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Viernes, 21 de octubre de 2005
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EL CICLO EMPIEZA HOY EN EL C. C. RICARDO ROJAS

Diez coreógrafos para poner en movimiento a Beethoven

Alejandro Cervera es el impulsor del Ciclo Beethoven 05, que tiene como base las sonatas y reúne a diez coreógrafos.

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Cervera, Araiz, Szperling y Trunsky, incluidos en el ciclo.
“Beethoven jamás hubiera imaginado que alguien en Sudamérica iba a pensar que sus sonatas podían ser bailadas, cuando son piezas de concierto. Y, sin embargo, a nosotros no nos parece un sacrilegio hacerlo”, dice Alejandro Cervera, coordinador del área de danza del Centro Cultural Ricardo Rojas e ideólogo y organizador del Ciclo Beethoven 05, que comienza hoy a las 21 en la Sala Batato Barea (Corrientes 2038) y que reunirá a diez coreógrafos que se aventurarán en el complejo universo musical de Ludwig van Beethoven.
Durante toda la semana pasarán las creaciones de Oscar Araiz, Mauricio Wainrot, Roxana Grinstein, Marta Lanterno, Andrea Fernández, Miguel Angel Elías, Carlos Trunsky, Susana Szperling, Gustavo Lesgart y Soledad Pérez Tranmar, basadas en las sonatas para piano del compositor, interpretadas por los pianistas Miguel Angel Scheba, Edith Bernárdez y Federico Oro.
“La idea surgió cuando hace dos años empecé a estudiar unas sonatas de Beethoven; volví a acercarme a este mundo tan complejo, raro, caprichoso y me pregunté cómo sería en manos de un coreógrafo”, cuenta Cervera. “En principio el proyecto era grande: hacer las 32 sonatas; un megaproyecto que no se pudo hacer y finalmente quedó reducido a 10 obras. Son todas piezas muy pianísticas, muy difíciles de bailar –explica–, por eso lo pensé como un desafío para los coreógrafos, el abordar este mundo tan complicado, exclusivamente musical. Los coreógrafos tenían que tener mucha experiencia, y era una buena oportunidad para traer al Rojas gente reconocida.”
A partir de esta premisa, Cervera repartió las sonatas entre los coreógrafos convocados y, así, algunos antes y otros más tarde, cada uno inició a su modo su proceso creativo. “Para mí la música es el disparador de una imagen, un movimiento”, cuenta Oscar Araiz, y confiesa: “Nunca me sentí estimulado por la música de Beethoven aunque me encanta escucharla. Creo que hay un factor sentimental por lo que yo la rechazaba; tiene un mundo de sentimientos tan fuerte que es difícil de acompañar”. A Araiz le resultó engorroso hallar una sonata para realizar su obra –que abrirá el ciclo– hasta que “conocí la última, la nº 32, y encontré un universo diferente, una textura sonora a la que describo como una vía láctea”. Como resultado surgió, “casi sin haberlo planeado”, un solo de 20 minutos interpretado por Rosana Zelaschi en el cual se entreteje “esta cosa emocional que yo quería evitar, pero apareció como algo natural. Nunca pretendimos expresar nada, pero terminamos cargados emocionalmente los dos”.
Muy distinta fue la experiencia de Trunsky, quien se autodefine como un “enamorado de estas sonatas”. En seguida se entusiasmó cuando Cervera le designó la tercera y emprendió el trabajo como un desafío: “el clima de la sonata nº 3 fue muy difícil de abordar porque tiene un brillo, una simpatía y una alegría que jamás transito”, explica el coreógrafo que trabajó tres para crear un trío juvenil con pequeños guiños de humor que lleva el nombre de Las tres B de Beethoven, y que cerrará el ciclo. “Decidí enfrentar el sonido con el movimiento y dejar que aparezca el sentido sobre el final”, cuenta. “Es que la música tiene una estructura muy clásica y tan perfecta que hace que se vuelva complejo el trabajo cuando la sonoridad expresa tan claramente un sentimiento y lo hace con extrema profundidad y genialidad”.
“También es compleja esta música porque está llena de cambios, es muy veloz y con muchas escalas, lo que me obligó a contar la música (cosa que hace rato que no hacía) y si algo no va en seguida salta a la vista” agrega Szperling, que trabajará con la sonata Nº2 combinando el universo de Beethoven con el mundo pop y contemporáneo.
“Las formas de la cultura cambian, se adaptan y se transforman –reflexiona Cervera– y lo que nosotros estamos haciendo confirma este dinamismo: hacemos contacto con cosas de otro tiempo, tendemos algún puente, casi sin darnos cuenta. Es como si esas obras nos llamaran”. Sin preocuparse por los modos en que se tienden estos puentes entre el siglo XIX y el XXI y sin considerarse reivindicadores de un legado musical, el grupo trabaja con la mayor naturalidad, tratando a Beethoven como a un contemporáneo. “Es que está fuera del tiempo –concluye Oscar Araiz–, la esencia de su música no tiene que ver con un momento histórico sino con la genialidad y lo verdadero.”
Informe: Alina Mazzaferro.

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