Amelita Baltar habla con esa voz grave, levemente ronca, que harÃa reconocible un tango interpretado por ella entre tantos. Tiene cierto tono y presencia de señora bien, como tantas que la rodean donde vive, cerca de donde va la luna rodando por Callao. Pero hay algo medio reo que se desata cuando habla, quizá porque recurre al lunfardo, porque habla del tango como esa música que hay que cantar “con algo en los ovariosâ€. Ahora está cumpliendo un ciclo de conciertos los viernes en Clásica y Moderna (Callao 892), acompañada por el pianista Aldo Saralegui, un lugar donde, asegura, se siente demasiado a gusto.
“Clásica es algo tan... especialâ€, dice la cantante, eligiendo las palabras para hablar del escenario en el que mostró su show tantas veces. “Tuve la suerte de que este año empezó como el año pasado: repleto. Casi estoy golpeando las rodillas con las rodillas de la gente. Es muy loco porque hay mucho respeto, un silencio sepulcral. Y cuando llegan los aplausos... ¡uff! También es raro que en un café concert la gente grite tanto. Me dicen ‘diosa’, ‘tremendo’... ¡está bárbaro!â€, se entusiasma Amelita. El ciclo, que probablemente continuará en febrero, tiene un repertorio del que Baltar prefiere no dar detalles: “Me gusta que los temas sean sorpresa, escuchar ese ‘¡aaahhh!’ cuando arrancanâ€, explica. “Pero hay algunos tangos tradicionales, algo de Discépolo, que hacÃa mucho que no cantaba, y algo de Piazzolla muy original, que fue escuchado hace como cinco años en una grabación y nada más: el único tema que tiene escrito junto con Yupanqui, una milonguitaâ€, describe.
Mientras pule estos conciertos, Baltar va dando forma a un proyecto más a largo plazo: grabar temas de Astor Piazzolla con invitados del rock. “Es una idea que tengo hace tiempo, y ya fui hablando con muchos: Celeste Carballo, Fabi Cantilo, León Gieco... A Fito se lo comenté y enseguida me dijo: ‘ok, ¿cuándo hacemos un concierto?â€, cuenta. “Es una movida que implica mucho trabajo, son meses con cada artista, y me lo quiero tomar tranquila. Cuando lo escuchen se van a sorprenderâ€, promete la cantante.
–Hay cada vez más gente del rock que se pasa a cantar tango, pero es menos frecuente que pase al revés. ¿Qué tiene el género que provoca esta fascinación?
–Y... tiene una historia pesada en cada letra, tiene mucho peso vital. Ahora muchos lo están descubriendo, desde el rock y desde otros géneros. Algunos lo destruyen, otros se ponen a estudiarlo y hacen cosas dignas. Todos los que nacimos acá lo sentimos un poco nuestro, aunque seamos de otros ámbitos. Pero no todos los que se largan a cantarlo salen airosos: como si yo me metiera a hacer rock... ¡SerÃa una caradura! Sin embargo, hay ejemplos muy dignos de buenas experiencias: hace unos años Celeste Carballo hizo El dÃa que me quieras con Charly GarcÃa y lo sacó muy bien. A ella la quiero mucho.
–¿Tiene amigos en el rock?
–SÃ, y además me gusta cada tanto ir a ver algo de rock. La otra vez fui a ver el recital de Fabi (Cantilo) y me gustó todavÃa más que el disco. Si escucho a Divididos me caigo desmayada de la emoción. Si lo veo a Charly, me paro y pego un grito, porque me encanta. El otro dÃa nos encontramos en un cóctel en el Faena. ¡Cómo nos mimamos y nos halagamos mutuamente! Hasta cantamos juntos, fue bárbaro.
–¿Y en el tango, tiene amigos?
–Los tangueros me respetan, me saludan, pero, la verdad, ando muy poco en el ambiente del tango. Ser solista es algo muy solitario, y yo doy mis conciertos sola, hago la mÃa, acá y afuera. Hay grandes que sé que me aprecian mucho: Leopoldo Federico, Raúl Garello, Carlitos GarcÃa... no me puedo quejar. Aunque, la verdad, podrÃan incluirme un poco más, llamarme alguna vez para cantar. A lo mejor piensan que les voy a decir que no...
–¿Por qué?
–Hay gente que cree que estoy subida arriba del caballo, y se equivocan de cantante: yo tengo los pies bien en la tierra, solamente me subo al escenario. Ojalá me llamen, me muero de ganas de decirles que sÃ.
–En el último tiempo parecen multiplicarse las cantantes femeninas de tango. ¿Por qué cree que ocurre esto?
–Qué sé yo... ¿será que somos más las mujeres en todos lados? Hay muchas cantantes muy buenas: Cecilia Aimé, que grabó con Atilio Stampone y es alumna mÃa. Patricia Barone, que es un vagón, una señora cantante. Sandra Luna, que tiene un estilo más tradicional, pero con una voz y una presencia impresionantes. Son muchas las que valen la pena porque son originales, no buscan imitar a nadie, eso es lo que vale. Y también vale el estudio, la dedicación. El tango es una canción muy difÃcil, hay que madurarla, meditarla. Tengo talleres de tango y mis alumnas se desangran hasta que vemos las poesÃas, conocemos a los poetas, nos metemos en las letras. No es nada fácil ni rápido. Y por más años que pasen, sigue siendo un trabajo arduo. Para mà también.
–¿Qué es lo que más trabajo le cuesta?
–El Señor me dio un don, y yo tengo que hacerme cargo. Tengo el mérito no del talento, que me vino dado, sino de disciplinarlo y de hacerlo madurar. Eso es lo que cuesta trabajo.
–En su momento usted fue una provocadora cuando concursó en el Luna Park con Balada para un loco. ¿Qué es provocador hoy en el tango?
–¡Uy, qué locura fue aquello! ¡Cómo me chiflaron, cómo se acordaron de mi madre! Nos tiraban monedas, de todo... De los nervios se me rompió el cierre del vestido, asà que entré y reculé de frente. Pero, la verdad, no sé qué podrÃa ser tan provocador hoy... Piazzolla se murió, si estuviera él para escribir otra canción asÃ... Yo no soy una trasgresora: soy una mujer que le gusta lo que hace, se juega y va para adelante. Nada más.
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