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Viernes, 19 de diciembre de 2008
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FULANAS TRIO Y LAS CANCIONES DEL NOTABLE AZUCAR DE CAÑA

Del pago chico a la patria grande

La belleza de su segundo disco hace que el trabajo de Silvina Cañoni, Cecilia Picaroni y Vilma Wagner exija una renovada atención.

Por Cristian Vitale
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El disco de Fulanas Trío incluye un homenaje a la luchadora maestra rural Gregoria Tapia.

En Azul, a principios del siglo pasado, nació César López Ocón, poeta y folklorista que llegó a dirigir el grupo Llastay y escribir un libro clave para el arte popular como Una teoría del folklore. También allí, a 350 kilómetros de la urbe grande y por la época, Gregoria Tapia se hacía camino entre la selva. Fue la primera maestra de la región y, dicen, introducía en el alfabeto a indígenas y paisanos por igual, sin distinciones. El primer caso, por efecto transitivo –regional y estético–, ya las representa, pero la Gregoria –por mujer y luchadora– da un paso más. Silvina Cañoni, Cecilia Picaroni y Vilma Wagner, las Fulanas Trío, reprodujeron en su honor una canción que estremece. Lleva su nombre, le pertenece a dos autores del pago (Ana Fernández y Juan Maddío) y la letra es una fiel descripción de aquella maestra con ovarios de acero: “Quien la viera a la Gregoria Tapia/ las agallas y la fe que ha tenido/ desafiar esas bravas llanuras/ entre gauchos, indio y milicos”. “Sabemos que daba clases durante la fundación de Azul, en la época de mis abuelos. Es un personaje significativo pero no conocido, ni siquiera hay una escuela con su nombre. Pero quienes saben de ella, están enamorados”, dice Vilma, pianista y cantante.

Del pago chico a la patria grande, entonces, transitan las doce canciones de Azúcar de caña, bellísimo segundo disco de este trío cuya aura entrelaza vidas dignas de contar con la magia de la música ancestral, el ritmo de sangre negra y las sutilezas del folklore surero. Las tres, luego de un promisorio debut con A desenmarañar (2004), lograron llegar a una síntesis muy bien llevada. Se conocieron en La Plata, en los albores del siglo. Vilma y Cecilia habían llegado con la intención de estudiar en la Facultad de Bellas Artes y Silvina, guitarrista, estaba allí, como esperándolas. “Enseguida nos entendimos. Empezamos a tocar, pasamos por un período de afianzamiento y decidimos que esto tenía que ser un trío casi por naturaleza. Fueron confluyendo influencias. De las tres sale un perfil unívoco en arreglos e interpretación; si una canción no nos gusta a las tres, no la hacemos”, sostiene Cecilia.

–¿Por qué Fulanas?

Silvina Cañoni: –No sé. Al principio nos gustó la sonoridad de la palabra en sí, su atractivo. Después le fuimos encontrando sentidos: nos gusta porque alude a cierta cosa indefinida, impersonal.

Vilma Wagner: –Como las coplas que recopiló Leda, que además coinciden con el nombre del grupo. Hemos escuchado mucho a Leda: América en cueros, Grito en el cielo. En algún momento queríamos hacer algo con estas coplas tan hermosas que ella recopiló, impersonales y colectivas, ¿no?.

Es una definición eficaz. En rigor, las tres se funden en un todo que, a diferencia del disco debut –más localista–, hace de Azúcar de caña un muestrario de música popular y latinoamericana que integra el Chile de Violeta Parra (“La Jardinera”) con la dulce Venezuela de Henry Martínez (“Venme a buscar”), la argentina profunda de Valladares (“Esa fulanita”) y el México rebelde de Digna Ochoa, la abogada de pobres y presos políticos –asesinada a los 37 años– que Lila Downs transformó en canción a través de “Dignificada” y las Fulanas volvieron a visitar, a su manera. “A través de Digna estamos nombrando a mucha gente que se ha comprometido con la vida, con los derechos humanos, con la justicia social. Ella luchaba especialmente por la mujer indígena y por los pobres. Cada vez que nombramos este tema, lo hacemos en homenaje a todos los luchadores”, sostiene Silvina. Cecilia interviene: “Pero también tomamos otras cosas. En cada tema que cantamos hay algo que nos identifica. Por ejemplo en ‘La Jardinera’, de Violeta Parra, el tema pasa a ser el amor no correspondido, o en ‘Los Crocantes de Coco’ (Berta Pereira), la cuestión pasa a ser una receta: ‘Revuelva con cariño y cadera, y sale de otra manera’ ”.

–¿Y “Azúcar de caña”? ¿Por qué el nombre de la canción de Kiri Escobar se transformó también en el título del disco?

Cecilia Picaroni: –Tiene mucho peso para nosotras. Es una canción que describe el sacrificio que significa trabajar en las plantaciones de azúcar. El autor denuncia las condiciones, pero le pone también alegría de juntarse a disfrutar de un buen momento después de una jornada dura. Disfrutamos mucho de la parte que dice “Noche de la zafra/ luna de cañeros/ ay cuando serás mío/ mi valle mochero”. Entre el azúcar de caña y el sombrero de paja hay un mundo maravilloso.

Las Fulanas prevén un verano agitado. Además de ser invitadas especiales por la Fundación Neruda para tocar en Santiago y Valparaíso (Chile), harán una gira por la costa atlántica y tocarán por tercera vez en el Festival de Cosquín, pero con un plus. “Es la primera vez que nos toca un horario televisivo”, se ríe Silvina. Azúcar de caña, el disco a presentar, fue grabado mitad en La Plata y mitad en Azul, los pagos de Vilma y Cecilia. “Hicimos la primera parte allí, en medio de un clima más relajado, diferente. Venían los familiares y amigos a cebarnos mate. Y creo que esto se traduce en el clima del disco... se nota que somos un trío, cuyo trabajo es colectivo y muy artesanal. Probamos cada cosa y la grabamos para que no se nos vayan las ideas.”

–¿Se les complicó con alguna versión?

C. P.: –“Venme a buscar” nos gustó a las tres, pero estuvo a punto de quedar afuera. Nos llevó mucho tiempo convencernos de que había que hacerla. La versión original era tan linda que... bueno, ¡no sabíamos qué hacer! Las canciones nos tienen que estimular mucho para que fluyan los arreglos y, además, lleva tiempo conseguir un repertorio que cierre para que el disco tenga una unidad. Tal vez por eso grabamos un disco cada cuatro años...

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