con las dos líneas de Madres de Plaza de Mayo como testigos, a investigar el caso. El meollo de la cuestión, para que se entienda, tiene que ver con ciertos manejos turbios de las empresas que administraron el hotel hasta su quiebra, en 2001. La historia delata que fue construido por Marcelo Iurcovich en 1978. La plata la puso el Estado a través de un crédito público otorgado por el Banco Nacional de Desarrollo (Banade) que, según sostienen los trabajadores, nunca fue pagado. “Hay una deuda de entre 15 y 20 millones de pesos... el Gobierno se comprometió a investigar concretamente, porque ésa es plata del Estado”, informa Tonarelli.

En 1997, luego de 19 años de gestión, Iurcovich vendió la empresa a Solari SA y la historia se volvió a repetir: el comprador pagó una cuota y se olvidó del resto. Los nuevos “dueños” duraron hasta el 28 de diciembre del 2001, cuando se decretó la quiebra, y más de cien empleados quedaron en la calle, hasta que el 21 de marzo del 2003, ex trabajadores retomaron la gestión por su cuenta y volvieron a poner el hotel en marcha. Hoy, la cooperativa da trabajo a 156 personas y la lógica empresarial, animada por el repunte de la situación económica y las mejoras sustanciales que los trabajadores lograron en dos años, juega otra vez a más. “La familia Iurcovich realizó una venta simulada a la empresa Mercoteles, poniendo como director de la misma a su cuñado Samuel Kaliman, que alega ser comprador de buena fe, y desconocer cualquier relación con los Iurcovich... lo que se dice un buen testaferro. Se creó una nueva razón social al mismo tipo que lo construyó hace 30 años sin poner un peso”, redondea, contundente, Tonarelli.

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