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Sábado, 21 de noviembre de 2009
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El debut de Acorazado Potemkin en Buenos Aires

“Se trata de volver a la energía inicial”

Por Cristian Vitale
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Juan Pablo Fernández y Luciano Esaín: faltó Ghazarossian.

Rock. Punk. Mugre. Tres maneras de decir casi lo mismo. Tres tipos casi distintos. El origen marca que dos de ellos –Luciano Esaín y Juan Pablo Fernández– se conocieron en Snoopy, el jardín de infantes de Caballito donde van sus hijos y, entre zapadas punk para punkitos, se pusieron en disposición. El otro –Federico Ghazarossian– venía incluido en el combo. “Las autoridades del jardín convocaron a los padres músicos y dijeron ‘armen una banda’. Todo terminó en un recital alucinante”, se ríe Esaín, baterista de Valle de Muñecas, Motorama, Flopa-Manza-Minimal y Coiffeur. “El señor cabeza de parche... toca todo el tiempo”, lo bautiza Fernández, aquel cantante de Pequeña Orquesta Reincidentes. A ellos -–el ex Visitantes y Me Darás Mil Hijos está de viaje– les toca explicar de qué va el trío que, más allá del chiste infantil, llegó para zarandear un poco el statu quo rocker: Acorazado Potemkin. “Le pusimos así porque es como una reminiscencia, como retomar cosas pendientes de los 17 y enfocar la energía ahí, replegarse para armar otra cosa. Al menos para mí, porque éste toca rock and roll desde que nació”, se ríe Fernández, otra vez, relojeando al compañero.

Los seis temas que grabaron hasta hoy bastan, sobran y regalan para enrolar al trío entre las pocas bandas con mucho para decir. No es rigurosamente punk ni exclusivamente rock. Es, más bien, mugre en el limpio sentido de la palabra. Divague, onirismo y energía. Es una guitarra (Fernández) que parece haber volado 18 años atrás para volver resignificada. Es una batería capaz de adaptarse a cualquier circunstancia musical y es un bajo que hacía años no funcionaba como tal. “Desde Los Visitantes que Fede no tocaba el bajo... incluso iba a tocar el contrabajo, pero no. Al final volvió ¡con las mismas cuerdas!”, se ríe Juan.

El trío mostrará sus canciones esta noche en La Castorera (Córdoba 6237). Será el primer show en Buenos Aires -–el debut fue en Rosario quince días atrás– y marca, entre otras cosas, el regreso del ex Reincidentes al rock. “Tardé porque se me rompió el dedo en Córdoba y estuve como 60 días haciendo nada. Pura introspección”, cuenta. “Me quedó como un tatuaje carcelario”. Durante ese tiempo -–además de atravesar el duelo de la Pequeña Orquesta– el guitarrista desempolvó discos de Invisible, Pappo`s Blues y Jimi Hendrix Experience, para diseñar lo que definen como “canciones inundadas y desbordadas para escuchar en el desierto de la vida diaria”. “Es volver a la energía inicial”, insiste el violero. “En Por había mucho ensamble, mucha cosa de interactuar con los instrumentos, con una forma de componer colectiva donde el contrabajo, por ejemplo... esto fue volver a componer desde la eléctrica, con arreglos para la eléctrica, y ubicar la canción en ese lugar. Me gusta porque hay mucha célula rítmica”. Esaín no lo refuta: “Cuando me convocaron me asusté... les dije `miren que toco fuerte, eh` y la respuesta fue precisa: `Eso es lo que queremos`”. Del resto hablan las canciones.

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