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Martes, 1 de julio de 2008
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Liliana Barrios y su homenaje a Homero y Virgilio Expósito

“Siento que ellos son dos héroes”

En su nuevo CD, Epica, la cantante repasa la obra de los hermanos. No se queda sólo con los clásicos, sino que bucea en candombes, boleros y hasta en un éxito ¡pop! que Billy Cafaro grabó en los ’50.

Por Cristian Vitale
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Liliana Barrios venía de grabar Gardeliana y Troileana.

Pasan los años y Liliana Barrios va mutando de amores platónicos. Al principio fueron varios y grandes: Cadícamo, Cátulo Castillo, Cobián, Contursi, Discépolo, Manzi se entremezclaron en su disco debut: Ecos del eco de tu voz. Fue el principio. 1995. La síntesis, ordenada y profesional, de un influjo infantil. “Yo vengo de un guitarrero de folklore, mi padre, y de un payador, mi abuelo: te miraba y te hacía un verso. Eran músicos sin suerte, músicos de peña”, cuenta hoy, afianzada como voz del tango y con el cuarto disco recién horneado: Epica, el viaje de Homero y Virgilio Expósito (Aqcua). Es que la Barrios, intensa y hermosa morocha de arrabal, fue virando de aquella poligamia inicial a una monogamia que la convirtió en fiel trasmisora del legado de los grandes, pero de a uno: A Ecos... le sucedieron Gardeliana (1998), un fresco con perfume a mujer destinado a trasvasar las mismas canciones que el Zorzal cantó allá lejos, y Troileana (2006), un recorrido por 15 piezas compuestas por Aníbal Troilo. “Tuve la suerte de que Harmonia Mundi comprara ese disco y lo editara en Europa. ¿Viste?: gracias a Troilo conocí el mundo y me conocí a mí”, bromea.

Está por verse, entonces, cuál será el regalito de los Expósito. El trabajo grueso ya está hecho: fue tomar obras dispersas de ambos –tango, milonga, candombe, ¡pop! y bolero– y adaptarlas a su voz. “Me hubiera encantado que Homero siguiera vivo para ver dónde desembocaba. Era tan atrevido como Piazzolla, porque el resto hizo maravillas, pero siempre se quedó en su molde”, dice y con cierto conocimiento: estuvo cuatro meses encerrada, hurgando en el material de los entrerrianos. “Terminé como si fueran grandes amigos. Sé quiénes fueron sus amores, cómo era la casa donde nacieron, dónde iban con sus noviecitas a los 15 años”, cuenta. En el proceso dio con la letra de “El Entrerriano” (una música creada por Rosendo Mendizábal en 1897 a la que Homero puso letra), la cantó y probó con unas 40 más hasta elegir 13. “Las voy cantando hasta que las descarto por abulia. Me quedo con las que sé que voy a poder cantar toda la vida.” Y el bolillero del placer dio clásicos y de los otros: “Afiches”, “Maquillaje” –pieza clave inspirada en el soneto de Argensolas– ,“Percal”, “Trenzas”, “Fangal” y otros, en los que amerita detenerse.

Uno es “Eso”, el éxito pop de los Expósito brothers que el primo bizarro de ambos –Billy Cafaro– grabó junto a los TNT en 1957 y enriqueció a parva de gente. “Eso, eso, eso, que me tiene preso, eso, eso” pero en versión tango. Algo así como un atrevimiento. “Di vuelta la brújula... –dispara ella–. Ellos lo hicieron pop y yo se los devuelvo tango. Lo hicieron rock porque tal vez no tenían otra alternativa..., incluso habla de un hombre o una mujer apasionados por el ser que ama en ese momento, ¿qué es eso que te vuelve loco, algo físico, algo del espíritu? Pasé la prueba e incluso le gustó mucho a Nelly, la viuda de Homero”, dice. Otro hallazgo: “¡Chau, no va más!”, una de las piezas tardías de Homero que capta, con tacto de testigo consciente, el cambio de los tiempos y ubica al hombre en un lugar distinto de aquel, arquetípico, que sufre un abandono sentimental o pena por la existencia. “Hasta entonces, los tangos hablaban de los hombres y su problemática existencial, o de la tristeza del hombre al que su mujer deja. Estos dos, en los setenta, hacen aparecer un tipo despidiéndose de una conquista, en medio de la revolución sexual: él le dice a ella: ‘Mejor nos separamos, esto no va más, yo fui muy feliz con vos pero ya está’. Digo, fueron revolucionarios porque no se metieron con el hombre abandonado, sino con el que deja, con el melifluo seductor que dice chau.”

–Le aportaron optimismo a una lírica en general trágica...

–Ni hablar. Nelly me contó que Homero la escribió 73 veces. Le tuvo que decir “basta, te vas a quedar sin cerebro y me vas a dejar sin cerebro a mí”. Ella me contó algo que yo presumía: a los ocho años, Homero recitaba sonetos de los poetas del siglo de oro español y decía que nadie podía escribir un tango si antes no podía escribir un soneto. Yo creo que por eso hay pocos compositores buenos de tango: es un género difícil de escribir y de cantar. Corrés el riesgo de ser meloso, de redundar en temas, de escribir lo mismo que ya se escribió.

–Viene al caso: hay que animarse a recrear “Naranjo en flor”, después de tantas versiones, sobre todo la de Goyeneche...

–Así lo pensaba yo, la versión de Goyeneche es sublime, ¿quién la canta después? Borges decía “qué suerte que los poetas siguieron escribiendo después de La Divina Comedia”; la genialidad te pone una pared. No quería grabarlo, pero me convenció mi marido. Entonces, me tomé el micro a Zárate –ciudad cuna de los hermanos– y me metí de lleno en el paisaje: llegué a la rambla, vi su esplendor y sentí que el río estuvo en sus obras. El río me dictó la letra para que la cantara. De ahí, la incorporación de violines y piano tipo murmullo de arroyo: “Era más blanda que el agua, que el agua blanda”, ¿no?

–¿Por qué Epica?

–Siento que ellos son dos héroes: nacieron a orillas del Paraná y esto ya los define como navegantes, como aventureros que avanzaban más allá, como esos marinos de Colón que fueron quemados por atreverse a decir que la Tierra era redonda. Además, vienen de una familia anarquista y han sido unos provocadores, Homero con sus metáforas fabulosas y Virgilio desde los acordes. Eran de avanzada. Sufrieron que se los acusara de locos, pero sin embargo siguieron navegando, sin temerles a los dragones. A Homero lo imagino como un orfebre, sacándoles lustre a los temas. Estaba todo el tiempo tratando de que la palabra fuera exacta..., después de que lo cantás tantas veces, notás que cada palabra, cada punto, cada coma, están donde deben estar y significan lo que quieren significar.

–¿Quiénes son los dragones?

–Los críticos de tango, los ortodoxos que no quieren que se avance. Yo respeto la tradición, porque mi repertorio siempre es clásico. Pero trato de darle un vuelo, una vuelta..., lo paso a mí.

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