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Viernes, 3 de octubre de 2008
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EL FIN DE LOS TIEMPOS QUE SE MIRA POR TV

Cómo se narra la catástrofe de las finanzas

Fox News y CNN cuentan la crisis bursátil como si fuera cine de acción clase B, sin nada que envidiar a los bodrios pochocleros de Roland Emmerich.

Por Julián Gorodischer
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Obama y Mc Cain, sólo unidos por el espanto.

Las cosas se cuentan a lo grande, como en Día de la Independencia, de Roland Emmerich. En la TV estadounidense la “gran historia” es como una película de ficción: las noticias sobre la crisis bursátil de Estados Unidos son cine catástrofe (clase B: por repetido, por plagado de clichés) que reduce todos los personajes a unos pocos estereotipos (el líder salvador, los especuladores mezquinos, las amas de casa de-sesperadas). Con mejor trazo y más capacidad para estimular la adrenalina se pueden encontrar arquetipos similares en la serie 24 pero también en bodriazos como el ya citado de Emmerich y en la parodia Marte ataca, de Tim Burton.

Hacer espectáculo con la crisis bursátil (el único modo que tiene el american business de construir un relato masivo) implica que hasta presuntos progresistas como Barack Obama caigan en las fórmulas nacionalistas exacerbadas cuando lo consulta CNN: se le escucha esta tarde decir que “el destino ha sido escrito por nosotros, no para nosotros”.

El para nosotros corresponde al informe que sigue inmediatamente después, aún más inquietante que la caída de las finanzas: la baja estrepitosa “de remesas” que haría peligrar... hasta la continuidad de México como Estado nacional.

Estereotipos

El dolor televisado es colectivo y profundo, y sucede como en una invasión que amenaza la identidad nacional (el famoso America’s Under Attack que ya se hizo costumbre acompañado del cartelito titilante de Alert que C5N quiso imponer en la Argentina). Se pliegan todos: Los McCain, claro, con sus arengas para “levantar un país como sólo el águila puede hacerlo”, pero también uno de “los buenos” como Michael Moore, que asegura en mitines organizados para mantener la moral de la tropa que “con Obama está empezando una revolución”.

La nueva era es un tópico obligado, llenándose de emoción cada fragmento de las noticias (“El show debe continuar”, como enseñó All that jazz). El Apocalipsis que calienta la información económica (ascendida de suplemento a discurso único) se cuenta como la invasión de naves nodrizas que fundó el género catástrofe globalizada en la TV norteamericana con V Invasión Extraterrestre: pantallitas divididas ilustrando varias capitales, mismo escenario en diversas latitudes (“La Bolsa”) y un horror sin pérdida de sangre al menos en una primera etapa.

El canal Bloomberg TV inaugura su omnipresente Market Pulse –también titilante e hiperfragmentado– basado en informaciones simultáneas expresadas en varios subtítulos que abarcan fecha y hora, cotización de moneda e índice Nasdaq. Quizá la transformación de Bloomberg en canal caliente sea síntoma y consecuencia del cambio histórico, que sólo en Argentina es insistentemente referido como “la caída del Muro de Berlín” pero allá remite a catástrofes naturales/ peste interplanetaria. En Bloomberg la cobertura de finanzas es afín a la estética y la intensidad del espectáculo deportivo: el movilero exacerba sus estados alterados desde Wall Street y el último momento/ no se mueva de ahí resulta tan afectado como en un partido.

Películas

El estado de catástrofe remite a El día después de mañana de Emmerich: Nueva York podría estar congelándose y la inundación será letal en tanto no aparezca el gran héroe norteamericano de estos tiempos, uno declaradamente admirador de Winston Churchill (como ya dejó saber McCain); de entre las cenizas surgirá el mejor relato, el más vendedor, futuro best seller de Martin Amis, seguramente un canto a la identidad norteamericana heroica, solidaria y capaz de resistir a cualquier adversidad de ese destino “que escriben ellos mismos” cuando la tome Oliver Stone como perfecta secuela para World Trade Center.

