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Miércoles, 29 de octubre de 2008
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Café Tacvba puso un cierre de gala en el Festival Cervantino

Una Guanajuato desbordada de música

Mientras el grupo actuaba para una multitud en el Patio de la Albóndiga y sus alrededores, el grupo Cantus Köln revisó las músicas del Renacimiento y el Barroco temprano en el Templo de la Valenciana: excelente resumen de la diversidad del encuentro.

Por Diego Fischerman
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Café Tacvba puso el acento en Sino, su disco más reciente, pero no descuidó los clásicos.

Desde Guanajuato

Entre la noche del sábado y la mañana siguiente, la ciudad se transformó. Las plazas y las calles se inundaron, literalmente, de gente que allí durmió y, desde un día antes, fue ocupando lugares para estar, ya no en el Patio de la Albóndiga, donde sería el recital de Café Tacvba, cuyas entradas ya estaban agotadas desde hacía días, sino en los alrededores. En un día entraron en Guanajuato alrededor de 40 mil personas. Se calcula que unas 15 mil lograron estar cerca del concierto que cerró el Festival Cervantino, entre los afortunados que lograron estar adentro y los que pudieron defender sus puestos en las callejuelas aledañas y en los balcones y las terrazas de las casas situadas alrededor de la Albóndiga. Y en un rincón tan extremadamente opuesto como sólo podría suceder en un festival como éste, que tiene a los contrastes y la apertura estética como parte de sus fundamentos, en el churrigueresco Templo de la Valenciana, en lo alto de las sierras, Cantus Köln, el mejor grupo actual entre los dedicados a las músicas del Renacimiento y el Barroco temprano, brindó un concierto ejemplar con obras de Schütz y Rosenmüller, el más claro seguidor de Monteverdi en Alemania.

Durante toda la semana habían arreciado los rumores acerca de una improbable cancelación de la presentación de Café Tacvba. Y es que los narcos habían amenazado con una bomba en la apertura (donde ya no había sucedido) o en el cierre del festival. El gigantesco operativo de seguridad, con más de 500 efectivos, o las pocas ganas de los narcos de ponerse en contra al público en un enfrentamiento que ellos focalizan con el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa. Lo cierto es que, a las ocho menos cuarto, quince minutos antes de lo anunciado pero varias horas después de que ya no cupiera nadie en ningún recoveco cercano, Tacvba arrancó con los dos temas que abren su último disco, Sino. El cantante Rubén Albarrán, que en cada álbum cambia de nombre, esta vez llamado Ixaya Mazatzin Tleyotl, comenzó con “Seguir siendo” y “Tengo todo”. “Hacen sus rolas más tranquilas, porque es el Cervantino y para que no haya mucho desmadre”, comentaban entre el público. “Es que no está chido que se avienten siete canciones del último disco en un concierto”, reflexionaba otro, ya cerca del final. Y el cantante, cuidadoso, cuando hablaba a quienes estaban en las azoteas, recomendaba: “Salten pero nomás en su mismo sitio”.

El show fue, más allá de la preferencia por el material más reciente, una buena recorrida por toda la trayectoria del grupo, desde las tempranas “Las batallas”, “María”, “La chica banda” y “Las persianas” hasta “La locomotora”, del disco Revés / Yo soy y “Trópico de Cáncer”, “Ingrata” y “El baile y el salón”, de Re. Entre lo más festejado estuvo esa suerte de himno del lunfardo del DF que es “Chilanga banda” y “El fin de la infancia”, donde el grupo rinde su homenaje a la “música banda”. En la presentación, Albarrán invitó al público a hacer las paces con sus allegados y a saludarse entre todos, e invitó a bailar incluso a los policías. “Llegó el momento en que el Café Tacvba se reconcilie con el pasito duranguense”, fue su invocación. La eficaz combinación entre folklore mexicano, rock y pop melódico (al fin y al cabo, otra de las formas del folklore mexicano), en todo caso, demostró ser tan potente como siempre. Y, en el final, sobre los acordes de “Pinche Juan”, en versión instrumental, llegaron, casi dos horas y media después del comienzo, los últimos saltos del público y los últimos ecos de la trigésimo sexta edición del Cervantino.

Los cálculos, todavía extraoficiales, hablaban de un total de medio millón de asistentes a todos los espectáculos realizados a lo largo de diecinueve días. Y el director del festival, Gerardo Kleinburg, que en conferencia de prensa reiteró oficialmente su deseo de que el invitado de honor en 2010 sea “un país latinoamericano que comparta con México el bicentenario” y, extraoficialmente, que ese país sea la Argentina, anunció los principales lineamientos de la próxima edición. El invitado de honor internacional será Quebec, que participará con números como la Sinfónica de Montreal y el genial pianista Marc-André Hamelin, el convidado mexicano será el Estado de Zacatecas y habrá por primera vez un eje temático que será, esta vez, la astronomía, la figura de Galileo Galilei (de cuya premonitora mirada a los cielos se cumplirán quinientos años) y los contactos entre arte y ciencia. Entre los títulos ya confirmados están la Vida de Galileo de Bertolt Brecht, y, aprovechando otros dos aniversarios redondos, la ópera El mundo de la luna, de Franz-Joseph Haydn (en 2009 se cumplirán doscientos años de su muerte), y la suite Los planetas, de Gustav Holst (de cuyo fallecimiento se cumplirán 75 años).

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