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Domingo, 30 de marzo de 2008
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REED BRODY, EL EJE SOBRE EL QUE GIRA EL FILM THE DICTATOR HUNTER

“Los países centrales tienen responsabilidades políticas”

El vocero y asesor jurídico de la ONG Human Right Watch “protagoniza” el film dirigido por la documentalista Klaartje Quirijns, que se verá en el Bafici. La cámara lo sigue, literalmente, en la caza de un dictador africano.

Por Mariano Blejman
Reed Brody junto con familiares de víctimas del dictador chadiano Hissène Habré.

Reed Brody dista mucho de parecer quien uno podría imaginarse como protagonista de un film que se llama The dictator hunter (o, en español, “el cazador del dictador”). No se trata éste, a pesar del buen título, de un thriller estadounidense, en donde Brody encarna una especie de aventurero que recorre el mundo en busca de los malos de la película. No. Tampoco corresponde al imaginario del caza nazi de los servicios de inteligencia israelíes, que venían a la Argentina a capturar a los criminales de la Segunda Guerra Mundial. No. Brody ni siquiera podría ser aquel personaje de Borges (por un imaginario error de tipeo de El informe de Brodie) que había sido misionero escocés y había predicado la fe cristiana en el centro de Africa o en Brasil. Sin embargo, el título del film que protagoniza le calza perfectamente. Aunque algo de predicamento hay en Reed Brody, vocero y asesor jurídico de la ONG Human Right Watch. Además de participar del andamiaje legal que detuvo al dictador Augusto Pinochet en Londres, ha dedicado buena parte de sus últimos siete años a lograr las condiciones políticas para que Hissène Habré, dictador de Chad, acusado de cientos de asesinatos durante su mandato en los ’80, fuese juzgado en Senegal (donde Habré reside como exiliado) o en Bélgica, donde Brody reside, apelando a la jurisdicción internacional. Por así decirlo: Brody es más bien un persistente abogado, un hombre de familia que tiene una foto con su hijo en el skype, un lobbista formidable a favor de los derechos humanos. Y es, ya se dijo, el eje del film dirigido por la documentalista Klaartje Quirijns (The Brooklyn Connection) que se verá los días 11 y 15 de abril durante el X Bafici. La proyección contará con la presencia de Brody. “Si uno mata a una persona, va a la cárcel. Si uno mata a 40 personas, termina en un asilo de insanos. Pero si uno mata a 40 mil personas, termina en un confortable exilio con una cuenta bancaria en otro país. Y eso es lo que queremos cambiar”, dice Brody, al comenzar el film.

–¿El caso de Habré es un ejemplo de justicia internacional?

–El caso Pinochet nos mostró que si las condiciones políticas estaban dadas, podíamos aplicar esos principios para otros casos. En Human Right Watch empezamos a ver cómo utilizar esos elementos para llevar a la Justicia a torturadores y represores que parecían estar fuera del alcance de ella. El famoso “mapa de dictadores” que hicimos empezó en realidad como un ejercicio. Les pedí a mis colegas de Human Right Watch que viniesen con las fotos de los dictadores que pudiesen ser juzgados. Y un amigo me puso en contacto con la presidenta de la Asociación Chadiana de Derechos Humanos y me explicó el caso de Habré. Nos interesó pensar que ese principio de competencia universal no podía limitarse a Inglaterra, Bélgica o España, sino que los países del tercer mundo también tenían que actuar bajo ese principio. Lo que vimos en el mapa era que la mayoría de los dictadores habían escogido refugios más seguros. Había dictadores en Arabia Saudita, en Zimbabwe, y Habré estaba en Senegal, que era curiosamente el país que más tratados había ratificado, y se enorgullecía de ser líder en acatar cuestiones de derechos internacionales. Era el primer país que había ratificado el tratado de Roma sobre la Corte Internacional. La idea era ver si podíamos crear más casos “Pinochet”. Así como decían “un Vietnam, mil Vietnam”, queríamos hacer “mil Pinochet”.

–¿En qué momento empiezan a filmar?

–La decisión de filmar es de otra persona. Klaartje Quirijns quería hacer un film sobre dictadores y quienes los desafían. Y por la corresponsal del New York Times en el caso Pinochet, ella me vino a ver con Souleymane Guengueng, el chadiano, y propuso esa idea que para nosotros representa la posibilidad de alcanzar un público mucho más amplio. Y con Souleymane ni lo pensamos mucho. Como ella había hecho otro film, era una persona conocida. Entonces nos siguió durante dos años. Nueva York, Chad, Bélgica, Washington... pero la idea del film era suya.

