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Domingo, 14 de septiembre de 2008
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Phil Manzanera, su trabajo junto a David Gilmour y lo que vendrá de Roxy Music

“Para mí, la guitarra es una terapia”

El exquisito guitarrista habla de su larga amistad con el guitarrista de Pink Floyd, y cómo su trabajo en On an island derivó en una gira cuyo punto cúlmine es retratado en Live in Gdansk: un show en los astilleros donde nació Solidaridad.

Por Roque Casciero
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“David armó una especie de pequeña familia. Fue como volver a estar en una banda, pero sin los problemas.”

La excusa de la entrevista puede parecer un tanto extraña: se trata de la salida de un CD y DVD en vivo de David Gilmour, pero quien está del otro lado de la línea no es el ex Pink Floyd sino otro guitarrista célebre, Phil Manzanera. Sucede que el violero de Roxy Music coprodujo el disco Live in Gdansk, que aparecerá el 23 de septiembre y que atesora el concierto que Gilmour y su banda (en la cual estaba Manzanera, claro) dieron en los mismísimos astilleros polacos en los que nació el sindicato Solidaridad. O sea que, sí, la nota la hace un guitarrista para hablar del disco... de otro guitarrista. Pero es imposible negarse a charlar con un músico y productor clave, que además de ponerle su sello de distinción a Roxy Music ha trabajado con Bob Dylan, Robert Wyatt, John Cale, Nico y Brian Eno.

Manzanera, hijo de una colombiana y un inglés, se crió entre Cuba y Colombia, y habla un español tan fluido como sus solos de guitarra. Sus raíces latinas le abrieron los oídos antes que al resto de sus colegas europeos a la hora de producir a Fito Páez (“tengo mucha admiración por él, no hay otro igual”), Aterciopelados y Enrique Bunbury, entre otros. A los 58 años, el guitarrista y productor está involucrado en tantos proyectos que se le hace difícil meterse a terminar el primer disco de estudio de Roxy Music en más de 25 años. “Queremos que salga el año próximo –dice–. Estuve fuera de Inglaterra por tres meses, produciendo el próximo disco de Enrique Bunbury, pero ya me apunté con Bryan (Ferry, cantante) para seguir trabajando en el álbum. Hemos grabado 18 canciones, de las cuales hay muchas en las que toca Brian Eno y muchas trabajadas con nuestro primer productor, Chris Thomas. Pero faltan las letras.”

–¿Eso es misión de Ferry?

–Sí. A veces dice que ya no puede escribir letras, pero me planté y le dije que sí puede hacerlo.

–Hace años que dice eso y después vuelve a componer.

–¡Exacto! Ya basta de ese discurso... Así que en unas semanas nos iremos a algún lado y tendrá que escribir las letras. Todo el mundo está harto de esperar (risas).

–Brian Eno fue parte de Roxy Music hasta el segundo álbum, For your pleasure. ¿Cómo fue volver a trabajar con él en un disco de la banda?

–Es como un toro en el estudio: no para, tiene una energía increíble. Y es un tipo muy simpático. Metió todos sus aparatos, una pila de cosas, medio que nos marea.

–Cuando Roxy Music apareció, en 1971, era una banda vanguardista y glamorosa. ¿Y ahora?

–Ahora somos lo que somos: si nosotros cinco (además de los mencionados, están el saxofonista Andy McKay y el baterista Paul Thompson) tocamos juntos, hay un sonido. Quizá ya no sea muy vanguardista, pero es el sonido de Roxy. Y creo que hay que hacer algo apropiado para este momento nuestro, no intentar ser lo que fuimos en 1972 sino hacer algo más natural. Es como ponerse un traje bien hecho, algo con lo que te ves bien: no vas a andar vistiéndote como jovencito o como lo que no sos.

–En el medio de la grabación con Roxy Music usted trabajó con Gilmour, a quien conoce desde hace cuarenta años.

