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Sábado, 19 de abril de 2008
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Final para la competencia internacional; hoy se entregan los premios

Operas primas para todo gusto

Cochochi, de los mexicanos Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán; An Seh/Those Three, del iraní Naghi Nemati, y Mange, ceci est mon corps, de Michelange Quay, rodada en Haití, no podrían ser más diferentes en sus formas y contenidos.

Por Horacio Bernades
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Dos niños protagonizan la segunda película mexicana en competencia, Cochochi.

Si alguien imaginó que las humaredas, lluvias de ceniza, choques en cadena, afecciones respiratorias y epidemias de tos podían servir de homenaje a las películas de Tsai Ming-liang, sería bueno hacerle saber que OK, el homenaje está cumplido, pero que la termine ya. Envuelta en la mórbida bruma, la competencia internacional del 10º Bafici –que hoy por la noche entrega sus premios en una función especial en el cine Atlas Lavalle– completó su plantilla con tres óperas primas. Dos de ellas suponen sendas apuestas al minimalismo: la mexicana Cochochi (que cuenta con participación en la producción de los consagrados amigos Gael García Bernal y Diego Luna) y la iraní An Seh, que a la hora de la distribución internacional se identifica por su título en inglés, Those Three. Por su parte, la coproducción franco-haitiana Mange, ceci est mon corps apuesta a algo que tal vez pueda denominarse folklorismo alegórico.

Ganadora de varios premios en distintos festivales internacionales, Cochochi –segundo film mexicano en competencia; el otro es el documental Intimidades de Shakespeare y Victor Hugo– transcurre en la Sierra Tarahumara, al noroeste de ese país. Da toda la sensación de que lo que se propusieron los realizadores Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán (esta última nacida en República Dominicana) fue traspolar a esa zona las primeras películas de Kiarostami, aquellas en las que algún chico intentaba consumar un recado en apariencia pequeñísimo, pero quimérico para él. Aquí los chicos son dos y se expresan en idioma nativo, como todos los que lo rodean, por lo cual la película está íntegramente subtitulada al castellano. Se trata de dos hermanos. Evaristo va a la escuela, mientras que Tony prefiere ratearse y vaguear por ahí. Cuando llegue la hora de la aventura, será también la hora de Tony.

Claro que la aventura es mínima. El abuelo les pide que lleven un medicamento a un poblado más o menos distante. Para hacerlo tienen que pedirle prestado un caballo. En el trayecto se descuidan y pierden (o les roban) el jamelgo. Narrada con una rusticidad acorde, la gran diferencia con las de Kiarostami es que allí los niños eran tan obstinados y emprendedores como quijotes en miniatura, mientras que los de Cochochi son retraídos, huidizos, recónditos. Lo cual puede llegar a dificultar la comunicación. Soldados en la nieve es (casi) todo lo que se ve durante los 80 minutos de An Seh/Those Three, que transcurre en la frontera norte de Irán, lindante con Azerbaijan y Armenia. Como en Cochochi, la anécdota está reducida al mínimo: tras sufrir un desperfecto en el camión que los transporta, los miembros de un batallón del ejército iraní se extravían en la zona, sin instrumentos de orientación y con temperaturas bajo cero. A punto de terminar el período de servicio, tres conscriptos (por la edad se diría que son reservistas) deciden desertar.

Llegado el caso alguno se arrepiente, otro se obstina y el tercero no está muy seguro. Como están cerca de la frontera, se cruzan con un papá azerbaijano y sus hijos, y con una inmigrante ilegal embarazada. Durante casi todo el metraje, el encuadre aparece dominado casi por completo por el puro blanco de la nieve, cuyo carácter fantasmal se ve realzado en ocasiones por la densa niebla. Ataviados con unos gruesos camperones con capucha, en ese paisaje casi lunar los soldados parecerían astronautas. Y eso es más o menos todo, ya que –como los propios desertores– el director, Naghi Nemati, parecería no terminar de decidirse entre lo narrativo y lo abstracto, lo minimal y lo trágico, lo despojado y lo alegórico. Algo debe alegorizar también Mange, ceci est mon corps, ya que su metraje no llega a construir una lógica que se explique por sí misma. Ubicada en Haití, la película dirigida por Michelange Quay presenta dos series de imágenes, que se van intercalando en el curso del metraje.

La primera serie no difiere de un documental turístico, con amplias grúas haciendo lucir montañas, arroyos, playas, soles, villas miseria y ritos folklóricos de la que alguna vez fue la patria del temible Papá Duvalier. La segunda serie de imágenes parecería corresponder a alguna clase de alegoría (privilegio de colonizador, tal vez), presentando a una señora mayor que vive en un palacio y habla en francés. Y que, al borde de la muerte, se baña en leche y hace lo propio con una decena de chicos del lugar, a los que recibe en calidad de benefactora. O de abusadora, vaya a saber. Junto con ella vive una chica, blanca también, que toca el órgano, toma la mamadera y le da de mamar (la teta) a un nene del lugar. Es “como si el colonialismo sólo pudiera ser combatido con el arma de la libertad del arte”, supone el catálogo del Bafici. Ah.

Hoy, a la décima edición del Bafici le toca el turno de la premiación. Mañana, último día de proyección. Después, buenas noches y buen provecho, hasta el año próximo.

* Cochochi se verá hoy a las 15 en el Hoyts 10 y mañana a las 18 en el Atlas Santa Fe 1. Those Tree, hoy a las 13 en el Hoyts 10 y mañana a las 16.15 en el Atlas Santa Fe 1. Mange, ceci est mon corps se proyectará por última vez hoy a las 15.15, en el Atlas Santa Fe 2.

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