–¿Modificó algo la presencia de la cámara?

–No cambió nada de la estrategia del caso. Aunque fuimos a filmar de nuevo la prisión en Chad, la escena con las viudas, por ejemplo, ella quería ver las fosas comunes, y decidimos invitar a las viudas, que nunca habían estado ahí. Esa escena sobre la que muchas personas, preguntan si es montada, no lo es. Fuimos con el propósito de filmar, pero no había una coreografía. Ese tipo de cosas las hicimos por el film. Muchas veces, y eso fue motivo de peleas con la cineasta, le dije: “Mirá, la cámara no viene aquí”. Fue cuando tuvimos reuniones previstas con responsables, aun si los responsables aceptaban ser filmados. Prefería que no.

–Cuando se escucha el título “Dictator Hunter”, parece un thriller estadounidense. Pero la construcción del relato es algo más parecido a un trabajo paciente a través de elementos legales. ¿Así se caza democráticamente a los dictadores?

–Ella quería otro título: My white wale (Mi ballena blanca) porque en Moby Dick el protagonista pasa su vida cazando a la ballena. Pero Dictator hunter es más sexy. Empezamos en el ’99, y a los meses de haber comenzado, Habré fue culpado por primera vez y fue arrestado en 2000. A raíz del caso Pinochet parecía que iba a durar meses. Pero Senegal se negó a impartir justicia, porque no tenía jurisprudencia. En 2000 cuando se lo detiene, comienza el largo camino del desierto para crear las condiciones políticas. Primero en Bélgica, después en Senegal. Es un trabajo muy paciente, diplomático, un trabajo con los medios de comunicación durante años. En 2001 la Corte Suprema de Senegal desestimó la acusación. Ahí fuimos a Bélgica. En 2002 el juez va a Chad y abre el proceso por la Ley de Competencia Universal de Bélgica. Entre 2003 y 2004 hubo una controversia en torno de la ley belga que hace que los trámites queden paralizados. Y tenemos que defender la ley belga. Y en 2005 el juez belga lo inculpa de nuevo. Hubo años en que no había casi nada, pero tuvimos también que trabajar con el gobierno de Chad, de Bélgica, de Senegal y con las víctimas. Una cosa muy difícil es mantener viva la esperanza y el ánimo de las víctimas. Es muy distinto en la Argentina, o en Chile, donde realmente la sociedad civil es más desarrollada, están las Madres de Plaza de Mayo, u otros con capacidad de convocatoria. Chad es una sociedad mucho más atrasada. Gente muy muy pobre que no tiene llegada al conocimiento, uno tiene que explicar qué pasa en Senegal. Yo estuve ahí en enero de este año; tuve que explicarles a las víctimas que va a tardar años el proceso, entonces es un trabajo muy desgastante.

–¿Cuál es la situación actual del caso?

–El film termina con la decisión de la Unión Africana de mandatar a Senegal para juzgar. Y Senegal lo acepta. Y ahora estamos unos 20 meses más tarde, y la cosa avanza muy lentamente. Senegal tuvo primero que adaptar sus leyes. Luego nos dijeron que ningún país en vías de desarrollo había aceptado el de-safío de un proceso de un líder extranjero para crímenes masivos cometidos 20 años atrás en otras partes del mundo, y eso es algo muy complejo y costoso. Senegal dijo que iba a hacerlo, pero que querían el apoyo de la comunidad internacional. Entonces hicimos todo un lobby y países como Francia, Bélgica, Suiza aceptaron financiar el proceso. En enero de este año una delegación de la Unión Europea fue a Senegal para preparar el terreno para una ayuda europea. El film termina hace casi dos años y sabemos que va a haber etapas posteriores. Senegal va a tener que investigar el caso. Bélgica trasladará el archivo a Senegal para que se complete la investigación. Y cuando Senegal abra el caso va a tener una etapa de investigación. En el mejor de los casos serán otros 18 meses antes de un proceso.

–¿Por qué no se puede juzgar en Chad?

–Ni las organizaciones de derechos humanos, ni las víctimas hemos pedido su extradición para Chad. Es un país donde no se respetan los derechos humanos. Y Habré podría ser asesinado: es probable que no goce de un juicio justo. Chad tampoco ha pedido su extradición. Siempre han apoyado la idea de juzgarlo fuera de su país. Temen el efecto desestabilizador. Hay una rebelión en Chad, hace dos meses casi derrocan al gobierno. Y Habré está en contacto con uno de los grupos rebeldes. No le conviene mucho al gobierno que él esté de vuelta. El actual presidente, a quien vemos en el film, fue durante un momento jefe de las fuerzas armadas de Habré. El tiene su implicación, pero a la vez su etnia fue víctima de Habré y el presidente tiene muchos familiares asesinados. Y, por otro lado, muchos de los cómplices han sido recuperados por el actual gobierno. Hay factores a favor y en contra.

