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Lunes, 17 de noviembre de 2008
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Carlos Núñez actuará mañana en el teatro Coliseo

“La música debe abrirse a la imagen”

El artista gallego, emblema de la escena celta, es también un símbolo del multiculturalismo. Ha trabajado con los irlandeses The Chieftains, pero también colaboró con León Gieco, Jackson Browne y Serrat, entre otros. Y cada vez compone más para el cine.

Por Cristian Vitale
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Carlos Núñez con la gaita que lo llevó por todo el mundo.

“Dicen aquí que cogiendo un barco al fondo del mar, se llega hasta Argentina.” En simultáneo, Carlos Núñez, el gaitaman del siglo XXI, habla por teléfono con PáginaI12 y recorre las playas de Galicia, supuestamente en auto. Se nota, por tono de voz y nitidez de ideas, que está relajado. Tal vez efecto de esa alquimia bajacambios que nunca falla: sol y mar. “Es todo muy lindo aquí, por lo menos paso la mitad del año cerca de casa”, comenta. Núñez, hombre nacido en Vigo en 1971 y figura clave en el panteón actual de la música celta, es básicamente un imparable del oficio. 37 años no parecen suficientes para incluir en ellos una mochila repleta de actos pendulares: de la precoz invitación para solear en la Orquesta Sinfónica de Lorient ¡tenía doce años!, hasta la grabación del reciente Cinema do Mar, ha pasado de todo: el idilio con los irlandeses The Chieftains que nació con la música para La isla del tesoro y jamás concluyó (le dicen el séptimo Chieftains), la edición de siete discos, búsquedas personales entre la música celta y expresiones flamencas, bretonas, japonesas, rockeras o clásicas, y colaboraciones con una amplia gama de músicos del mundo: Vicente Amigo, Kepa Junkera, León Gieco, Jackson Browne, Roger Hodgson, Joan Manuel Serrat o Donald Shaw, además de la saga de música para películas que incluyen Mar adentro (de Amenábar), Silk (François Girard) o Mi monstruo y yo, de Jay Rusell. “Música y cine van unidos para mí, es el lenguaje del futuro”, sentencia.

–¿Dónde transcurre la otra mitad de su vida?

–En Brasil, entre Río de Janeiro, San Pablo y Bahía. Además de razones de trabajo (está grabando su próximo disco), Brasil es un país con mucha energía, mucho talento. Pienso que Latinoamérica, en general, guarda una llave para el futuro, porque a mi entender es la gran experiencia humana de las mezclas: las melodías europeas, los ritmos africanos y la magia indígena. Todo eso, en la coctelera, da esa música maravillosa que rompe fronteras. Un poco en esa línea es en la que me paro yo: no hago música estrictamente gallega o celta, siempre he procurado abrirme a nuevas influencias, nuevas puertas.

Un poco de eso, de la alquimia de géneros, hablan Cinema do mar y Carlos Núñez y amigos, los dos discos que el vientista viene a presentar a Argentina, mañana en el teatro Coliseo. “Cinema do mar es como un homenaje a las músicas del cine, porque desde que colaboré con Mar adentro no han parado de surgirme proyectos de bandas sonoras: Mi monstruo y yo, Silk...”, dice. En esa banda ancha de posibilidades que genera la imagen, Núñez pudo plasmar confluencias llamativas. Como si de la música celta salieran flechitas geométricas de unión con el folklore japonés, Ravel, Bach, Morricone –la versión de La misión es impecable– o Nino Rota. “Cuando tenía 18 años tuve la oportunidad de grabar por primera vez con mis maestros de Chieftains para La isla del tesoro. Desde ahí, comprendí que el cine era un medio más para transmitir música, como pueden ser la radio, la tv o la prensa. Es una forma muy libre, porque no tienes que hacer canciones de tres minutos y medio, con estribillo, parte A y parte B, permite mucha experimentación, muchas libertades”.

–¿Cuál de esas libertades es la que más le atrae?

–Sobre todo, la cuestión de que la música de cine es un lenguaje sonoro instrumental, con lo cual tienes rienda suelta para sacarles jugo a todos estos instrumentos mágicos, como los celtas, y combinarlos con otras músicas para encontrar un imaginario común. Los presupuestos del cine son tan fuertes, que te permiten trabajar con orquestas, utilizar esa gran máquina para hacer cosas novedosas.

–Sorprende que difunda Carlos Núñez & y amigos como DVD y no como un disco al estilo tradicional. ¿Descree del futuro del formato y sus posibilidades típicas?

–Creo que el audiovisual es parte del futuro de la música. El sistema del disco ha quedado limitado, y hay que abrirse a la imagen. Al día de hoy, el DVD es la forma más completa de transmitir un mensaje. La música que yo hago no es convencional ni comercial, sino que tiene aventuras, búsqueda, viaje y mensaje. Y la mejor forma de comunicarlo, más que escribiendo en esos textitos de los discos que nadie lee, es a través del audiovisual: haciendo películas o documentales paralelos. Estoy muy ilusionado con esa fórmula.

–Y la fusión: usted no tiene problemas en poner su gaita donde sea, más allá de géneros o limitaciones.

–(Se ríe). Eso se lo debo también a los Chieftains. Gracias a ellos, pude grabar música irlandesa junto a Los Stones, Sting, que demostraron que pueden cantar música irlandesa mejor que un cantante folk. Me impresionó y ahí me fui abriendo caminos, buscando lenguajes comunes con el flamenco, la música árabe, latina o clásica. Por eso digo que Latinoamérica para mí es el globo escondido del futuro, no sólo por la riqueza de su música sino por el ejemplo humano de las mezclas, de las que Europa todavía tendrá que aprender mucho.

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