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Sábado, 10 de diciembre de 2005
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ARIEL MINIMAL, DE PEZ

“Yo no me considero un músico retro”

En su disco Para las almas sensibles, el grupo da testimonio de su mezcla explosiva.

Por Santiago Rial Ungaro
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El grupo presenta mañana un FestiPez con los artistas de su sello Azione Artigianale.
“Este fue mi primer tatuaje”, dice Ariel Minimal, líder de Pez, y se levanta la musculosa: “Es el ojo que mira la muerte”. En el pecho, cerca del corazón, el tatuaje está desteñido: se diría que es la huella de una experiencia tumbera. O quizá rockera. “Es que por entonces los tatuajes no eran una industria o un servicio como ahora. Este tatuaje es bastante berreta, pero me tatué de rockero.” Como en El hombre ilustrado, aquel libro de Ray Bradbury en el que cada tatuaje cobraba vida para contar una historia, Ariel tiene tatuados fragmentos de su propia historia, que no es otra que la de Pez: un león con dreadlocks (al que le canta en Campos de inconciencia, gran tema que ya tocaba con Martes Menta), el nombre de Nadina (su mujer), un duende, una flor, la cara de Dalí, la de Frank Zappa, una imagen de Frankestein... en su piel hay pistas de lo que se puede encontrar en Para las almas sensibles, un disco doble en vivo en el que Minimal y los demás miembros de Pez (Fósforo en bajo, Franco Salvador en batería, a los que se les suman el piano eléctrico de Pepo Limeras y el arsenal electrónico de Ernesto Romeo) confirman lo ya sabido: que llevan estas canciones tatuadas en sus vidas. Los tatuajes volverán a moverse mañana, cuando Niceto (Niceto Vega y Humboldt) sea escenario del FestiPez, donde cerrarán una lista que incluye a otros artistas de su sello Azione Artigianale, como Gabo y Flopa, un power trío cordobés que sorprenderá a mas de uno (Sur Oculto), y La Hermana Menor, una banda uruguaya.
Se diría que participar de un proyecto como Pez es como hacerse un tatuaje, algo que queda marcado a fuego, de por vida, a lo que hay que animarse y que con el tiempo se convierte en marca de identidad. Y aunque en sus doce años, Pez siempre se destacó por una musicalidad mutante, escurridiza, impredecible y por momentos genial, lo más notable de este disco son las canciones. “Hace tiempo que tenemos claro que estamos en una misión divina. La otra vez estaba hablando con mi hermano y me preguntó cómo andaba... ‘Me mantengo rockero’, le dije. Ser rockero para mí sigue siendo algo riesgoso. Espero que vuelvan a tocar los Cadillacs, porque no tengo un peso. Pero nos pasan cosas fuertes. El otro día, Fósforo estaba en el subte y de repente un loco lo miró, se levantó la remera y tenía tatuado un logo de Pez enorme en la espalda. Esas cosas nos pasan todo el tiempo: una carta que me dieron decía que éramos soldados de la música y cosas así, muy fuertes. Esas son las especias con las que nosotros nos cobramos.” Pez representa entonces una idea del rock más cercana a la esencia original de cierta contracultura: siempre se sintió como una banda de rock nacional, lo que puede haber resultado alternativamente vanguardista y anacrónico, pero siempre resultó sincero e intenso.
Basta rastrear algunos nombres de discos como Cabeza (aquel de los tres prepucios en la tapa, 1994), Quemado (1996) o Convivencia sagrada (2001, cuyo título hacía referencia a un sticker de una legendaria serie de discos de los ’70) para entender que la música de Pez es tan ecléctica y excesiva como los tatuajes de Minimal. “Capaz que a alguien le parece una idea medio gay, pero a mí me copa la idea de cinco tipos chivando juntos en un cuarto mientras tocan.” Así, en Para las almas sensibles aparecen, chivadas y alucinadas, con pifies y olvidos de letra incluidos, todas las facetas de Pez: riffs metaleros, ataques hardcore, aires folklóricos, zapadas psicodélicas, fraseos rioplatenses, in crescendos progresivos y homenajes que van desde Piazzolla hasta Neil Young o Pink Floyd.
Todas estas corrientes sonoras confluyen en un mar de 29 canciones que abarcan todas las etapas de la banda, con canciones como Desde el viento en la montaña hasta la espuma del mar, Aún o Vientodestino en vidamar, Phantom Power o Sol, un fantasma en la ciudad, por nombrar algunos. Así, el que nunca escuchó la banda puede ponerse al día con esta suerte de grandes éxitos en vivo. Pero para el grupo, el disco, lujoso y económico, es un agradecimiento a los fans del grupo. Alguna vez alguien describió a Pez como un grupo de punk progresivo, pero lo que mas impresiona de esta colección es su lado “folklórico”, visceral y crudo. “Sí, el folklore es la música que surge de la tierra”, dice Ariel. “Pero Pez es una gran banda de rock. Aunque nos acerquemos al tango, al blues o al folklore, siempre lo hacemos de una manera rockera.” Otra decisión “rockera” (o al menos rebelde) del grupo ha sido mantenerse contra la corriente, como una banda siempre independiente. “Tiene sus pro y sus contras, pero lo bueno es que ningún corbata puede venir a decirte nada”, dice Ariel. Lo que es innegable es que con su idea del rock, Pez sabe conjugar la ideología punk de autogestión y cierta “estética del resentimiento” (nombre de uno de sus temas) con ambiciones propias de rock sinfónico. Lo mejor del disco quizá sea el contraste entre la incandescencia que el trío jamás perdió y el remanso de bellas melodías spinetteanas que en su momento apenas parecían sugeridas y hoy se despliegan con todo candor.
“¿Si la belleza da pudor? Puede ser, pero creo que lo que nos daba pudor era la simplicidad: recién ahora estamos aprendiendo a tocar de manera simple”, dice Ariel. “Yo no me considero un músico retro, pero no tengo más ganas de explicar. Que cada uno lo lea como quiera. Soy un resabio de otras épocas, y como tal me muestro como curiosidad para los jóvenes. Cuando éramos más chicos criticábamos a los tangueros que lo único que les gustaba era el tango clásico y el resto le parecía una cagada, pero con el tiempo siento que me pasa algo parecido. Yo soy un rockero ortodoxo. A tal punto que estoy tratando de enmendar errores históricos: nunca tuve el pelo largo, así que ahora me lo voy dejar largo (risas). Hay una telenovela en MTV de la vida del rock... Hasta las propagandas de gaseosa les muestran a los chicos cómo se supone que se tienen que comportar en un recital de rock. No sé... La gente que se conforma con el simulacro de lo que es el rock puede seguir yendo a los festivales. Y los que quieren ver la cosa real... que vengan a ver a Pez.”

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