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Sábado, 11 de julio de 2009
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Leopoldo Federico, Julio Pane, Juan José Mosalini y Walter Ríos

“El bandoneón es el último instrumento de carne y hueso”

Es la mejor manera de recordar el nacimiento de Aníbal Troilo: en el día del fueye, el cuarteto de bandoneonistas cruza anécdotas, habla de las rarezas y anarquías de un instrumento único y manifiesta su fe en los pibes que asoman.

Por Karina Micheletto
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“¿Cómo imaginar un país sin bandera, sin himno? Este día es simbólico, y sabemos que los símbolos son importantes.”

Walter Ríos tiene una cita en el Registro Civil. Se casa, a las doce. Son doce menos cuarto y el bandoneonista sigue posando para las fotos, conversando animadamente. Se le nota que disfruta del momento junto a sus colegas, que lucen tan distendidos como él. La cronista es asaltada por una instintiva empatía con la esposa de Ríos, aun sin conocerla. Los entrevistados explican que el Registro está a pocas cuadras, y siguen en lo suyo. “Piba, lo esperó treinta años, ¿no lo va a esperar cinco minutos más?”, advierte alguno. La escena –real, desde luego, esto es periodismo– resulta representativa de lo que la música, y más específicamente el tango, y más específicamente el bandoneón, significa para estos caballeros. Algo que corre, naturalmente, por el mismo carril de sus vidas, tan cotidiano como cualquier rutina diaria, tan excepcional como los grandes momentos. Es lógico que se reúnan para conmemorar el día del bandoneón. Ellos, y sus bandoneones, de los que hablarán a lo largo de la nota con una pasión con la que toda aspirante a esposa, se hace evidente, ha debido aprender a convivir.

Leopoldo Federico, Julio Pane, Juan José Mosalini y Walter Ríos son los protagonistas de este singular encuentro, que alguna vez devendrá en histórico. Se les sumará Néstor Marconi para conformar un quinteto que celebrará –por separado y en un final conjunto– el Día del Bandoneón, que se festeja hoy, recordando el día del nacimiento de Aníbal Troilo, que cumpliría 95 años. Será esta tarde, a las 18, en La Trastienda (Balcarce 460). El evento, organizado por la asociación TangoVia Buenos Aires, se presenta también como una ocasión para relanzar la colección El arte del bandoneón, editada por Epsa Music y TangoVia, que recoge la obra actual de Federico, Pane, Ríos y Marconi, y que tendrá a Mosalini entre sus próximos títulos (ver aparte).

La juntada propiciará un cruce de estrellas del instrumento, bandoneonistas, compositores, directores y arregladores que traen incorporada aquella “mugre sagrada” del género de la que hablaba Troilo –todos ellos han formado en grandes orquestas, de Mores a Piazzolla, de Caló a Pugliese, de Gobbi a Salgán–, que han sabido escribir sus propias páginas en el 2x4, y transmitírselas a los que vienen detrás, ejerciendo la docencia explícita o implícita. Mosalini, radicado en Francia desde hace 32 años, advierte la importancia especial del encuentro en su caso. Se arma la ronda para la charla y enseguida, claro, surgen las anécdotas y los recuerdos. “Cuando grabábamos con Osvaldo Pugliese en Odeón, los músicos nos poníamos así, en círculo, con un micrófono grandote en el medio, ¡un socotroco enorme! Nada de auriculares, tomas separadas... El piano y el bajo también”, rememora. “Era lo usual. Me acuerdo cómo grabábamos los bandoneones con Salgán, los cuatro ubicados en escalera, juntos. Era la forma en que se grababa antes en RCA Víctor, y en cualquier estudio”, agrega Federico.

