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Viernes, 21 de agosto de 2009
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JORGE ALDERETE, SU MUESTRA Y EL LIBRO YO SOY UN DON NADIE

“Elegí celebrar mirando adelante”

El público local lo conoció a través del arte de La luz del ritmo, el disco de retorno de Los Fabulosos Cadillacs. Pero el historial del argentino residente en México incluye un paciente rastreo de la escena under del Distrito Federal.

Por Leonardo Ferri
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“Llegar a México me cambió el registro, porque el DF es una ciudad que te bombardea, en varios sentidos.”

Había que hacer algo, pero sin maltratar los oídos del resto. El rock y la música estaban presentes todo el tiempo, y eso de intentar ser bajista sin haber salido siquiera del garaje de casa debía ser una señal de algo. En medio del frío neuquino, un joven Jorge Alderete descubrió que dibujaba más que bien y viajó hasta La Plata para estudiar Diseño en Comunicación Visual, lo más parecido que encontró a lo que le gustaba –y sabía– hacer. Desde las diagonales viajaba tres horas en tren cada vez que tenía que entregar un trabajo, porque, a finales de los noventa, Internet y el mail todavía eran algo por venir. Después vino el viaje a México, a probar suerte lejos de casa.

Diez años más tarde, el Dr. Alderete parece ser un tipo feliz. Este hombre de pelo cano que siempre viste remeras con sus propios dibujos es el responsable de la tapa del último disco de Los Fabulosos Cadillacs, La luz del ritmo, pero dibujó otras sesenta de bandas del under azteca y realizó gráficas para Nike, MTV, Nickelodeon y Fox, entre otros. Yo soy un don nadie es el resultado de muchas noches de rock y cerveza, una serie de retratos de personajes que conoció en el Foro Alicia, un conocido antro del DF, pero que podrían ser los mismos que hubiera conocido en Buenos Aires o en cualquier otra ciudad. El libro está acompañado con una muestra que se exhibe hasta el 20 de septiembre en la galería Hollywood in Cambodia, Thames 1885.

“La intención de hacer un libro con el público como protagonista fue para decir un poco lo podrido que estoy de las operaciones triunfo, los grandes hermanos y las bailemos por lo que puta sea, que forman generaciones en las que lo único que importa es ser famoso”, explica Alderete. El propósito, entonces, fue rescatar lugares como el Alicia de México, el Cemento de Buenos Aires o el CBGB de Nueva York, sitios en los que la gente hace lo que hace porque le gusta y no por dinero. “El público tal vez esperaba un libro que recopilara mis trabajos, pero elegí celebrar mirando hacia adelante y no hacia atrás, y homenajear a las personas que me acompañaron durante estos años”, agrega.

–Sin embargo, su relación con las bandas de rock es bastante fluida...

–El trabajo con las bandas no es la típica relación de cliente-diseñador. Mi relación con la banda es la de un miembro más: está el que toca la batería, el que toca el bajo, la guitarra y el que hace el arte. Ese es el verdadero vínculo con muchas de ellas. Mi relación con el rock es mi cable a tierra.

Para Alderete lo importante es poder escuchar y disfrutar aquello que esté traduciendo en imágenes, privilegiando lo artístico por sobre lo económico. “Nadie puede vivir de bandas que llevan 200 personas por noche”, dice. Por eso mismo, muchas veces la paga recibida se reduce a lo mínimo indispensable o se trueca por discos. Pero cuando Flavio Cianciarulo lo contactó por MySpace para ofrecerle trabajar en el arte del disco de los Cadillacs, no pudo creer que fueran ellos quienes se lo propusieran a él.

–¿Por qué no?

–A ver... ¡Son los Cadillacs! Yo no salgo a ofrecer mi trabajo, y ellos me contactaron y me dieron total libertad y control sobre el proyecto... “Vos hacé lo tuyo”, me dijeron... Claro que uno selecciona, y si me hubiera llamado Paulina Rubio no, no me interesa trabajar con ella.

–¿Y cómo fue el proceso de trabajo?

–No me dieron pautas, conocían mi trabajo y tuve la libertad de hacer lo que quisiera. Me puse a escuchar los discos, ver las tapas, acordarme de cuando me compré su primer casete. La tapa tiene un poco de todo eso, de homenaje a toda su trayectoria.

Además de todo lo relacionado con la música, en los dibujos de Alderete se advierte una especial predilección por los luchadores, los grandotes de máscara y calzas. “Llegar a México me cambió el registro, porque el DF es una ciudad que te bombardea, en varios sentidos”, explica. “Así como a ellos cuando vienen los alucina toda la cuestión del tango, a mí me llamaron la atención los luchadores o los que subían a tocar vestidos así, y todos aquellos que aparecen retratados en el libro, los que frecuentaron el Alicia durante estos últimos diez años: punks, músicos, artistas, vagos y otros personajes propios del lugar, de esos que hay en todos lados”, agrega.

Tanta inmersión en el mundo del rock llevó al Dr. a fundar su sello propio, Isotonic Records, con la excusa de editar un disco de rock instrumental. “La idea fue hacer un disco que a nosotros nos gustara comprar”, dice, y esa idea funcionó tan bien que posibilitó la edición de otros diez álbumes. Así como lo hiciera Invasión 88 en Argentina, Mexican Madness brindó un claro panorama de la escena punk, surf y rockabilly mexicana del momento.

Cuando se habla de under, escenas y antros rockeros, y a pesar de la distancia geográfica, Alderete está bien al tanto de lo que acontece por sus tierras. “Lamentablemente lo que ha hecho el caso Cromañón es cerrar las posibilidades para este tipo de lugares y de bandas, que son muy importantes porque son el semillero para lo que vendrá”, reflexiona. “Yo soy un don nadie es un libro del público, porque rescata esa relación única que se da en los lugares chicos y no en los grandes estadios, esa esencia, ver las caras y conocer a quienes están mirándote desde abajo”, agrega.

Dentro de la paradoja que supone ser under y vivir de ello, Alderete se considera un afortunado, porque hace lo que le gusta. “Es algo muy saludable, pero también es muy fácil olvidarse de lo que a uno le gusta para intentar pegarla, que es lo que les pasa hoy a muchos chicos”, afirma. “Si hubiese querido hacer algo para que la gente lo compre, no hubiera hecho un libro con perfectos desconocidos de un tugurio underground del DF de México, porque si me lo agarrara alguien de marketing me lo destrozaría”, admite. Pero, sin embargo, lo que funcionó del proyecto fue eso mismo, esos anónimos que hay aquí, en Francia, en Chile y en todos lados. Toda una moraleja sobre “hacer la de uno” en tiempos de reality show.

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