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Domingo, 20 de julio de 2014
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MUESTRA DE LA ASOCIACION DE REPORTEROS GRAFICOS DE LA REPUBLICA ARGENTINA

El pasado se hace presente en imágenes

Este año Argra presenta por primera vez dos exposiciones simultáneas: en el primer piso del Palais de Glace están las fotos más relevantes del año pasado, como ya es clásico. Y abajo, en planta baja, hay un recorrido casi cronológico por los treinta años de democracia.

Por María Daniela Yaccar
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El papa Francisco en el papamóvil, en Copacabana (Pablo Cuarterolo).

El día de Bernardino Avila había comenzado en Ciudadela: llegó a la redacción de Página/12 con imágenes de saqueos y quiso volver a salir. El estallido social de diciembre de 2001 daba muchas fotos que no solamente graficaban sino que, además, se convertirían en pruebas de la represión policial. Llegó, entonces, Avila hasta la esquina de Avenida de Mayo y Bernardo de Irigoyen y tomó una foto histórica, que luego quedaría en manos del CELS, por su importancia para determinar la responsabilidad policial en la muerte de un manifestante.

En la imagen se ve de cerca a dos uniformados de la Federal –y otros, más atrás–, uno apuntando con una carabina y el segundo detrás, dando órdenes. “Serían las tres de la tarde cuando salí. Cuando llegué a esa zona, me encontré con la Policía de un lado, y del otro, los manifestantes. Me quedé haciendo fotos. En ese momento no sé si tenés sentimientos, intentás sacar fotos de lo que ves. Porque son cosas a las que no estás acostumbrado: te sorprendía todo. Se prendía fuego todo. Sorprendía la Policía tan agresiva. Entonces, yo apuntaba a los canas porque los veía demasiado agresivos”, recuerda el fotógrafo. No es exactamente cierto el tema de no tener sentimientos o no es tan así.

Porque en esa misma esquina Avila se encontró con un hombre que recibió una patada en la cabeza. “Nunca había visto una cosa así”, recuerda. “Se levantó y tenía un bollo.” El fotógrafo se compadeció, le dejó una botella de agua. Después, siguió haciendo su trabajo. Hasta que con un grupo de colegas empezaron a decir “basta”, allí por Belgrano y la 9 de Julio. Se juntaron y gritaron “basta”. Entonces alguien llegó, otro colega, con una máscara antigás y una advertencia: “Bernardino, hacé tu trabajo”. “Nuestra función de origen es sacar fotos”, expresa ahora, con el recuerdo de la inconsciencia que lo movía, la ausencia de miedo, el afán de dejar registro del horror que se respiraba en las calles. Al fin y al cabo, esa era la misión que le tocaba.

Detrás de la muestra de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (Argra) hay cantidades de historias como ésta. La de Avila es una paradigmática, que cristaliza el rol del fotoperiodismo, su vital importancia para la memoria, para la información, para la Justicia. Para la democracia: junto a esa foto hay otras que dan cuenta de las últimas tres décadas. En esta oportunidad, Argra presenta por primera vez dos exposiciones simultáneas: en el primer piso del Palais de Glace están las imágenes más relevantes del año pasado, como ya es clásico. Y abajo, en planta baja, hay un recorrido casi cronológico que comienza con el gobierno de Alfonsín y culmina en la actualidad, y del cual es difícil no salir con el corazón en la boca, con un sentimiento encontrado de celebración (gracias que vivimos en democracia) y de dolor (cuántos conflictos sociales irresueltos, cuánta muerte, cuánta sangre: esos cuerpos tirados en el piso, hasta hace instantes con vida, como el de Kosteki. Cuánto dolor del pueblo en estos años).

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Treinta años de democracia: trabajadores en asamblea, el pacto de Olivos, el piquete de Cutral Có, Menéndez con un cuchillo en la mano, Menem recostado en su Ferrari, los pobres ocupando las rutas, la última foto de Julio López, los presidentes de una Latinoamérica unida, los festejos por la declaración de constitucionalidad de la ley de medios. Estos son algunos de los más de 60 episodios con los que Argra construye un recorrido, sobre la base de fotos que surgieron de una convocatoria y también a imágenes de archivo de la asociación. Están las icónicas (como la del Néstor Kirchner lastimado en la frente), pero también está la posibilidad de descubrir otras ignotas, incluso algunas que nunca se publicaron y que son realmente gemas. Hay, además, algunas imágenes que no tienen autor conocido. Muy alucinante eso: hay fotos que sobrevivieron años y años en un cajón, y hoy están allí por su fuerza, por su poder para comunicar, pero no se sabe el nombre de la persona que estaba generando el recuerdo.

También es interesante el encuentro con la foto añeja, que en realidad no lo es tanto. Esa imagen en blanco y negro de los trabajadores de la Ford en asamblea, con sus boinas, con sus vestimentas humildes, parece de muchos años más atrás. El que ingresa se topa con fotos colgadas en tamaño gigante en el centro de la sala, y luego, el resto está en las paredes, respetando el recorrido circular que sugiere el espacio. “Los objetivos de la muestra no siempre son tan claros”, dice Ezequiel Torres, presidente de Argra, en diálogo con Página/12.