El último instrumento

Julio Pane, entusiasta estudioso de la historia del instrumento, resume la aparición del bandoneón en el género, el relato mítico que toda fundación reclama. Sólo que en este caso, tratándose de un instrumento tan joven, esos comienzos están muy cerca en el tiempo. “El tango tenía una forma y una sonoridad hasta que aparece el bandoneón, que lo colorea todo”, define. “El que transforma el género, del antiguo 2x4 al moderno 4x8, y después al 4x4, es un bandoneonista y es Eduardo Arolas. El, junto con Bardi, fue el que modernizó el género. Los bandoneonistas fueron gente de mucho amor propio. Saltando en el tiempo, después del sexteto de Julio De Caro, dejaban todo para tocar de la mejor forma posible. Después vino la década del ’40, donde aparecieron bandoneonistas impresionantes: Leopoldo, Antonio Ríos, Julio Ahumada son bandoneonistas superlativos. Ellos fueron los que alimentaron a las orquestas con un sonido distinto y distintivo, que no existía en ninguna parte del mundo.”

La charla avanza y llega el momento de hablar del porqué del día del bandoneón, más allá del recuerdo de Troilo, el gran indiscutible. Los caballeros del bandoneón tienen su opinión formada al respecto, y son categóricos:

Julio Pane: –El bandoneón es el último instrumento de carne y hueso que se inventó. No estaba en ningún otro tipo de conjunto, salvo en algunas bandas alemanas. Fue la gran revolución del último instrumento, que cuando apareció no tuvo cabida en las orquestas sinfónicas, por ejemplo, porque ya estaban formadas cuando apareció. Con el tiempo ocupó también ese lugar de solista en las sinfónicas, a partir de Piazzolla se empiezan a escribir conciertos para bandoneón. En ese terreno Mosalini ha hecho mucho en Francia, Leopoldo y yo también. Pero volviendo al tema: el bandoneón tiene la voz de Buenos Aires y la forma de hablar del porteño. ¿Cómo no va a tener su día?

Juan José Mosalini: –¿Cómo imaginar un país sin bandera, sin himno? Este día es simbólico, y sabemos que los símbolos son importantes. Además, el instrumento tiene una presencia importante en géneros y danzas populares argentinas que van más allá del tango, o sea que ese día del bandoneón podría quedar corto si se institucionaliza exclusivamente alrededor del tango, no sería justo. Es un día que representa a nuestra música toda.

Walter Ríos: –Hay tantísimas fechas que están puestas en el calendario por un motivo comercial, que a mí me alegra doblemente un día como éste, que va un poco en contra de la corriente. Quiero decir, por el ser el día del bandoneón no se van a vender más bandoneones ni más discos, no está pensado para que la gente gaste. Y de esta manera también recordamos a los grandes bandoneonistas de este país, que ha sido un semillero, y que lo sigue siendo, porque hoy tenemos tantos jóvenes que vienen muy bien en el instrumento...

Leopoldo Federico: –Estoy de acuerdo con todo lo que dijeron mis colegas, sólo que yo lo veo desde otro ángulo. Somos nosotros los que necesitamos homenajear al instrumento que aprendimos de pibes y que nos encaminó en la vida con la música. No puedo enumerarlos, porque tendría que nombrar a todos los bandoneonistas que fueron nuestra guía, de Troilo a Piazzolla, y de Julio Ahumada al Chula Clausi, que hoy con sus 98 años, si se lo hubiera invitado habría venido gustoso.

Decime, bandonéon

Los caballeros del bandoneón siguen interesados en destacar que su instrumento se luce en otros géneros, además del tango, dentro de la música argentina. Enseguida aparece la figura de Dino Saluzzi, que marcó el folklore con su bandoneón, creando un personalísimo estilo que llevó por el mundo (aunque habría que agregar el detalle de que Saluzzi formó alguna vez en orquestas como la de Alfredo Gobbi). Aquí está Walter Ríos para testimoniarlo: más conocido por su labor en el tango, ha acompañado dentro del folklore a figuras como Mercedes Sosa, Peteco Carabajal y Zamba Quipildor, y para testimoniar su amor por el género grabó tres temas folklóricos –uno suyo– en el disco Mi refugio, que integra la colección El arte del bandoneón (ver aparte). “Este año no llego, pero en 2010, se viene mi disco de folklore”, amenaza Ríos.

