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Viernes, 8 de mayo de 2009
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El cellista Anssi Karttunen se presenta en Buenos Aires

Un puente hacia Finlandia

El notable instrumentista dará mañana un concierto extraordinario del ciclo Siete noches, que combinará material clásico con dos visiones posibles del tango. Y la semana próxima se unirá a la Filarmónica de Buenos Aires en el Coliseo.

Por Santiago Giordano
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“En mi opinión, cada pieza influye la manera en que escuchamos a otra”, señala Karttunen.

Contra las tendencias que también en los quehaceres musicales sustentan a los especialistas como los únicos capaces de sondear sus respectivas profundidades, Anssi Karttunen es de los que prefieren atravesar épocas y repertorios, acaso para plantear desde esa amplitud otra idea de profundidad. Con idéntica pertinencia y regocijo, el cellista finlandés se mueve entre los dúos de Beethoven para violoncello y fortepiano con instrumentos originales o la música de Bach y Telemann para violoncello piccolo –un instrumento barroco de cinco cuerdas, poco más grande que una viola, que se coloca sobre el hombro– y el estreno de obras de algunos de los más importantes compositores contemporáneos, por ejemplo. Como solista, en conjuntos de cámara, o con orquesta. “En general, trato de proponer un programa especial para cada concierto, combinando obras que son nuevas para el público con otras con las cuales ya puede estar familiarizado”, asegura Karttunen en diálogo con Página/12.

Mañana a las 20.30, en Villa Ocampo, en un concierto extraordinario del ciclo Siete noches, el cellista cumplirá la primera de las dos presentaciones programadas para esta nueva visita a Buenos Aires. Una Ciacona de Giuseppe Colombi, violinista de la corte de los Este en Módena durante la segunda mitad del siglo XVII, y la segunda Suite para cello de Johann Sebastian Bach, dialogarán con obras de Kaija Saariaho –Sept Papillons, de 2000, y Etincells, de 2008–, y Magnus Lindberg –Partia, de 2001–, entre otras. “No busco necesariamente un vínculo entre estas obras o una idea de unidad”, destaca Karttunen. “En mi opinión, cada pieza influye la manera en que escuchamos a otra, de modo que cambiando sencillamente el orden en que se presentan ya provocaríamos una experiencia diferente.”

En el mismo concierto se escucharán dos obras en torno del tango de Pablo Ortiz, argentino radicado desde hace décadas en Estados Unidos y uno de los compositores más notables de la actualidad, de quien Karttunen recientemente registró en disco un trabajo sobre arreglos de tangos argentinos y finlandeses.

–¿Qué encuentra de distinto y de común entre estas dos tradiciones del tango?

–Con Pablo Ortiz tratamos de estudiar las similitudes y diferencias entre los dos mundos del tango y en ambas tradiciones encontramos las mismas pasiones y emociones. El tango argentino es mucho más elaborado y en el tango finlandés las emociones parecen disimuladas tras un estilo aparentemente rígido, pero cuando se analizan los dos es inevitable concluir que las pasiones profundas son las mismas.

El ciclo Siete noches, de Villa Ocampo, que programa Diana Theocharidis, continuará con El amor y la muerte según Schumann, con la pianista Haydée Schvartz y la cantante Graciela Oddone (el 18 de junio); Aires antiguos, con la cantante Susanna Moncayo y la laudista Dolores Costoyas (1º de agosto); el guitarrista Tomás Gubitsch (29 de agosto); Brecht, Tango Broadway, puesta en escena de Alfredo Arias con Alejandra Radano y Sandra Guida (14, 15, 21 y 22 de septiembre) y Senanes 3 (16 de octubre).

La segunda presentación de Kartunnen en Buenos Aires será el jueves 14 a las 20.30 en el Teatro Coliseo, en el segundo concierto de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Bajo la dirección de John Neschling, el cellista interpretará el Concierto en Do mayor, de Haydn, y Cantique. Laetare Anima Mea, de Jean Sibelius. El programa se completará con la Sinfonía Nº 88 de Haydn; Encantamiento, de Mozart Camargo-Guarnieri, y Choros Nº 6, de Heitor Villa-Lobos. “En mi opinión, el Concierto en Do mayor es definitivamente el primer gran concierto compuesto para el violoncello y el mejor de todos los conciertos que compuso Haydn”, asegura. “Sibelius, en cambio, nunca compuso un concierto para violoncello, pero Cantique. Laetare anima mea, una de las dos breves obras que escribió para mi instrumento, constituye un excelente ejemplo de la manera muy finlandesa que tenía Sibelius de expresar mucho con pocas palabras.”

–¿En el concierto de Haydn tocará cadencias ya escritas?

–No. Trato de seguir la tradición que existía en tiempos de Haydn, por eso prefiero improvisar mi propia cadencia.

–Usted ha estrenado un gran número de obras de compositores contemporáneos. ¿Qué debe tener una obra para seducirlo como intérprete?

–Necesito sentir que el compositor comprende verdaderamente mi instrumento y que su música de alguna manera constituye para mí un desafío como intérprete. Pero sobre todo, para que yo sienta deseos de tocar una obra, debo sentir que junto al compositor y al instrumento también hay un pequeño espacio para mí; que el hecho de que yo sea quien toque la obra tenga cierta importancia.

–De las composiciones para violoncello de la última década, ¿cuál o cuáles considera las más trascendentes?

–Esta es una pregunta imposible de responder objetivamente para mí, pues mi juicio está impregnado del estrecho contacto que he mantenido durante años con ciertos compositores y sus estilos. Pero para darle algunos ejemplos de compositores que han desarrollado significativamente el uso del violoncello en los últimos 10 años, puedo mencionar a Luciano Berio, Luca Francesconi, Mathias Pintscher, Kaija Saariaho y Magnus Lindberg. Cada uno de estos compositores ha encontrado algo muy personal y nuevo.

–Con frecuencia, la crítica lo señala como un virtuoso de su instrumento. ¿Qué significa hoy en día ser un intérprete virtuoso?

–La idea del virtuosismo cambió cuando la edición de discos hizo posible el logro de la perfección técnica en la grabación. Por primera vez, los intérpretes se obsesionaron con la perfección técnica, pero a expensas de la música. En la vida real, cualquier tipo de perfección sigue siendo un ideal. Para mí, el mejor virtuoso es el que nos hace olvidar de su técnica.

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