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Viernes, 26 de octubre de 2007
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OPINION

Una herida que no cierra

Por Taty Almeida *

Yo me crié en un ambiente de militares. Todos militares en mi familia: mi padre, un viejo milico de caballería, teniente coronel; mi hermano, coronel, si se puede llamar política, lo único que yo sabía es que era antiperonista. A Alejandro lo desaparecen en el ’75, para mí, bajo un gobierno peronista. ¿A quién empiezo a recurrir? A las amistades, a los conocidos. Con uno de mis cuñados lo fuimos a ver a Harguindeguy, el entonces ministro del Interior, que había sido un oficial de mi padre. Le pedimos que hiciera algo, pero él me dijo: “Sí, claro, señora, pero fueron los peronistas”. Y yo le creía, ¡Dios mío! Galtieri fue jefe de mi hermano. Yo socialmente lo conocía, a él y a su mujer. Por supuesto, nada. A Agosti, compañero de uno de mis cuñados de Aeronáutica, lo fui a ver a la casa. Nada. Pasado el tiempo yo me entero, en el ’78, que había un grupo de mujeres que iba a la Plaza de Mayo. Pero yo decía: “¡Qué sé yo quiénes son esas mujeres!”. Y empecé a vencer prejuicios y me acerqué a la ronda. Me acuerdo de la primera vez que fui: cuando llegamos no había nadie, pero a las tres y media no sé de dónde salieron, fue impresionante. Era una ronda enorme. Y entonces vi todo eso y me dije: “¡Cuánta gente! Acá no estoy sola, no soy la única”.

Me decidí y fui a la casa de Madres. Vi una pared llena de fotitos. Me acuerdo que me atendió María Adela Gard: “Decime, m’hijita, ¿quién te falta a vos?”. Sólo eso se preguntaba, no importaba religión ni política: unidas por la desaparición de nuestros hijos. Yo me siento orgullosa de haber parido a mis tres hijos pero, a su vez, me siento parida por Alejandro. El parió a esta Taty que salió de esa nebulosa, que aterrizó. Empecé una nueva vida con la militancia y hoy soy una Madre de Plaza de Mayo. Algunos nos llaman heroicas, pero no lo aceptamos. Hicimos lo que cualquier madre hubiera hecho por un hijo, lo más preciado que tiene. Es un dolor visceral; no hay palabras. Huérfanas, viudas, se entiende lo que es. Pero no existe una palabra que signifique la pérdida de un hijo. No tiene nombre, es una herida que jamás se cierra. Eso que dicen que el tiempo cierra las heridas... Mentira. Yo cada vez lo extraño más a Alejandro.

* Texto incluido en la muestra Spazi.

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