El bandoneón no es sólo “el último instrumento de carne y hueso”, es también uno cuya digitación desobedece toda lógica. Un instrumento absurdo, irracional, anárquico, endiablado, entre otros adjetivos que se le atribuyen:

J. J. M.: –Una alemana que hizo una tesis universitaria sobre el bandoneón me dio respuesta hace poco a una cantidad de interrogantes sobre el origen del instrumento. Ya por naturaleza el teclado del bandoneón –que son cuatro para aprender, dos abriendo y dos cerrando– es de una anarquía total. Toma cierta lógica a partir de que uno lo aprende, pero cuando desembarca dice, ¿qué pasa? Para tocar una escala cualquiera, la distribución en el teclado es absolutamente irracional. Ahora sé el porqué de esa irracionalidad: el bandoneón proviene de un modelo de una concertina inglesa que se fabricaba en 1820. Se fue transformando por necesidad, porque las danzas que empezaban a surgir requerían de una extensión mayor y empezaron a agregar botones a partir de sólo cuatro teclas que eran ocho acordes, cuatro abriendo y cuatro cerrando. Así se convirtió en el instrumento que hoy llega a nuestras manos, con la extensión actual. Como no había lugar físico, hicieron una suerte de caracol hasta llegar a las notas agudas en las últimas filas, quedó algo muy loco. Y encima, cada mano es un universo distinto, por eso es un instrumento estereofónico por naturaleza. Será loco, pero es genial.

L. F.: –Y como si esto fuera poco, la fábrica (Alfred Arnold) fue destruida después de la Segunda Guerra, en Alemania. Así que los instrumentos que circulan son los que reparan los luthiers con gran dedicación, que también merecen nuestro reconocimiento, junto con los afinadores. Ellos son los que hacen posible que todo esto suene todavía, porque la mayoría de los bandoneones que estamos usando ya tienen más de cien años. Son artesanos que han tomado esos objetos, a veces destartalados, y los han dejado como recién salidos de fábrica. Sin ellos, nosotros no existiríamos, y los pibes nuevos tampoco.

W. R.: –Por eso una de las dificultades que tenemos es lo difícil y costoso que es hoy conseguir un buen instrumento, porque se los considera una antigüedad. Estamos siempre expectantes, esperando que suceda el milagro, que surja la posibilidad de fabricar buenas piezas en serie. Hay algunos emprendimientos, pero son pocos, y artesanales: conozco un alemán que saca seis por año, imagine el trabajo que lleva... Y por eso también cuidamos tanto los pocos que hay circulando, y tratamos de que queden en el país. Me dan mucha bronca los músicos que van a tocar a Japón y se llevan bandoneones para venderlos en yenes y hacer la diferencia. Ojo, la mayoría no son bandoneonistas, y yo ni los llamaría músicos. Una cosa es que venga un japonés a la Argentina, vaya a una casa de música y lo compre acá, eso no se lo va a prohibir nadie. Pero no puedo entender que los mismos músicos los rematen...

J. P.: –Gracias a Dios, de la misma manera en que hay quienes fabrican bandoneones, cuando todos pensábamos que no iba a ser posible, también se fabrican bandoneonistas. Acá por años no apareció ningún buen intérprete, a nadie le interesaba estudiar. Nos preguntábamos qué iba a pasar con el tango y con el instrumento. Pero la música tiene misterio, el arte tiene misterio. Fueron apareciendo chicos que hoy son figuras: Mainetti, Corrales, Romo, y tantos como ellos. Y detrás de ellos vienen de a cientos. Eso me deja muy tranquilo.

La charla sigue en la sesión de fotos, Ríos se calza el saco y saluda. Le desean suerte a la hora de dar el sí. “¿Te vas de luna de miel?”, le preguntan en broma. “Sí”, responde en serio. “Pero se corta el sábado: tenemos una cita.”

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