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Jueves, 2 de octubre de 2008
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Leila Pinheiro, un esperado debut en Buenos Aires

“Somos pueblos sentimentales”

A pesar de sus veinticinco años de carrera y trece discos, nunca había actuado aquí. Esta noche saldará la deuda en el Gran Rex, en el marco del homenaje a la bossa nova y con Pedro Aznar y Rodolfo Mederos como invitados especiales.

Por Santiago Giordano
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Pinheiro forma parte de la “generación intermedia” de Brasil.

“Nunca canté en Argentina, no sabría explicar por qué, pero las cosas se dieron así”, dice Leila Pinheiro al comenzar la charla con PáginaI12. Más sorprendida que apenada, la cantante y pianista brasileña no encuentra las razones para justificar por qué en más de veinticinco años de carrera, con trece trabajos editados –algunos acreedores de Discos de Oro– y giras por Brasil, Japón, Europa y Estados Unidos, nunca cantó en Buenos Aires. Mientras llega el momento esperado, conversa, se distiende y recuerda. “Estuve dos veces como turista –cuenta–, además desde siempre sentí una ligazón casi familiar con Buenos Aires... será por Piazzolla y Gardel, que como muchos músicos argentinos estuvieron y están siempre presentes en mi vida.”

Hoy a las 21 en el Teatro Gran Rex, Leila Pinheiro cumplirá entonces su primera actuación en la Argentina. Será como parte del ciclo que celebra los 50 años de la consagración mundial de la bossa nova, hito que tiene que ver con el lanzamiento de “Chega da saudade”, el tema de Tom Jobim y Vinicius de Moraes, que en la voz y la guitarra de Joao Gilberto contemplaba con inédita delicadeza el alma de Río de Janeiro. Después de la presentación de Pinheiro, la serie de homenaje a la bossa nova continuará con Gal Costa (29 y 30 de octubre) y Toquinho (11 y 12 de noviembre), eventos que se suman al nutrido paso de artistas brasileños por escenarios porteños.

Nacida en Belem, estado de Paraná, en 1960, Pinheiro forma parte de la generación intermedia de este medio siglo de formidable proyección de la música brasileña que con mayor o menor propiedad se cobija bajo el título de bossa nova. Entre figuras como Gal Costa, María Bethania y Elis Regina –su influencia más marcada– y, más acá, Marisa Monte o Adriana Calca-nhotto, la voz de Pinheiro se destaca por un color espeso que sabe recostarse con variados matices sobre el sentido de las palabras, y la versatilidad capaz de distinguir los acentos cool de la bossa tradicional, los estrépitos festivos del samba y las sutilezas swingueadas del jazz, además de los vapores de despedida de un fado o el aliento aguardentoso de un bolero.

“El concierto será un homenaje a la bossa nova, por supuesto, pero habrá mucho más”, anticipa Pinheiro, que promete un recorrido por lo que no duda en definir como “lo mejor de la música brasileña”, con temas de Baden Powell, Vinicius de Moraes, Tom Jobim, Ivan Lins, Guinga, Ary Barrozo, Paulinho da Viola, O Rappa, Cazuza y Roberto Carlos, entre otros. “No es difícil encontrar un común denominador entre las músicas de esos autores y compositores”, explica la cantante y pianista. “Todo se mezcla de manera muy profunda y natural, fundamentalmente porque me siento muy identificada con lo que canto.”

La discografía de Pinheiro es el reflejo de esa diversidad, riqueza incalculable de la música brasileña. Si bien en su última y feliz colaboración con Roberto Menescal –el reciente Agarradinhos–, la cantante y pianista vuelve a posar su mirada sobre la bossa nova, como había hecho en Bençao Bossa Nova, de 1989, e Isso é Bossa Nova, de 1994, sus discos no dejan de ser lugares que ocupó experimentando encuentros y cruces. “Percibo la evolución de mi discografía de una manera muy amplia”, asegura. “Más allá de la voz y la elección de los temas, siempre intenté probar nuevas combinaciones sonoras, tocar en dúo, trío, con banda, con orquesta. En fin, buscar sonoridades diversas para poner en juego las distintas circunstancias de la música.”

Pinheiro llegará al Gran Rex secundada por un cuarteto de bajo, guitarra, batería y teclados, además de su piano, desde donde conduce el conjunto y recorta momentos de intimidad entre ella y el público. “También invitaré a mis amigos Pedro Aznar y Rodolfo Mederos”, anticipa. “Con Pedro haremos dos temas, uno de ellos será ‘Zamba de Juan Panadero’, de Leguizamón y Castilla. Y con Rodolfo un hermoso arreglo que él mismo hizo de ‘Catavento e girassol’ –tema principal del disco homónimo de 1996, íntegramente dedicado a obras de Guinga y Aldir Blanc–, además de un tango. Al final, todos juntos haremos ‘Valsinha’, de Chico Buarque y Vinicius. También voy a recitar en castellano algunas cosas que traduje especialmente de Adelina Prado, una poeta de Minas Gerais.”

A lo largo de su carrera, Pinheiro compartió estudios de grabación y escenarios con artistas como Baden Powell, Al Jarreau, Pat Metheny, Toquinho y Madredeus, entre otros. Sin embargo es Tom Jobim, a quien en su último disco rinde homenaje con “Luz da natureza”, la gran referencia. “Tom es el más grande”, asegura Pinheiro. “No sólo por su música maravillosa, también por su sinceridad y su simplicidad. Era una persona simple, que podías ver caminando por la calle, en el mercado haciendo las compras. En esa humildad estaba su grandeza.”

–Entre los creadores jóvenes del Brasil, ¿a quiénes destaca?

–Sin duda a Adriana Calcanho-tto; es una gran compositora y me gusta cantar cosas suyas. También me gustan Renato Russo, Cazuza y tantos más; en fin, hay muchos artistas que aseguran el futuro de la música brasileña.

–¿Y Maria Rita?

–Me gusta mucho, pero cuando la escucho enseguida me viene el recuerdo de su madre, Elis Regina, y me emociono.

–¿Tan parecido a Elis canta Maria Rita?

–Para mí Elis fue una influencia determinante, hasta que encontré mi propio perfil, como seguramente lo encontrará Maria Rita.

–¿Por qué cree que la música brasileña gusta tanto a los argentinos?

–Es que somos hermanos... ¡Hay cosas que nos unen, más allá del fútbol! (Risas.) En el fondo somos dos pueblos similares, nuestras lenguas se parecen y afrontamos la vida con el mismo sentimiento, tanto en la fiesta como en la pena. Siento, como muchos brasileños, que hay tangos que me hablan; de la misma manera, muchos argentinos se descubren en una bossa nova. Somos dos pueblos sentimentales.

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