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Miércoles, 30 de abril de 2008
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Entrevista con los escritores eslovenos Dusan Jovanovic y Ales Steger

“La nostalgia es una cuestión política”

Los representantes de la escena de Europa del Este fueron uno de los “acontecimientos” de esta edición del evento, dispuestos a compararse con sus pares argentinos. “Jorge Luis Borges es una de nuestras voces influyentes”, aseguran.

Por Silvina Friera
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Dusan Jovanovic y Ales Steger sorprendieron por sus lecturas y performance.

Siete escritores eslovenos coparon la Feria y, sin exagerar, fueron la sorpresa, el acontecimiento, de estos primeros días. La sala Alfonsina Storni está llena, falta colgarle el cartel de no quedan localidades, pero no importa; la gente entra igual y se acomoda donde puede para escuchar a Mitja Cander, Ales Car, Mate Dolenc, Alojz Ihan, Dusan Jovanovic, Mojca Kumerdej y Ales Steger. Jovanovic (Belgrado, 1939), uno de los dramaturgos eslovenos más importantes de la escena contemporánea, parece un personaje de una película de Emir Kusturica. Histriónico, con una voz sugerente y en un tono que roza la ironía, recita un poema, Catálogo de fantasmas, suerte de racconto de un looser. Después de enumerar un listado de cosas que no hizo en su vida (“no estuve en el carnaval de Brasil”, “no tuve sexo con cabra ni con geisha”, “no fui preso político”), que multiplican las carcajadas del público, el dramaturgo remata: “No he sido condecorado/ no he sido circuncidado/ no soy calvo/ no he sido tatuado/ no soy disidente/ no soy partidario/ No he escrito todavía un poema en el que me deshiciera en lágrimas por mí mismo/ Madre mía, ¡qué perdedor!”.

Steger (1973), admirador de la poesía de César Vallejo, con un abordaje intimista, lírico, lleno de vitalidad y de armonía con el mundo externo, lee “Los zapatos”: “Puedes estar desnudo y sin nada/ pero con los zapatos en los pies nunca serás pobre/ Cuando los descalces, el viaje habrá terminado./ Igual que a un gitano te entierran,/ Descalzo y sin nombre”. La road movie de los autores eslovenos continuará: hoy se presentan a las 19, en la librería Eterna Cadencia (Honduras 5574), donde leerán textos y dialogarán con los escritores argentinos Alejandra Laurencich, Teresa Arijón y Fernanda García Lao; el viernes visitarán Rosario y el sábado terminarán esta gira rioplatense en el Centro Cultural de la Cooperación.

Steger es la tercera vez que está en el país y es un fanático de la Argentina; las anteriores visitas estuvo en Rosario, en el festival de poesía. Con su español portátil, que aprendió de tanto viajar por Latinoamérica, cuenta que para su familia la literatura no tenía importancia. “Un día encontré un libro blanco en casa y lo empecé a leer. Eran poesías de Octavio Paz, tenía quince años y eso me cambió la vida. Estudié castellano y comencé a viajar por América latina, pero me instalé en Miami por un tiempo. Quería conseguir una visa para entrar a México, no tenía problemas para ingresar a Estados Unidos, pero en México las cosas se complicaban por la separación de Yugoslavia. Estuve una semana pidiendo por la visa en la Embajada de México. Me decían: ¡Usted que está en el centro del mundo, en Estados Unidos, quiere venir acá! Los mexicanos no entendían nada. La cultura latinoamericana fue muy importante, me inició en la lectura y en la escritura”, revela el poeta, autor de los poemarios Ajedrez de relojes (1995), Cachemira (1997), Protuberancias (2002), traducido al español y publicado en México y El libro de las cosas (2007), traducido y publicado en Costa Rica.

Alguien levanta la mano y pregunta por la función del escritor. “No soy un nihilista, pero pienso que el autor no tiene ninguna función, no tiene ningún valor, es una nada, pero en esta nada se puede abrir un espacio y a veces el lector puede entrar en ese abismo. Yo soy un hombre muy simple, no puedo decir más sobre eso”, responde Steger. “Les voy a contar algo muy romántico”, ironiza Jovanovic. “Tenía cinco años y vivía en Skopje. En medio de la guerra, la gente vagaba por las calles; estuve descalzo caminando por el suelo que ardía, pasé más tiempo con hambre que con comida, pero un día mi tía me llevó al teatro a ver Orfeo y Eurídice y me encontré con un mundo distinto y nuevo, vital, donde había sonido, música, luz, palabras dulces, magia. En ese momento me encendí y hasta hoy día estoy como una antorcha ardiendo por el teatro”, señala el dramaturgo, director de teatro, profesor y autor de las obras Se suspende la función (1963) y Liberación de Skopje, una de las más representadas, y de la novela Don Juan en pena o Mente sana en cuerpo sano.

La velada se prolonga hasta que las preguntas se acaban y alguien sugiere que es hora de tomar unos tragos y comer unas delicias de la cocina eslovena. “No sé si hay similitud entre la literatura eslovena y la literatura argentina, pero es un hecho que en los ’80 una de las voces más influyentes en la prosa eslovena fue Jorge Luis Borges”, cuenta Steger a Página/12. “En los ‘90, con el cambio político y estético, la poesía más joven de Eslovenia modificó sus lecturas y empezó a incorporar la prosa de Julio Cortázar, y en poesía a Roberto Juarroz, Olga Orozco y Alejandra Pizarnik.”

–¿Por qué en varios de los textos leídos aparece la nostalgia?

Dusan Jovanovic: –La nostalgia es una cuestión política. Durante mucho tiempo, después que dejó de existir Yugoslavia, se usó la palabra yugonostalgia por los tiempos viejos, por el viejo sistema, aunque ya no se la usa tanto. Quizás ahora está surgiendo otro tipo de nostalgia vinculada con cierta armonía en las relaciones y conexiones intelectuales entre los países de la ex Yugoslavia.

“Lo autobiográfico siempre es el punto de partida para una buena lectura, lo inventado no puede ser auténtico”, plantea Jovanovic. “Las historias siempre parten de la fragmentación de lo cotidiano. Cuando caminamos de nuestras casas al trabajo o a la universidad, suceden cosas que probablemente no nos importen mucho, no reaccionamos y nos conformamos con esta rutina. El hombre es alguien que se conforma con la rutina del día a día, pero en la literatura ese día a día va más allá de lo que ocurre en lo cotidiano.” Steger opina que es claro que la vida produce literatura. “Pero no me gusta que la literatura se lea sólo por lo autobiográfico. No importa qué tipo de historia personal tiene el autor, si alguien quiere saber ese tipo de cosas, mejor que no lea literatura, que lea diarios o biografías. La literatura tiene su propio mundo.”

Steger admite que Eslovenia tiene un mito de ciudad de poetas con aspectos positivos pero también negativos. “En la plaza principal de la capital no tenemos la estatua de un guerrero sino de France Preseren (1800-1849), un poeta de la escuela romántica”, explica. “La poesía quiere comunicarse directamente, hablar con la gente, no quiere ser una expresión hermética. Este momento de la literatura eslovena es privilegiado, en la prosa y en la poesía, con un nivel muy alto, pero no tenemos la infraestructura, las instituciones que transmitan esto en el exterior. Hay mucho por hacer”, agrega el poeta.

–¿Tomaron mate dulce?

A. S.: –Noooo, amargooo, propio de los argentinos (risas). El hecho de que estoy aquí por tercera vez lo dice todo. No se van a deshacer tan rápido de mí.

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