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Viernes, 31 de diciembre de 2010
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VIVI, HISTORIAS DE CROMAÑON, DE SOLEDAD BORCHES Y LUCIA BERTOTTO

Las personas detrás del número 194

La fotógrafa y la periodista se reunieron con dieciséis familias de chicos fallecidos en el incendio durante el show de Callejeros. El propósito de la muestra fue intentar recuperar los rasgos individuales de las víctimas y reivindicar el espíritu de lucha de sus padres.

“En las fotos se ven los rostros de entereza y dolor de los padres. Y se pueden reconocer el pasado y el presente”, dicen Borches y Bertotto.

¿Alguien supo que Abel Rodolfo González era un pibe muy inquieto, amante de la libertad y que de niño se divertía corriendo a las gallinas en su Jujuy natal? ¿Y que Marilyn Pérez González era tan vaga en el colegio como cariñosa con su mamá? Ellos fueron algunos de los 194 pibes y pibas que murieron la fatídica noche del 30 de diciembre de 2004 en Cromañón a causa de un incendio provocado por una candela. Ellos renacen cada día en el recuerdo de sus padres, pero se perdieron en ese número que se repitió una y otra vez en las tapas de los diarios. ¿Quiénes fueron? ¿Cómo eran sus vidas? ¿Qué los inquietaba? Viví, historias de Cromañón, una muestra fotográfica que se inauguró el miércoles en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires (Perú 160), intenta recuperar los rasgos individuales de un puñado de chicas y chicos que fallecieron durante el fatídico recital de Callejeros. “Queríamos encarar este tema desde otro lugar. Cuando escuchás que se murieron 194 personas, cuesta imaginar cómo era cada uno. Es un número muy grande y bastante vacío. Al conocer a 20, podés entender que no tenían gustos iguales, que frecuentaban lugares distintos y que cada uno soñaba con un futuro”, fundamenta la periodista Lucía Bertotto, una de las ideólogas. La otra cabeza detrás de la muestra es la fotógrafa Soledad Borches, quien junto a Bertotto se reunieron con dieciséis familias afectadas por la tragedia para conocer algo de la personalidad de cada uno de los homenajeados.

La muestra está integrada por 17 fotografías de padres, hermanos y amigos de las víctimas, tomadas en sitios especialmente elegidos. “Buscamos un lugar que representara más a cada uno: una cancha de básquet donde uno jugaba todos los días, las habitaciones en donde escuchaban música, las aulas donde estudiaban o las plazas donde se recreaban. No queríamos hacer referencia a esa noche, sino retratar la ausencia a través de las imágenes y contar cómo eran ellos a través del texto”, explica Bertotto. Cada una de las escenas está acompañada por unos textos breves que las organizadoras consiguieron a partir de largas y profundas reuniones que tuvieron junto a las familias. “Por más que cada una se dedicara a una parte, todo el trabajo lo hicimos juntas, como las entrevistas. Con algunas familias nos quedábamos charlando hasta un día entero. Son muy divinos. Los textos los hicimos a partir de las anécdotas y la idea fue tratar de reflejar los aspectos buenos y malos, los defectos y las virtudes de cada uno”, cuenta.

Uno de los aspectos a destacar de la muestra es el protagonismo de los padres en las fotografías. La intención fue reivindicar su espíritu de lucha y sacarlos del ojo mediático inquisidor. “En las fotos se ven los rostros de entereza y dolor de los padres. Y se puede reconocer el pasado y el presente. Se mezcla la vida de ellos y la de sus hijos. Y eso queda reflejado a través de las miradas, de los gestos y las posturas de esos papás que perdieron a sus hijos”, interpreta Borches. A su lado, Bertotto agrega: “En los medios no se retrataba la parte humana de los padres, sino que ponían el foco en quién polemizaba más. Para ellos, la Legislatura representa mucho, es un lugar simbólico y hasta ahora no se había podido hacer ninguna actividad referida a Cromañón. Los padres estaban contentos de que la muestra fuera acá”.

El acercamiento de Borches y Bertotto a la tragedia no fue casualidad. A ellas no las afectó directamente, pero no pudieron no sentirse identificadas con las víctimas. Es que también ellas frecuentaban el circuito rockero y en más de una oportunidad sufrieron las pésimas condiciones de algunos locales. “Ninguna tiene un vínculo personal con las víctimas, sino emocional. Es una de las tragedias más grandes que sucedieron en el país y eso es una razón suficiente. Nos gusta mucho el rock y vamos a recitales. Eso nos identifica con los chicos, que salieron a ver a sus bandas favoritas y no volvieron a sus casas. Podríamos haber estado ahí”, reflexiona Borches.

Informe: Sergio Sánchez.

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