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Sábado, 3 de diciembre de 2005
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JOAN MANUEL SERRAT EN LA SEDE DE “PELOTA DE TRAPO”

“El mundo está lleno de buena gente que mira para otro lado”

El cantautor catalán visitó el hogar y la imprenta que funciona en Avellaneda. Pidió más compromiso en la lucha contra la pobreza y respaldó al Movimiento de los Chicos del Pueblo.

Por Adrian Figueroa Diaz
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Serrat hizo un alto en su gira para estar con sus amigos, los chicos.
“Pareciera que el slogan de ‘los niños primero’ fuera sólo eso, un slogan.” La crítica no pertenece a ninguna consigna partidaria ni a un líder político, sino a un artista, o a un militante, que en el caso de Joan Manuel Serrat parece ser lo mismo. Humanista, crítico, lúcido, el catalán hizo ayer un break en su gira y llegó hasta Avellaneda, al sur del conurbano bonaerense, para dar y recibir una mutua dosis de compromiso social con niños y responsables del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo. Lo recibieron con el variopinto de alegría y ternura que suele caracterizar sus marchas por los derechos de los más pequeños. Serrat respondió haciendo suya la denuncia de que “el hambre es un crimen”, pero se preguntó: “¿Cuánto más hay que hacer para que la gente no mire hacia otro lado?” y “¿cómo repetir lo que todos saben?”: la paradoja de un país que produce alimentos para 300 millones de personas pero no puede alimentar a sus 37 millones.
Marionetas gigantes, el histórico trencito de las marchas por el país y banderas colorearon las grises veredas del viejo barrio fabril donde está la sede de Pelota de Trapo, la organización que germinó el Movimiento. No es la primera vez que Serrat visita la institución de la que es embajador europeo, y su firma no sólo acompañó las consignas de las caravanas nacionales de los Chicos del Pueblo, sino que en 1995 marchó hasta La Plata para reclamar por la muerte de tres pibes en la comisaría de Canning.
Desde su última visita, hace diez años, las cosas cambiaron. “Aquella vez que viniste, la pobreza era mucha. Ahora es peor”, le atestiguó Alberto Morlachetti, coordinador nacional del Movimiento. Serrat asintió con un lento parpadeo, como reconociendo la situación. Página/12 le preguntó al catalán si evaluaba que se hace lo suficiente para que el lema “los niños primero” se cumpla. “La evidencia de la realidad no se corresponde con ese slogan –respondió–. Y no solamente en el caso de los niños, sino de los débiles, los enfermos, los desinformados, los ancianos; pareciera que cuando más indefenso es un ser humano, la sociedad lo arrincona más y más.”
–¿Cree que eso ocurre porque la sociedad y las instituciones minimizan al reclamo de los niños como “infantilismos” o “cosas de chicos”?
–Lo que pasa es que es molesto enfrentar la verdad, y la gente suele mirar para otro lado. La historia está llena de esa gente. Alguien dijo que tal vez el siglo XX no sea recordado por el siglo de los grandes genocidas, sino por el de las buenas gentes que miraron para otro lado.
Entre inevitables flashes, besos y abrazos de militantes sociales que crecieron junto a sus canciones y de pequeños que lo reconocieron –seguramente– por lo que sus padres les hablaron de él, Serrat se metió entre las rotativas de Manchita, la imprenta donde desde hace 15 años los adolescentes egresados de la Escuela Gráfica aprenden un oficio. Luego pasó por APE, que hace quince días fue el primer medio latinoamericano que recibió el premio a la Mejor agencia de noticias de niñez y juventud, entregado por la Comunidad de Madrid. Y se reunió con los representantes del Movimiento.
“Juan Manuel está del lado de los más débiles, y nosotros lo somos –resumió Morlachetti a este diario–. Los adultos construyeron un presente injusto, de saqueo, donde la infancia no tiene los insumos básicos de la crianza humana como son la ternura, el pan, guardar su primer dientecito de leche, el primer cuaderno. Entonces hay que dejar que los chicos regeneren la utopía, porque la utopía no es patrimonio de los adultos. Serrat sabe de nuestra lucha despareja contra un sistema que produce pobres a granel porque los necesita. Porque si no, no se puede entender que, en un país tan rico como la Argentina, siete de cada diez chicos sean pobres.”
Para el autor de Niño Silvestre son varias las paradojas entre este país y su infancia. Pero la principal es aquella que “interrumpe el camino natural del hombre, que es la educación; porque si el espacio de formación del niño no se cumple, pues difícilmente madurará en condiciones y su vida no podrá cerrar el ciclo conveniente para él y la sociedad”.
–En ese círculo, ¿debe entrar el aprendizaje de sus derechos?
–Seguro. Pero más vale que a ese aprendizaje lo tengan en el cobijo de la casa y no a fuerza de la intemperie, como si fueran alimañas.
–En su opinión, ¿el reclamo por los derechos del niño concentra más o menos responsabilidades que otros reclamos?
–Concentra más ternura. Porque un niño inspira eso, que es lo que inspira un anciano o un leproso. Pero pienso que siempre tenemos que hablar en nombre de todos, porque cubriendo el espacio de los niños no cubrimos el amplio espacio de la indefensión. Ahora nos concentramos en los niños porque estamos con la gente del Movimiento, que trabaja desde hace años y con muchos cojones... De todos modos, ellos no solucionarán el problema. Pero su existencia puede dar pie a que aquellos a quienes esté dirigido el reclamo lo escuchen y sientan que algo les mete el dedo en el culo.

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