–Exacto. Mi hermano, que nació en Tucumán, era amigo de David porque se conocieron en la Universidad de Cambridge. Cuando regresamos de Venezuela a vivir en Inglaterra porque se había muerto mi padre, le dije a mi madre que quería entrar en una banda, ser un músico profesional. Por supuesto, ella se espantó. Pero mi hermano me dijo: “Yo conozco a este tío que acaba de entrar en un conjunto. ¿Por qué no vamos y hablamos con él, a ver qué hace uno para ser músico?”. Entonces fui a verlo, justo cuando había empezado con Pink Floyd. Ninguno de los dos nos acordamos de qué me aconsejó, pero ahora él dice que seguro fue algo buenísimo, porque unos años después entré a Roxy Music.

–¿Siguieron en contacto?

–Durante un tiempo no, pero cuando ellos estaban remezclando Dark side of the moon trabajaron con Chris Thomas, que fue el productor de nuestro segundo disco. Entonces escuché las grabaciones de Pink Floyd y le mandé un telegrama a David en el que le decía: “Acabo de escuchar tu solo en ‘Money’ y es buenísimo. ¿Te acordás de mí? Ahora también estoy en un conjunto, se llama Roxy Music”. Nos hicimos amigos en ese momento, en 1973, y seguimos viéndonos todo el tiempo, pero no trabajamos juntos hasta el disco de Pink Floyd A momentary lapse of reason (1988), en el que escribí con él la canción “One slip”. Ahora vivo al lado de él, en el campo, y ya somos casi como de la familia.

–Quién pudiera estar por ahí cuando se ponen a tocar...

–Figúrese: el otro día estábamos al aire libre, acampando, hicimos un fuego y nos pusimos a tocar. También estaba Jeff Beck, los tres haciendo un jam con guitarras acústicas. Yo, encantado, claro.

–¿Cómo fue que coprodujo On an island (2006), de Gilmour, y salió de gira con él?

–Hacía muchísimos años que David no hacía un disco. Una noche estábamos cenando en su cocina y me dijo: “Tengo un montón de cosas musicales, pero son tantas que no sé por dónde empezar”. Entonces le contesté: “Si querés vengo el lunes, escucho contigo y te doy una opinión”. Poco a poco David volvió a trabajar, a pensar en canciones, y su esposa se incorporó haciendo letras. Y por estar ahí, al fin fui coproductor (se ríe). Empezamos un camino que nos llevó a Abbey Road, a una orquesta, a una pila de cosas. Llegó un momento en el que David se planteó tocarlo en vivo y le dije: “Bueno, yo me apunto para la gira”. La verdad, no debería haber dicho eso porque, en teoría, tenía que entrar de nuevo a estudios con Roxy. Pero me dije: “La vida es muy corta, a lo mejor no vuelvo a tener esta oportunidad, así que me anoto aquí”.

–¿Y qué tal la gira?

–David armó una banda de amigos, una especie de pequeña familia. Para mí fue como volver a estar en una banda, pero sin los problemas de una banda. Fue muy bonito hacer 23 conciertos y divertirnos juntos. Mi esposa trabaja en la publicidad de David, así que fuimos a la gira con ella, la esposa de David, los niños... Y al final llegamos a Polonia, a ese último show que fue completamente diferente de todos los otros por varias razones. Los conciertos regulares eran en teatros para dos mil personas y el de Polonia fue para 50 mil. Y era por el aniversario de Solidaridad, en el mismo lugar donde ellos hacían los barcos, donde mataron a esos pobres trabajadores y donde se sembró la caída del Muro de Berlín. Además, era la única vez que varias de esas canciones de Pink Floyd se tocaban en vivo junto a una orquesta. Por suerte las versiones fueron buenísimas. En realidad grabamos los 23 conciertos del tour con la idea de hacer una selección de las canciones para el DVD, pero cuando empezamos a elegir con David había muchas de Gdansk, entonces dijimos: “¿Por qué no hacemos sólo Gdansk?”

