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Martes, 18 de noviembre de 2008
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Joan Manuel Serrat en Buenos Aires, ahora sin la compañía de Joaquín Sabina

“El meollo de todo es la canción”

El cantautor catalán, que iniciará hoy en el teatro Gran Rex una serie de recitales, califica de “intimista” a su nuevo espectáculo. Cantará sus clásicos, acompañado sólo por su guitarra y por el piano de Ricard Miralles.

Por Santiago Giordano
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Serrat 100x100 es el nombre del espectáculo que también se presentará en Rosario y en Córdoba.

Sin disco a la vista, Joan Manuel Serrat navega el mar de sus canciones. Cumplidos los términos de la sociedad con Joaquín Sabina, con quien hace casi un año presentó en la Argentina Dos pájaros de un tiro, el cantautor catalán regresa para proponer una vez más Serrat 100x100, el espectáculo en que junto a su guitarra, con la colaboración del dilecto Ricard Miralles en el piano, se encuentra mano a mano con su público y las canciones que los unen. Desde hoy y hasta el domingo y entre el 5 y el 8 de diciembre, en el Teatro Gran Rex, Serrat repasará algunos de los momentos más significativos de su extenso repertorio. Un encuentro intimista, despojado de los bártulos del gran show, sin más efecto que la promesa de satisfacer a un auditorio que atraviesa varias generaciones, poniendo en acto esa manera de ir en busca del tiempo perdido que es escuchar las canciones queridas.

“El meollo es la canción, más allá de la manera de cantarlas –asegura Serrat al comenzar la rueda de prensa que ofreció ayer en un hotel de Puerto Madero–; ellas mismas se van ajustando al paso del tiempo, y si aguantan es porque tienen cuerpo para hacerlo.” Serrat prefiere calificar a su espectáculo de intimista, mucho antes que de minimalista. “La palabra minimalista me cae mal –asegura–, es un adjetivo que se ha aplicado a cosas tan diferentes que me provoca una cierta desaprensión. El término más apropiado es ‘íntimo’, porque lo crea la propia estructura del concierto. El solo hecho de ver el escenario con dos músicos crea la necesidad de cercanía. Lo importante es cómo busco acercarme la gente.”

Como ocurre cada vez que llega a la Argentina, Serrat da muestras de conocer el suelo que está pisando. Con sus respuestas de correcta sensatez mejora preguntas sobre Maradona al frente de la Selección Argentina de fútbol, una imposible canción a Cristina de Kirchner –“el ex presidente podría hacerlo mejor que yo”, aclara–, y se muestra cauto ante la ausencia de Nadal en la final de la Copa Davis entre Argentina y España. “A las carreras hay que correrlas”, sugiere. Hasta da muestras de estar al día en las cuestiones que separan a Grondona de Ruggeri, antes de seguir hablando del espectáculo que lo llevará además a Rosario (25 y 27), Córdoba (el 29) y Montevideo (1° y 2 de diciembre). “El punto de contacto más evidente que tiene este show respecto de otros que hice es la formación –explica–, que por otro lado no es nada nuevo, ya que en los ’70 también tocábamos así con Miralles.” “Continuamente trato de cambiar lo que no es musical –continúa–, las pequeñas historias que son puente entre canción y canción, la línea argumental del concierto, los escenarios; no sólo para que el espectáculo sea distinto para la gente, sino además por una necesidad personal de refrescarme.”

Respecto de la elección de las canciones, Serrat admite que dejar de cantar algunas de las más esperadas “provocaría extrañeza”, pero asegura que hay muchas otras sobre las que es posible actuar, incluso cambiándolas. “Este es un espectáculo que más que de la rutina debe ser producto de la emoción, porque el público es muy sensible a eso –advierte–. Cada concierto me sirve para probar lo que podría hacer el próximo.” Más que explicar su vigencia, prefiere agradecer a quienes lo hicieron posible y desliza que si sus canciones se mantuvieron en el tiempo con algo más que la puntualidad del momento es porque nunca fue un cantante de moda: “Cualquiera de nosotros estaría feliz sintiendo cómo llega a la gente lo que hace. Es el respeto de la gente, de los compañeros, de los medios, lo que me permite sobrevivir”.

Más allá de la gira de Serrat 100x100, que finalizará en España en junio del año que viene, el catalán asegura que aunque a veces dedique su vida sólo a pensar, independientemente de que eso lo lleve luego a trabajar, ahora está “pensando y trabajando”. “Por un lado sigo escribiendo canciones que en su momento darán origen a un disco –explica–; por otro lado me planteo algún proyecto concreto y más o menos mediato. Pero no puedo adelantar más que esto: nunca hablo de las canciones antes de grabarlas: hasta que no entran al estudio nunca están terminadas, y el otro proyecto está aún en mantillas. De todas maneras, mi plan fundamental pasa por mañana (por hoy). Mañana es el concierto de mi vida; los otros ya pasaron; y los que tienen que venir, quién sabe si vendrán.”

Serrat no habla de retirarse y desafía a encontrar publicada una noticia sobre el tema. “Una vez en Puebla promocionaron un concierto mío como ‘el último’, pero fue sólo un mal recurso del productor para vender más entradas”, bromea. Desde hace algunos años divide su tiempo entre la música y la producción de vinos en una finca en Tarragona. “¿Cómo lo vivo? Con preocupación, con interés, como todas las cosas de la vida –concluye–. Hacer vino no es una joda, la agricultura es algo muy duro y complicado y la comercialización es espantosa. Pero hay una parte creativa que me apasiona; es la búsqueda, el ver que aquello que estás tratando de conseguir desde hace tiempo está cerca. En fin, desde que produzco vinos vivo mirando al cielo, no como creyente, sino como meteorólogo.”

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