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Viernes, 13 de noviembre de 2009
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YURI VENTURIN HABLA DEL SEXTO Y EPONIMO DISCO DE LA FERNANDEZ FIERRO

Entre Pugliese, Gardel y los Ramones

El músico, compositor y director musical de la orquesta es un tanguero ríspido que cree en el poder revolucionario de la poesía. El nuevo álbum tendrá presentación oficial esta noche en el Club Atlético Fernández Fierro.

Por Cristian Vitale
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Venturín acaba de volver de México con la Fernández Fierro y ya se apresta a presentar el nuevo CD.

Para que Yuri abra la puerta hay que pegar un toque de teléfono al de línea, porque no anda el timbre en su casa de Avellaneda, al fondo de un pasillo techado por una frondosa enredadera. Adentro, el living va dibujando una forma de ser: poster de Los Beatles, botella de fernet a medio acabar, comedor austero, retrato de Bob Marley y abrazo de Pugliese con Goyeneche. “Esta es la síntesis”, dice él, corto y tranquilo, mientras manipula un vinilo de Ramones y otro de Gardel. Yuri abre la heladera, saca una cerveza, la destapa y llena tres vasos. Yuri Venturín –35 años, fundador, compositor y director musical de la Orquesta Fernández Fierro– es un enorme músico. Un tanguero ríspido, de ruptura y rebelión, que cree en el poder revolucionario de la poesía y sigue teniendo como guía al Pugliese de los ’50, el de “Gallo ciego” y “Emancipación”. “Una cosa infernal, esa orquesta. Agresiva, impresionante, de una masculinidad exaltada, diría”, define.

Yuri acaba de llegar de México donde, con el resto de los “rufianes” de la Fierro, presentó parte del material del reciente disco epónimo del grupo. Esas ocho piezas, entre propias y ajenas, son las que presentará esta noche jugando de local en el Club Atlético Fernández Fierro, Sánchez de Bustamante 764. Se trata de un disco venal, nervioso, contundente. Un poco más, incluso, que los antecesores. “No sé qué estarán craneando los muchachos esta vez para la escena”, se pregunta. Para el anterior (Mucha mierda) la Orquesta salía a tocar separada del público por un alambrado. Según Yuri, para figurar un baldío. “Como si fuéramos el descarte del barrio”, se ríe. “Nuestros escenarios siempre fueron bastante cargados. La última vez que fuimos a Chile, el día anterior habían hecho una fiesta en el Teatro de La Alameda y había bolsas llenas de latas de cerveza vacías. Como no había nada preparado, llenamos el escenario con esas latas. Al otro día, una mujer me dijo ‘estuvo fabuloso, lo que no me gustó es que el sponsor los hayan obligado a poner todas esas latas en el piso’”, sigue riéndose.

–¿Y qué pasó en Medellín, Colombia, cuando los fue a ver el embajador Balza?

–Estaba en primera fila y alguien de nosotros dijo que nuestra gira seguía por Ecuador y después en Suiza. Sugerente, ¿no? Después, el alcalde y él se pararon para irse, caminaron hacia la salida rodeados de milicos y dije “bueno, si se los llevan, algo habrán hecho”. Supongo que mucho no le habrá gustado.

Yuri fundó la Fernández Fierro junto al Chino Laborde, Federico, Alfredo y el Ministro, en el alba del siglo. El primer registro fue como parte del compilado A Bush no le va a gustar (“Sin dudas y con firmeza”) y el primer disco, Envasado en origen (2001). Después llegaron Destrucción masiva (2003), Vivo en Europa (2004), Tango antipánico –también en vivo, pero registrado acá– y Mucha mierda, editado hace tres años. Pero, a oído de Yuri, éste es el más duro. “Está todo más comprimido, más denso, porque la información está en un soporte más pequeño... Si lo comparamos con una mano, digamos que el puño está más apretado.” Fernández Fierro, el disco, viene con yapa: dos compactos separados por un troquelado, que en realidad son el mismo, uno para quedarse y el otro para regalar. Los temas son ocho: tres con música de Yuri (“Avenida desmayo”, “Azucena alcoba” y “Niebla dura”), dos del Tape Rubín (“Bluses de Boedo” y “Despedida”), uno del bandoneonista Pablo Gignoli (“Asesino”), otro de Julio Coviello (“Seis puntos”) y la zamacueca de Chabuca Granda que Venturín transformó en un tango descomunal: “Una larga noche”. “Estaba con el tema en la cabeza hacía varios meses. Me seduce mucho la temática de la locura del alcohol, esa cuestión de que todo puede pasar aun cuando no pasa nada.”

–¿Fue complejo el arreglo? No hay demasiados lazos aparentes entre la zamacueca y el tango.

–Hubo que trabajar, sí. Me senté al piano y llegué al final del arreglo, que era donde se alojaba el problema principal a resolver. Resuelto el final, lo otro salió más sencillo. El riff está inspirado en “El gourmet del infierno”, de Skay.

–A propósito, ¿dónde aparece el rock en la Fierro? A trazo grueso son tango puro. No hay fusión ni pretensiones “modernas”.

–Bueno, los elementos que utilizamos para la construcción de nuestra música son tangueros, sí, pero la organización de la música, sobre todo los temas cantados, tiene una forma que no es la del tango. Empieza un riff, termina la estrofa y vuelve ese riff. En fin, eso no se ha hecho en el tango. Ahora, los elementos –las armonías, el ritmo y la interpretación– son del tango.

Yuri se crió escuchando tangos en amplitud modulada. La primera orquesta que lo impactó, cuando tenía 19 años y ya tocaba bajo eléctrico en bandas de rock, fue la de D’Arienzo. “Era, por velocidad y ritmo, la más parecida a los Ramones. Me impactaba lo nervioso, hasta que di con Pugliese y nos dio vuelta la cabeza a varios. ¡Era Zeppelin!”, evoca. Por entonces, el pibe del chupín azul, el pelo largo y las Topper blancas se alistó en la Escuela de Música de Avellaneda, tuvo como profesor, entre otros, a Rodolfo Mederos en Elementos Técnicos del Tango y Práctica Grupal de Orquesta, y se recibió. “En esa época, Mederos tenía su Quinteto y la verdad es que nos incentivó mucho a formar la Orquesta. Después... bueno, no importa el después”, se queda.

–¿Piazzolla también influye en usted?

–Bueno, él era mucho más ecléctico. Habría que hablar más puntualmente... Puede ser en algún momento, sí.

–Se intuye que no debe ser tarea sencilla ubicarle un texto afín a la música salvaje que ustedes proponen. ¿Lo viven como un problema?

–Nos resultan atractivas, como tema, las tragedias existencialistas y las miserias urbanas. Siempre vamos a revolver cajones para encontrar algo (risas). Esta vez, trabajamos cómodos con Palo Pandolfo, que escribió dos temas (“Niebla dura”, “Azucena alcoba”) y los textos del Tape, muy buenos. Creo que todo lo que moviliza es positivo, hasta la desesperanza.

–¿Por qué “Avenida Desmayo”?

–Me resultó un juego de palabras bastante poético y teniendo en cuenta lo que significa la avenida, con sus muertes en las manifestaciones, el 2001... Un desmayo, una muerte, un dejar de ser en una avenida que implica movimiento. A las avenidas a veces se las denomina arterias, ¿no? Los coches, la sangre: fue movilizador como imagen.

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