–¿Cuál fue su rol como coproductor, tratándose de un disco en vivo?

–Lo que hice fue escuchar todas las canciones de todas las noches y les ponía puntaje, de uno a diez. Después fui a la casa de David y le mostré mi selección, a ver qué pensaba, y charlamos sobre cuál era la mejor versión. Luego volví al estudio a revisar cada canal con los ingenieros. Y después de meses de trabajo llamé a David y le dije que estaba listo, pero que él tenía que meterse en las mezclas, para que fuera lo que él quería de verdad. Porque, al final de cuentas, es su disco, no el mío.

–¿Cuáles cree que son sus puntos fuertes como productor?

–Aprendí todo lo que sé de dos personas: Chris Thomas, que fue ayudante de George Martin y por lo tanto parte de la tradición inglesa de producción, y Brian Eno, con quien experimentamos todo el tiempo. Entonces, si hay alguien que quiere utilizar esa combinación de clasicismo con experimentación, me llama y aplico lo que sé a sus canciones. Puedo dar sugerencias o alternativas, pero al fin de cuentas es su disco, el artista es el que decide.

–¿Tener raíces latinas le hizo ampliar su enfoque musical?

–Pienso que sí, porque tenía una visión diferente desde los 6 años. Empecé a tocar en La Habana en 1957, porque mi madre tomaba clases de guitarra con una italiana, y cantaban boleros, temas folklóricos cubanos. Además, ella había vivido en Buenos Aires durante el gobierno de Perón, en Uruguay, en Colombia, entonces todo su amor por el bolero me influyó. Luego, en Venezuela y Colombia, escuchaba cumbia, y escuchaba la música que venía en las películas argentinas. Pero cuando empecé a escuchar la radio de Londres encontré a Los Beatles y a todo ese sonido que estaba saliendo, y sentí que tenía que ir para allá. Me mandaron a un internado, aunque regresaba a Venezuela para las vacaciones. Entonces me encantaba la música latina, pero al mismo tiempo escuchaba a Los Beatles, Los Rolling Stones, los Yardbirds, y después Hendrix y demás.

–Usted trabajó con varios artistas de rock en español. ¿Cree que alguno podría dar el salto al mainstream internacional?

–No hay que pensar en esos términos. Ya no existe un solo mercado internacional: hay tanta gente que habla español que a lo mejor ese mercado es más grande que el anglo. La industria está cambiando muchísimo. Por ejemplo, Gustavo Santaolalla puede venir a Londres y llenar dos noches el Barbican Theatre con una música que es mezcla de tango y electrónica, mientras que muchos conjuntos ingleses no pueden tocar en un teatro así. Cuando llegué a Londres, a principios de los ’70, a nadie le interesaba la música cantada en español. A fines de los ’80 empezó el interés por la world music, muy de a poco, y ahora el interés es multicultural, especialmente en Europa. He visto un cambio increíble.

–Después de tantos años tocando, ¿todavía le encuentra aspectos nuevos a la guitarra?

–Claro. Cuando tenía 16 años me planteé no aprender mucha técnica rápido, prefería hacerlo de a poco durante toda la vida para tener cosas para descubrir. Así que siempre busco cosas y con eso me entretengo, es como una terapia (risas). Hay muchas cosas que no puedo hacer y que quiero aprender, por ejemplo tocar flamenco.

–¿O sea que no es de los que creen que sólo la técnica hace a un gran guitarrista?

–Para nada. Acabo de empezar una serie de seis documentales sobre la guitarra en diferentes géneros, que se llama Un pedazo de madera y seis cuerdas, porque ahí está la cosa: podés dárselo a personas diferentes y saldrán con algo diferente, porque lo importante es lo que está en la mente de cada uno, la sonoridad que busca, lo que ha escuchado antes, lo que quiere explorar... Es un instrumento que da la posibilidad de sacar la personalidad afuera.

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