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Sábado, 8 de noviembre de 2008
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Entrevista a Soledad Villamil

“Acá no hay personaje”

La cantante y actriz explica el sentido del espectáculo criollo-campero que propone en el Tasso. “Puedo trabajar desde mí y ver qué sucede con la gente al mismo tiempo”, destaca.

Por Cristian Vitale
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“El teatro y la música son dos espacios muy diferentes”, señala Villamil.

No hay tablas, sino cuatro músicos de riguroso negro con cintas rojas al cuello. Y en el centro, equidistante, una cantante que se mueve en escena como pez en el agua. Soledad Villamil, con un vestido que le llega a los tobillos, ordena, mezcla y entona una sucesión de chamarritas, rancheras, milongas y tangos que le agregan a la noche una diversidad rítmica “hasta ahí”. “Podría cantar todos tangos y estaría buenísimo, pero es lo que hay”, dirá ella luego, cuando el escenario del Tasso sea dominio del que limpia. Polaroid de un capítulo más del ciclo que culmina este fin de semana en el local de la calle Defensa. La también actriz aprovecha para exponer una vez más el repertorio criollo-campero que puebla el disco Soledad Villamil Canta. La barra, mezcla de amigos, cholulos y curiosos, agradecida. “Este repertorio no lo inventé yo: es, está claro, el del cantor nacional. No hacemos zambas ni chacareras, sino músicas de Buenos Aires y sus alrededores: La Pampa, Entre Ríos, Uruguay... Sin apelar directamente a Gardel, el marco es gardeliano”, es otra de las explicaciones que esboza después del set.

La Villamil cantante, aunque no parezca, precede a la actriz. Mucho antes de ser la Eva de Locas de amor, su ratón más grande era estudiar música en la Facultad de Bellas Artes de La Plata, pero un devenir, entre azaroso y buscado, la redirigió hacia el teatro. “No sé, creo que se me armó más fácil. Ahora, por suerte, pude retomar la punta del otro ovillo. Además, con este disco es la primera vez que me subo a un escenario como ‘yo’. No hay personaje, guión ni algo preestablecido, más allá de la lista de temas. Puedo trabajar desde mí y ver qué sucede con la gente al mismo tiempo. Es el aquí y ahora del espectáculo.” El link direcciona sus anteriores experiencias en el rubro: una fue Glorias porteñas –diez años atrás–, cuando Villamil, hoy madre de dos nenas, cruzó ambas estéticas; y otra, tal vez, las secuencias de backstage con Rita Cortese cuando, después de Recuerdos son recuerdos, se trenzaban en duetos interminables. “Son dos espacios –teatro y música– muy diferentes, y es difícil sintonizar con cada uno en el momento en que se presenta. Igual, uno nutre al otro: no sé, lo particular en la actuación, que tiene que ver con la expresión, con el relato, con estar contando una situación, una emoción, puede estar presente en la canción. Y lo musical en el teatro desde varias formas: uno puede decir que una escena, aunque no tenga música, tiene una música interna... en lo rítmico de un diálogo, por ejemplo.”

–Hace un tiempo reconoció que estaba cansada de actuar. ¿Sigue igual?

–No. Justamente ahora estoy filmando un largometraje de Juan José Campanella, con Ricardo Darín. Se llama La pregunta de sus ojos, una suerte de thriller en el que hago de abogada. La acción transcurre en dos épocas diferentes: los setenta y la actualidad. Darín es un oficial de Justicia, y la trama se organiza a través de un crimen que cae a la fiscalía... y dejo de contar.

Villamil acaba de cantar hace diez minutos. La saluda algún cholulo (“es más linda en persona que en la tele”, dice una señora entrada en años) y luce “hormonal”. Satisfecha. “No sé qué será... adrenalina, endorfina o algún tipo de hormona que te deja a un metro del piso cuando terminás de cantar. Es mucha, por un lado, la intensidad que uno vive arriba del escenario y por otro lo que te viene de abajo. Hoy fue así como ¡guaaaau! Si me quisiera dormir, no podría. Hay que bajar, indefectiblemente.” Una especie de “delay de vigilia”, que ciertas veces, también, sucede a una obra teatral. “No siempre salís a un metro del piso, pero sí se da una sensación de euforia. Es un fenómeno que me intriga: la hora y media que pasás arriba del escenario es como un recorte. La gente que medita o hace cosas así siente lo mismo: se deja algo de sí de lado, la cotidianidad, la vida ordinaria, y por una hora y media sos eso. Me ha pasado muchas veces empezar una función con dolor de cabeza o engripada y terminar bien. Actuar tiene un efecto curativo.”

–¿Cómo es el futuro?... Usted ha dicho que es una admiradora de la bossa nova y del jazz. ¿Tiene pensado hacer un disco con esas características?

–Ya estamos trabajando en el concepto del próximo disco y estoy yendo hacia un lugar en principio más orientado al amor, menos campero en la temática. Igual, me resulta raro hablar de algo que está naciendo. Siempre pasa lo mismo: uno propone y, en buena hora, la cosa en sí dispone.

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