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Lunes, 20 de julio de 2015
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Voces ocultas, reciente estreno de la señal AXN

Ecos y susurros conspirativos

Paranoia y mundo infantil se unen en esta historia producida por Amblin Television, de Spielberg, y basada en un cuento de Bradbury. La serie usa a los amigos imaginarios de los más pequeños como el punto de partida de una conspiración a escala planetaria.

Por Federico Lisica
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En Voces ocultas reaparecen varias de las inquietudes de la primera etapa de Steven Spielberg.

“Veo gente muerta, o casi, y me piden que haga maldades”, podría proferir alguno de los niños de Voces ocultas (reciente estreno de AXN que va los domingos a las 22). Pero lo que podría ser otra producción con el síndrome del infante que sirve de entrada al horror y al misterio, en pocos minutos desenvuelve su faceta de conspiración global, una suerte de isla dramática y fantástica como la que propusiera, no hace tanto, Lost. De esta manera, los pequeños y sus amigos imaginarios –un mundo fantástico pero familiar– serían aquí un arma paranormal que ni los experimentos soviéticos creyeron posible.

Hay una mujer moribunda por obra de su hija, que se dejó aconsejar por un tal Drill. El punto es que ese sujeto es invisible. La pequeña de aspecto angelical alega que fue parte de un juego, aunque luce más preocupada por lo que piensa Drill que por la salud de su madre en el hospital. Quien investigará el caso es Claire Bennigan (Lily Rabe de American Horror Story), una especialista del FBI en infantes. La agente, por su lado, acaba de enviudar y atraviesa el duelo junto a su hijo sordomudo. Drill, obviamente, empezará a hacer de las suyas con otros chicos. Vale apuntar que no es común ver a personajes que aún no dejaron el pintorcito del jardín manipulando a los mayores y pergeñando tal nivel de malicias. “Es un juego que no entenderías, hay que aprender las reglas”, dirá uno de ellos.

Que todos los hijos –y por ende los adultos– estén a menos de siete grados de separación y la acción transcurra en Washington D.C., el corazón político de los Estados Unidos, no es ninguna casualidad. La propuesta desa-rrollada por Soo Hugh (guionista de Under the Dome), en vez de contentarse con lo intimista y asombroso de la premisa, apuesta por una ciencia ficción gigante. Así los dibujos de los críos alertarán sobre magnicidios, surgen personajes misteriosos que habían sido declarados muertos y aviones militares reaparecen en el desierto del Sahara. Todo eso sucedió en el primer episodio con su tendal de preguntas. ¿Quién es ese NN que despierta amnésico en un hospital? ¿Cuánto tardará en hablar el niño sordomudo? ¿Por qué los susurros son en árabe? ¿El plan maléfico se cuela por la electricidad? Esa desmesura a veces logra su efecto y en otras luce efectista. Así planteado, el verosímil se va construyendo con cada vuelta de tuerca. Y según anunciaron sus creadores serán muchísimas. Toda la temporada de trece episodios fue concebida como una ópera de tres actos, atravesada por posibles fantasmas, posesiones y/o terroristas telequinéticos.

Voces ocultas se basó en el cuento “La Hora Cero” de Ray Bradbury, incluido en una obra cardinal para la ciencia ficción como El hombre ilustrado. Lo de tomar la historia del autor de Crónicas marcianas fue, básicamente, un trampolín, aunque mantuvieron como homenaje a su creador el nombre del enigmático Drill que ya estaba en el libro. “El mayor desafío fue hacer una antología a partir de un par de páginas”, dijo su productor ejecutivo, Zac Estrin. La serie, además, fue producida por Amblin Television, es decir, Steven Spielberg. Aquí reaparecen varias de las inquietudes de la primera etapa del realizador. Casi como un eco se habilita la chance de cruzar el cerco de lo racional, y claro está, el mundo infantil como uno que provee más temor a los adultos que a los propios involucrados. Sin la genialidad visual del director de E.T. El extraterrestre, por momentos, Voces ocultas logra su cometido de habitar en una nebulosa: “¿Podemos tomar algo que los adultos piensan que es de una manera y los chicos de otra y jugar con la audiencia a proponer algo en el medio?”, se preguntó Estrin. La respuesta está en los susurros (ése es su título original) algo grandilocuentes y con notable capacidad de destrucción.

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