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Jueves, 24 de julio de 2008
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Pablo Guerra habla de Suelto, su primer CD como solista

“Ahora las decisiones las tomo yo”

El ex guitarrista y cocompositor de Caballeros de la Quema volvió a grabar siete años después de la separación de la banda. El resultado es previsible pero interesante: rock clásico, plagado de buenas canciones guitarreras.

Por Juan Manuel Strassburger
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Guerra, aquel “rolinga” de los Caballeros, ya más grande, y consolidado como cantante.

Hay una clase de rock que todo el mundo conoce, a muchos les gusta, pero que no cuenta con demasiados cultores. Y la razón es sencilla: el requisito es haber vivido. Quienes lo practican no necesariamente son hombres mayores, pero sí adultos. Mínimo, una treintena a cuestas. Con estilo para vestir aunque anden casi siempre desarreglados. Y con letras que suelen hablar sobre la mala vida y la existencia relajada. Pero también sobre el honor, el trato caballeresco (o recio, según el caso) a las mujeres y el compromiso inviolable con la amistad. El ritmo puede ser un mid-tempo o un rockito más acelerado, aunque cada tanto se cuele un folk o un reggae a la manera de Keith Richards. Eso sí, lo que no puede faltar es el riff, un rasgueo no demasiado estridente que lleve fácil las riendas del tema y que sirva de aliciente para esa voz agrietada que sólo una garganta con mucho whisky puede ostentar.

En ese mundo selecto y a la vez popular, en esta ética de rock, es que se planta Pablo Guerra, el ex guitarrista y cocompositor de Caballeros de la Quema, “el rolinga tarambana” que siempre les daba un plus de alegría y espontaneidad a los shows de aquella banda, y que ahora, con Suelto, su demorado primer disco solista, por fin le pone nombre y apellido a su vocación clasicista. “¿En serio lo ves así?”, pregunta cuando se lo consulta sobre su filiación con otros practicantes como el Bob Dylan eléctrico de los ’70 o el propio Ariel Roth. “Qué bueno. Yo también lo veo así”, responde, tranquilo, antes de soltar una risotada que lo pinta tal cual es: espontáneo, simpático y socarrón.

–En la época de Caballeros, todos lo identificaban como el más jodón, el que siempre hacía los chistes, ¿se mantiene ese espíritu?

–Sí, soy un eterno adolescente (risas).

–¿Es cierto, entonces, lo que dice una de las letras de Suelto: “Soy un cerdo, con honores de caballero...”?

–Sí, me pinta bárbaro (más risas). Aunque en realidad esa parte de la letra no la escribí yo, sino Rubén Pozo, el cantante de Pereza, una banda española. Pero sí, calza perfecto con mi disparate, con no ser muy responsable.

–¿Alguna vez le trajo problemas ser así?

–¡Todo el tiempo! Es más, los problemas que tengo son todos por eso. La conexión española resultó fundamental para Guerra. En especial a partir de su participación en Laboratorio Ñ, un evento que en 2005 reunió a bandas de ambos países y que llevó al cantante a España y a descubrir algo clave: el rock que tiene preponderancia allá –el de un país que admira hasta la devoción a Lou Reed y Bruce Springsteen, por ejemplo– es el que más lo identifica acá. “Me encontré con gente muy talentosa. Tipos como Quique González (autor de “Vidas cruzadas”, hitazo de Suelto) o los mismos Pereza. De alguna manera, ellos fueron los que me empujaron a sacar el disco”, revela.

El músico, que hoy a las 21 se presenta en La Creciente Bar, Pacheco y el río (Martínez), amplía por qué tardó tanto en sacar el disco, teniendo en cuenta que pasaron siete años desde la separación de los Caballeros: “No se daba, tenía la cabeza en otro lado. Pero no porque no me animara, sino porque me seguía tirando la cosa grupal. De hecho, ahora con mi banda, nos seguimos moviendo así. Cuando hay plata hay para todos. La diferencia es que ahora yo tomo las decisiones musicales”, dice, satisfecho. La influencia ibérica se nota, también, en cierta elegancia que sobrevuela el álbum, pero sin opacar la picardía característica de Guerra. “Lo que pasa es que para mí el rock clásico es eso: guitarra, cable, amplificador y chau”, señala el músico, estricto. La definición podría llevar a un malentendido: si hay algo que no se puede decir de Suelto es que sea un álbum austero. Empezando por su audio impecable, limpísimo, que hace suponer un cuidado especial en la producción. “Sí, es un disco en el que no hay loops –reconoce Guerra–, no hay sobregrabaciones, está casi tocado todo de primera toma, con mucho aire. Nos tomamos todo el tiempo necesario para grabarlo. Primero en la casa de Aníbal Rodríguez, el productor. Y después en Del Cielito”.

–Es mejor que el rock sea suelto, ¿no?

–Sí, el rock tiene que ser suelto.

–¿Y qué pasa cuando aparece muy estructurado, tan obsesionado con los detalles?

–Es pop. Aunque el pop también tiene que ser suelto. Si no es vacío.

Suelto también es un álbum en el que se puede apreciar sin intermediarios la voz de Guerra. “Me gustan los cantantes sinceros, carrasposos y taciturnos”, precisa. “Tienen que ser un poco cabrones y estar un poco enojados. Más que nada por los tiempos que estamos pasando. Sino, no estás viendo lo que pasa a nivel humano a tu alrededor”, dice, repentinamente serio.

Como siempre sucede, apenas se separa un grupo que ya mostraba síntomas de apatía y desgaste (como era el caso de Caballeros al momento de su disolución) surgen los pedidos de regreso. No importa que a su último show hayan ido alrededor de 500 personas, según cuentan las crónicas de la época. Pasado un tiempo prudencial, el pedido podrá volverse reclamo de miles. “Por el momento no es posible. Cada uno está con sus cosas”, dice.

Cuando la pregunta recae sobre el rumbo actual de Iván Noble, el ex cantante de Caballeros, Guerra responde: “Algunas cosas de las que hace me gustan y otras no. Y si me preguntás por lo que hacía antes, cuando estaba en los Caballeros, también: algunos cosas sí y otras no”.

–¿Por ejemplo?

–Y, me parece que tiene algunos buenos momentos musicales que antes no tenía. Y me gusta cómo escribe. Después, algunas cosas las canta bien y otras no. A mi gusto, claro. Pienso que debería cantarlas de otra manera. Que era algo que también me pasaba en Caballeros. Pero bueno, ahí era consensuado.

–Cuando terminó la banda, ¿en algún momento apareció el miedo de quedarse afuera de la música?

–Sí. Desde que dejé de tocar en Caballeros laburo en otra cosa. Pero el rock es algo que no puedo evitar. Estoy todo el tiempo maquinando con el rock. Toco la guitarra en mi casa, compongo cuando voy caminando por la calle o cuando ando en el colectivo con el walkman (!), siempre anotando frases.

–Parecería que los cantantes la tienen más fácil a la hora de sobrevivir a una banda exitosa. ¿Es así?

–Sí, pero para nosotros también tiene otro gustito. Somos heroicos sobrevivientes.

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