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Lunes, 20 de abril de 2009
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Philippe Herreweghe abre el ciclo 2009 del Mozarteum Argentino

“Nunca escucho música barroca”

Junto a la Orchestre des Champs-Elysées, el director belga dirigirá en el teatro Coliseo la notable Sinfonía fantástica de Berlioz. Se trata del real estreno de una de las obras clave del siglo XIX, fundadora de un concepto moderno de la orquesta.

Por Diego Fischerman
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Herreweghe, músico y psiquiatra, actuará mañana por segunda vez en Buenos Aires, en un acontecimiento musical único.

Es un personaje extraño. Formó parte, en la década del ’80, de la avanzada del historicismo sobre el mercado discográfico. Su nombre se convirtió en sinónimo de versiones tan racionales y exactas como expresivas, de obras capitales como las pasiones según San Mateo y según San Juan de Bach, de muchas de sus cantatas, de motetes y oratorios del barroco francés escritas por Mac-Anthone Charpentier y en obras como las Lamentaciones de Orlando Di Lasso, ejemplares de la polifonía flamenca del Renacimiento. Pero Philippe Herreweghe, que mañana actuará por segunda vez en Buenos Aires protagonizando un acontecimiento musical único, es también quien grabó una de las mejores versiones existentes del Pierrot Lunaire de Arnold Schönberg. Y, por añadidura, es capaz de decir que el barroco no le interesa. “Me parece totalmente carente de interés. Lo que me atrae no es ni la época ni el estilo, sino la música de los grandes contrapuntistas, como Johann Sebastian Bach, o de artistas con un gran sentido del drama, como Charpentier. Con el Renacimiento pasa lo mismo. Quien me gusta es Lasso, no todo lo que se escribió en ese momento.”

Los conciertos de esta semana, que abren el ciclo 2009 del Mozarteum Argentino, podrían entenderse como el real estreno de una de las obras clave del siglo XIX y la que funda un concepto moderno –mucho más moderno que lo que se cree– de la orquesta. Herreweghe dirigirá la Sinfonía Fantástica (o episodios de la vida de un artista) Op. 14 de Héctor Berlioz junto a su mucho menos frecuentada continuación: Lélio (o el retorno a la vida) Op. 14 bis. Y no es que la primera de estas obras nunca se haya tocado en la Argentina. Pero jamás se lo hizo tal como fue escrita. Y en el caso de una obra casi experimental, trabajada al detalle alrededor de los efectos sonoros de la disposición espacial de los instrumentos y en la que se exploran recursos como los golpes de arcos sobre las cuerdas o glissandi en los vientos, la restitución de las dimensiones de la orquesta original, el uso de instrumentos similares a los que Berlioz tuvo en mente para sus “experimentos” y de la disposición espacial prevista por el compositor resultan centrales. El actual director de la Filarmónica de Berlín, Sir Simon Rattle, comentó en un reportaje publicado por la revista especializada Le Monde de la Musique, que cuando escuchó por primera vez esta obra en una versión filologista (en ese caso conducida por Frans Brüggen) se dio cuenta de que “lo que había oído hasta el momento eran transcripciones; adaptaciones a una orquesta actual pero no la verdadera obra”. Y Herreweghe, en una conversación telefónica con Página/12, poco antes de salir de gira hacia América, agregaba: “Y las cuestiones de instrumentación y disposición espacial no son todo. Están todas las indicaciones de tempi, de velocidades, dejadas por Berlioz y que jamás se respetan. No se trata, como cree parte del público y algunos directores ingleses (y aclara que no se trata de Sir John Eliot Gardiner, que grabó una versión de referencia de esta obra y a quien respeta) de convertir a la Fantástica en música barroca. Es todo lo contrario. La relación con los medios reales sobre los que la obra se pensó, le devuelve una dimensión romántica, de lucha contra los materiales, que en una versión corriente se pierden”. En efecto, la tensión extrema a la que Berlioz somete las cuerdas de tripa, las trompetas naturales y las todavía precarias cornetas a válvula, las flautas de madera e instrumentos hoy desaparecidos como el serpent o el ophicleides, desaparece, se “dulcifica” cuando la obra es tocada con cuerdas sintéticas, flautas de metal, y sonoras trompetas y tubas. Ni hablar cuando las arpas situadas en extremos opuestos del escenario se convierten en una sola, situada a la izquierda y atrás de los violines.

Las funciones del Mozarteum, a las 20.30 y en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1173), exhiben además otros rasgos inusuales. Lélio se presentará en una creación escénica de Jean-Philippe Clarac y Olivier Deloeuil que, además de las participaciones del actor Marcial Di Fonzo Bo, el barítono Pierre-Yves Pruvot, el tenor Robert Getchell y el coro argentino GCC, que dirige Néstor Andrenacci, está concebido como un espectáculo multimediático que incluirá proyecciones a la manera de escenografía. “Lélio es una obra extraña”, comenta Herreweghe. “Es, por supuesto, difícil de hacer, por el recitado y por ese contenido dramático que complica la idea de un concierto tradicional. Tal vez no sea una obra para el disco. Pero funciona magníficamente bien en vivo. Y como las Escenas del Fausto de Goethe en relación con las Sinfonías de Robert Schumann, es una obra que puesta al lado de la Fantástica la hace entender mucho mejor. La completa, la ilumina. Hace que tenga significados que, sin esa cercanía, no estarían. Es como la sombra, o esa idea tan romántica del doble. Sabemos quién es el personaje recién cuando conocemos sus dos caras.” Herreweghe llega junto a la Orchestre des Champs-Elysées, uno de los grupos fundados por él y con el que ha grabado una interpretación memorable del ciclo de canciones Nuits de Eté, con la cantante Brigitte Balleys, sinfonías, conciertos y la proto ópera Escenas del Fausto de Goethe, de Schumann, las mucho más cercanas Sinfonías 4 y 7 de Anton Bruckner y el ciclo Das Knaben Wunderhorn, de Gustav Mahler. También había registrado, en 1994, la versión de cámara realizada por Arnold Schönberg de Das Lied von der Erde, de Mahler, al frente de otra de sus invenciones, el Ensemble Musique Oblique. Médico y psiquiatra, Herreweghe, que se formó musicalmente como pianista, clavecinista y organista pero casi no tuvo una carrera como instrumentista, dice que “la psiquiatría y la música no tienen nada que ver, aunque, tal vez, la primera me haya dado un entrenamiento analítico que, sin darme cuenta, utilizo en la segunda”. En su visita anterior a esta ciudad, hace doce años, conmovió con dos conciertos extraordinarios dedicados a la Pasión según San Juan y a obras fúnebres rara vez escuchadas de Johann Sebastian Bach. Y ahora, volviendo sobre su sorprendente aversión hacia el barroco, entendido como unidad, y sobre sus gustos musicales, dice: “No dirijo ópera; no me considero especialmente dotado. Y hay compositores, como Händel, cuyo mejor perfil se encuentra sin duda en la ópera. Vivaldi no tiene nada que ver con mi sensibilidad. Y cuando oigo música por placer, suele ser música árabe, china... o del Renacimiento. Nunca escucho música barroca”.

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