Los opinólogos de esta versión de la catástrofe, como antes fue Katrina, como antes fue el 11/S, están vedados a interpretar, a buscar razones, a sondear en el inicio y desarrollo de la tragedia bursátil, y los que sí lo hacen deberán circunscribirse al blog marginal (como el de Duncan Green, From poverty to power, que analiza lo que los 700 mil millones podrían haber logrado con otros usos: acabar con el hambre o garantizar la educación del mundo). Los de Fox News, en cambio, no analizan fenómenos nacionales, sino que se limitan a expresar una incertidumbre: afuera algo abstracto está sucediendo y “el acontecer de una Nación” –como insiste en encabezar sus dichos el presentador de Fox– está haciéndolos quedar a todos en las páginas grandes de la historia, la que cualquier estudio de Hollywood valoraría como un éxito de taquilla, en una temporada o dos.

Muñecos malditos

Entonces, la satisfacción por estar haciendo “algo grande” se ve en la expresión de los muñecos malditos que conducen en Fox News, todos ellos estirados, con pieles porcelanadas de las malas (tan tirantes que les marca una sonrisa de Guasón para hablar de quiebras y remates. De la crisis del ’30 no se habla: ahí entra el tabú y la premisa de que la debacle deberá ser tan nueva como positiva: América deberá sobreponerse, y no es conveniente ligarse a una gran depresión.

Las rubias y los rubios de Fox son sujetos fuertemente atonales que se dan el pase de un estudio a exteriores (siempre el ingreso a “La Bolsa”: esa novedad de las coberturas ’08) con un entusiasmo que el tema no requeriría. La rigidez facial que acompaña la pronunciación de un inglés provinciano y la afinidad con las declaraciones y apariciones públicas de McCain y su barracuda Palin, los hace especialmente repugnantes: son los seres grises de esta historia. Son, ellos mismos, una clase magistral de sensacionalismo, excitándose y acelerando el pulso ante la aparición de un escandalete nuevo (¡un moderador de debate fue biógrafo de Obama: qué locura!) y cargando las tintas sobre la cuenta regresiva que desde el ángulo inferior derecho de la pantalla numera horas y minutos hasta el debate de los vices.

Algo malo está por pasar: no hay entertainment sin emoción global. El mundo exterior se fue y ya no volvió y los muñecos malditos enrostran a los crédulos ese Apocalipsis que ya ocurrió, donde hasta el meteorólogo ha sido expulsado del panorama matinal; el mundo es una Bolsa, afectivizada en el parecido escenográfico con un pub (barras, plasmas, murmullos) que hasta les hace sentir a gusto, a televidentes monotematizados. Respiran con los golden boys esa lujuria de cifras decrecientes, los ven correr o saltar a las 9 de la mañana haciéndolos sentir más intensamente que en una final de football o un recital teen pop: show, y más show, a muy bajo costo (total... el salvataje de Bush paga hasta eso).

Los ejecutivos tienen miedo: también se ve en CNN, a pesar de la actitud más contenida de la flamante conductora estelar Gabriela Frías (ex En efectivo); las mujeres serenas (Frías y la histórica Patricia Janiot), con recursos expresivos más cautos, conducen a una misma o mayor sensación de peligro inminente (son tan exageradamente contenedoras que uno desconfía).

Tan down

En un Apocalipsis integral y efectivo todo conspira para la debacle: en Twister no hay un solo huracán que ataca a los publerinos sino un montón; en Snakes on a plain (por nombrar una catástrofe reciente inspirada en el 11/S) no hay una Anaconda (como se estilaba en los ’90), sino decenas de reptantes.

Las noticias no quedan afuera de la tendencia argumental y entonces la conductora Glenda Umaña de CNN en Español dice que “la vitamina C parece no ser tan buena como pensábamos”..., y siguen cayendo las premisas básicas del Occidente mediático como lo conocíamos (desde las finanzas a la información nutricional). En las pausas, en CNN, se tomaron la costumbre de arengar a los niños a “prevenir el cáncer comiendo sano”, y da la sensación de que el monstruo es cada vez más grande..., más que el de Cloverfield de JJ Abrams, y que está a punto de dar el pisotón final.

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