“Un amigo, referente y socio, Rafa Calviño, nos militó para hacer algo sobre los treinta años de democracia”, cuenta Torres. Calviño es el autor de una de las imágenes de la muestra 30 años. Fotoperiodismo en democracia, además de miembro del comité editor: capturó al teniente primero Maguire apuntando al conductor de un automóvil, en el que viajaba el fotógrafo, quien iba en el asiento de atrás. “Nuestro plan original era hacer un libro, lo estamos editando, está por llegar. Incluirá más fotos que las que se ven acá. Esa fue nuestra convocatoria primaria. El soporte libro tiene, para los fotógrafos, el poder de lo perdurable. Con la excusa del libro surgieron la muestra y un catálogo específico de esta exposición”, explica Torres.

Calviño, Gabriel Díaz, Marcos Adandía y Daniel García fueron los que eligieron estas fotos. “Fue un laburo alucinante y duro. Llevó mucho tiempo y llegamos a esto, que no deja de ser una mirada subjetiva. No existe otra cosa, somos conscientes de eso. Lo que se ve en la foto es que la democracia tiene un montón de deudas, que en estos treinta años siguió habiendo oscuridad y muerte. Es el mejor sistema que podemos tener, como dicen muchos, pero nos debemos unas cuántas cosas todavía”, reflexiona el presidente de Argra. Esta muestra ha sido co-organizada por el Programa Memoria en Movimiento, de la Secretaría de Comunicación Pública de la Nación.

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Alfredo Herms, del comité editor del anuario de Argra –que está en el primer piso–, parte de una idea para él equivocada: la que advierte sobre el fin del fotoperiodismo. Es que, a juzgar por las más de 280 imágenes que pueblan las paredes, el fotoperiodismo no solamente no está muerto sino decididamente todo lo contrario. “Lo más arduo fue tratar de dejar buen material que represente lo que pasó durante el año, además de cosas atemporales. Llegaron más de 3 mil fotos. Es duro: siento que dejé buenos trabajos afuera”, explica Herms, que trabaja como editor en el Diario Popular y asegura que extraña mucho salir a la calle.

Esta muestra tiene similar espíritu a la que todos los años presenta Argra. Se combina lo ineludible, lo coyuntural, las noticias del año (la represión en el Borda, la tragedia de Rosario, las inundaciones en La Plata), con lo que ha quedado fuera de la agenda mediática, como las historias, las crónicas fotográficas que hoy no encuentran lugar en los medios: “Las búsquedas personales”. Como esa foto de Alejandro Elías, en la que se ve a Enrique García Medina esparciendo las cenizas de su mujer sobre el Río de la Plata. “El duelo como metáfora de la fotografía misma se materializa en una procesión de mujeres campesinas, en la selva peruana”, escribió Cristian Alarcón para el catálogo, respecto de la deslumbrante historia que tiene como autor a Rodrigo Abd. “Caminan para enterrar a sus familiares, víctimas de una masacre de Sendero Luminoso hace 17 años. Entre varias hay una de enorme poder: cada deudo con su propio cajón, todos blancos, todos iguales, camino al entierro.”

“¿Quién marca el fin del fotoperiodismo? Los medios que quieren ponerle fin, restarle importancia. La verdad es que con hechos como el del Borda queda de manifiesto que el fotoperiodismo no está muerto mientras haya gente interesada en hacerlo”, dice Herms. “Puede ir cambiando, a lo mejor lo encontramos nada más que acá. El soporte puede cambiar, y es lógico, pero no la importancia de la foto periodística. Hay miles de cosas para mostrar, malas y hermosas. El nivel del fotoperiodismo argentino es más que bueno.”

La portada del catálogo, la imagen que abre la muestra, es de Leo Vaca, de abril de 2013: una señora levanta una imagen, delante de una pared pelada en la que hay un crucifijo. Una mesa está tapada de fotos. La mujer es Clementina Rodríguez Pérez Ferriño González de González, de 82 años, y está secando sus fotografías a pocos días de la inundación en La Plata. “Esta foto no muestra la inundación pura y dura”, sostiene Torres. “No se ven muertos ni gente sacando cosas. Es una señora mayor con una foto de su familia, viendo cómo puede rescatarla. Nos interesa porque habla de la memoria, de la importancia de cuidar los archivos”, concluye.

Como siempre, hay de todo. Ingresar a la muestra de Argra produce un vaivén emocional. Lo más relevante del deporte, artistas capturados en un gesto interesante, los conflictos sociales, cuestiones de género, la naturaleza, los políticos. Un año en imágenes, seleccionadas por un comité editor integrado por Herms, Alejandro del Bosco, Emiliana Miguelez, Héctor Río y Jorge “Coco” Yáñez. “Lo que nos mueve es la pasión por la fotografía. Sacamos fotos con los teléfonos, con lo que tengamos en la mano”, dice Herms.

La muestra se presentó primero en Carlos Paz, para luego llegar a la Ciudad de Buenos Aires y girar por el país. En este caso, además del catálogo con las mejores fotos de 2013, Argra presenta una colección de libros de fotografía de pequeño formato, que están dedicados a la intervención urbana, 19 y 20. Fotoperiodismo en la calle, al trabajo de recuperación y puesta en valor del Archivo Veintiuno y a la obra de Pablo Zucheri.

* Las muestras se pueden visitar hasta el 17 de agosto en Posadas 1725, de martes a viernes, de 12 a 20, y sábados y domingos, de 10 a 20. La entrada es libre y gratuita.

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