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Lunes, 2 de marzo de 2009
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Daniel Buira, Juan Subirá y el volumen 3 de Carnaval porteño

“Esto es un documento de identidad”

Los dos músicos encabezan un proyecto que pretende dejar constancia del trabajo de todo un año que se plasma en los días de Carnaval. “La murga tiene la roña de la calle. Las historias que cantan los murgueros son suyas, nadie se las contó”, dicen.

Por Karina Micheletto
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“El primer paso es: juntémonos en el barrio, traigamos a la familia. Lo artístico viene después.”

Mientras oscila entre cierto espíritu lumpen que parece guiar algunas de sus expresiones y la profesionalización de su arte, el carnaval porteño ya finalizado reclama su lugar en la agenda de las fiestas populares. La edición de este disco vendría a ser un paso hacia la segunda de las alternativas. Se llama así, Carnaval porteño, y ya va por el tercer volumen, ofreciendo una suerte de muestrario de las mejores murgas de esta fiesta en Buenos Aires. Además de acertar en la elección de murgas que suenan muy bien, el disco tiene un plus en cuanto a la calidad de su producción y logra abrir un panorama posible de la murga actual en estas tierras, pasando por todos los ritmos del carnaval, desde la entrada a la retirada.

Al frente de la producción artística están Daniel Buira (director de La Chilinga, ex Los Piojos) y Juan Subirá (quien además de integrar la Bersuit acaba de sacar su trabajo solista), y hay más aportes del palo del rock: en la grabación participó Walter Chacón (trabajó con Los Redondos, Los Fabulosos Cadillacs y Vicentico, por ejemplo); el arte de tapa (original hasta en su forma, de galera murguera) estuvo a cargo de Jimena Díaz Ferreira, quien diseña para Los Piojos; Mariano Campoliete, que asistió en la parte coral, también trabaja con la Bersuit. Claro que también está el corazón murguero puesto por gente como Ariel Prat, Diego Robacio y los integrantes de Agenda Murguera.

Buira cuenta que hubo una primera inquietud disparadora de este proyecto: si en las bateas de las disquerías del mundo hay CD de los carnavales más lejanos, ¿por qué no existe uno que refleje al porteño? “No se trata de descubrir nada, porque toda esta música ya está hecha, y sonando, pero a lo mejor por falta de infraestructura, o por el contexto en el que se presentan las murgas, no se las puede apreciar en toda su calidad”, explica el percusionista. “Cada murga pasa meses armando todo un espectáculo para cada carnaval, con su coreografía, vestuario y puesta. De todo eso no queda ningún registro, y estos discos empiezan a ser como un documento de identidad: así sonamos este año”, define Subirá.

“La idea es que quede ese registro de lo que fue el Carnaval, que si alguien dice: ‘¿Te acordás del carnaval 2007?’ pueda escuchar lo que hacían las murgas en ese momento”, completa Buira. “En esto, Uruguay también marca grandes logros: no sólo sacan un compilado de cada carnaval, sino que además las murgas más grandes hacen discos todos los años con su espectáculo. También tiene un sentido de rescate y de memoria. Por ejemplo, en los discos anteriores grabaron Los Linyeras de La Boca, son casi todos mayores y tocan murga como se hacía 70 años atrás, con un toque muy italiano, con bandoneones y acordeones. También pudimos grabar a José Luis Lagoa, que ya falleció, y para mí fue uno de los mejores cantantes de murga porteña.”

La selección de Carnaval porteño volumen 3 incluye las murgas más tradicionales y otras nuevas, con datos sobre cada formación y sus integrantes. Están Los Inevitables de Flores, Los Elegantes de Palermo, Los Inquietos de Monte Castro, Los Pitucos de Villa del Parque y Devoto, Los Cometas de Boedo, Los Pizpiretas de Liniers, Eléctricos de Agronomía, entre otros fieles representantes de las barriadas murgueras. Hay murgas más percusivas como Fortubanda, otras despliegan sus coros sobre melodías como “Balada para un loco” o “Café la humedad”. En todas se escucha un trabajo de producción que destaca los puntos fuertes de cada formación. En eso, cuenta Subirá, hubo que llegar a un acuerdo, como suele suceder, entre artista y productor: “Algunos se enganchaban enseguida con lo que proponíamos desde la producción, quizás algún pequeño cambio o agregados de instrumentos. Hubo otras murgas muy tradicionales que no querían saber nada con lo que les tirábamos, no querían ni siquiera probarlo y escucharlo. Finalmente comprendí que defendían algo que iba más allá de lo estrictamente musical, y así quedó”.

Para Buira, esto tiene que ver con que, a diferencia de las murgas uruguayas, el punto de partida aquí tiene que ver con una cuestión más social que profesional. “El primer paso es: juntémonos en el barrio, traigamos a la familia, a los chicos. El paso artístico viene después, por eso es más lento. Algunos nunca lo dan, porque no les interesa, y está perfecto. Pero lo primero que los nuclea es el querer juntarse, no el querer ser músico. Por eso, de más de doscientas murgas que hay en la ciudad, sólo un diez o un quince por ciento tienen un nivel profesional muy bueno. Lo cual es un número importante, y auspicioso.” Y además, según Subirá, termina jugando a favor de lo musical: “La murga tiene la roña de la calle. Las historias que cantan los murgueros son sus historias, nadie se las contó. Las viven, las palpitan y aprovechan este medio para decirlas. Puede sonar contradictorio, pero es interesante que sea música hecha por gente que no es música, que toca más bien intuitivamente. Hay una autenticidad que se nota. Acá nadie pretende venderte nada, ni ser lo que no es: si te gusta, bien, y si no también. eso está buenísimo”.

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