–¿Qué importancia tiene el hecho de traducir cinematográficamente al trabajo de Human Right Watch?

–Sobre todo, tal vez menos en Argentina porque no va a jugar un rol importante, el film está dándose en París, Amsterdam, Ginebra, La Haya. Porque nadie conoce esta historia. En el caso Pinochet dije que la decisión fue un wake up call (un llamado de atención) para los dictadores en el mundo. Pero la realidad sembró una esperanza para las víctimas y nosotros vemos que a través del caso Habré, los casos en Chile, Argentina, Fujimori en Perú que el caso Pinochet captó la imaginación de los derechos humanos en la sociedad civil que ven que hay personas que se consideraban fuera del alcance de la Justicia que podían ser investigadas. El film tiene ese valor. Se muestran las dificultades de lo que se puede hacer, para dar una réplica a esos crímenes. ayuda para conocer y para inspirar.

–Muchas veces, no todos los países centrales reaccionan de la misma manera en relación con los pedidos de captura internacional. ¿Hasta qué punto el pasado de los países centrales no es también un impedimento?

–Lo que hacemos con Habré o con el caso Pinochet es siempre recordar quién apoyaba a Pinochet o a la junta argentina. Aun si no llegamos a establecer responsabilidades penales. Pero si es cierto que Pinochet mató a más de 3000 personas, también es cierto que el gobierno de Estados Unidos lo apoyaba. Y no podemos disociar los dos acontecimientos. Aun cuando no podemos llevar a Henry Kissinger a un tribunal, faltamos a nuestro deber si no hablamos del lado norteamericano. En este caso, recordamos que Habré fue apoyado por Estados Unidos y Francia. Tienen responsabilidades, sino penales, históricas y políticas.

–¿Esa responsabilidad detiene los procesos? ¿O depende de la coyuntura de esos países?

–Estados Unidos tiene una gran facilidad para dar vuelta la página. Con muchos criminales juzgados ellos saben decir: eso fue el pasado, ahora es distinto. Francia tiene políticas más estables y le cuesta más dar vuelta la página. También depende de las relaciones y de la coyuntura. En el caso Pinochet, Estados Unidos no apoyaba el caso, pero tampoco lo obstaculizaron. No fue porque lo habían apoyado, sino porque el gobierno chileno democrático reclamaba la inmunidad de Pinochet y Estados Unidos estaba atento al deseo del gobierno actual de Chile, pero no por el pasado. Pero aquí, con el gobierno de Sarkozy, Francia apoya el juicio de Habré.

–Las cosas están un poco raras en Francia últimamente.

–Están muy raras, yo me encontré con Sarkozy un par de veces y es muy particular. Quiere mostrar que es diferente, que no está enjaulado por las políticas del pasado.

Pinochet, el dictador icónico

Augusto Pinochet quedó como referente de gobiernos dictatoriales para América latina. Es curioso que los últimos dictadores argentinos (Videla, Massera, Viola) no hayan tenido la misma presencia mediática en los países centrales. Según Brody, Pinochet era “el dictador icónico. Las juntas argentinas se sucedían y, según mi impresión, no se personalizaba tanto en una persona. Pinochet era el ‘maestro’ absoluto. Por otro lado, Pinochet interrumpió una tradición democrática más enraizada en Chile. En Londres era interesante ver cómo las audiencias sobre el caso Pinochet completaban un círculo. Porque la represión desatada por Pinochet hizo saltar al mundo miles de refugiados chilenos, que nutrían a los organismos de derechos humanos. El caso de Pinochet salió del contexto latinoamericano.

–Se trasladó el problema.

–Se trasladó el problema a nivel internacional y captó la imaginación de una forma que no se hizo con Argentina. Si Videla hubiese sido arrestado en Londres, hubiese tenido un impacto similar. Los juicios en Argentina fueron muy importantes, pero llegaron antes de la globalización, antes de la expansión de la justicia internacional. El arresto de Pinochet en Londres marca un hito en el desarrollo de la justicia internacional. Llega el mismo año que la creación de la Corte Penal Internacional. Yo le puse a Hissène Habré “el Pinochet africano”, porque cuando comenzamos el caso Pinochet estaba en Londres detenido todavía y queríamos al mismo tiempo explicar el sentido de la acción.

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