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Martes, 12 de enero de 2010
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Lucio O’Donnell y su sorprendente CD debut, Diumbaleia

Celebración de un viaje sin fronteras

El multiinstrumentista grabó un disco muy particular: las canciones no tienen título ni letra. Tampoco están atadas a algún género específico sino que remiten a la “música del mundo”.

Por Cristian Vitale
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El álbum de O’Donnell se puede bajar gratis a través de Internet.

Se llama Diumbaleia, que no quiere decir nada. Ningún tema lleva letra, título ni género específico. Tampoco nombre... sólo una combinación aleatoria de números de ocho dígitos. El disco de Lucio O’Donnell, que también se baja gratis –y entero– por Internet, tiene algo personal. Celebratorio y tribal. “Para mí, la música es una intención. Es universal y sin las barreras que tiene el idioma hablado”, apunta él, como una precisa declaración de principios. Se pueden apuntar otros datos: O’Donnell es un joven multiinstrumentista de 24 años. Un melómano compulsivo que toca piano, saxo, bajo y guitarra desde los 12. Y que a los 21, aún con el disco entre sus sueños, inició un viaje a mochila gorda por Latinoamérica que, breve paso por las costas de Montevideo y Bahía, lo depositó entre los misterios del Amazonas.

“Estuve en Manaos y alrededores cerca de un mes, y la experiencia me reveló las respuestas que había ido a buscar. Como todos alguna vez en la vida, estaba atravesando un momento de incertidumbre existencial y cargaba con preguntas que quería responder. Como acá no las encontraba, dije: ‘Voy a buscarlas por el continente’. Fue un periplo vital, más de búsqueda que de diversión”, sigue.

–¿Las respuestas están en Diumbaleia?

–Bueno, sí. En el Amazonas estuve con verdaderos maestros espirituales y lo instrumental de mi música tiene que ver con eso. Más allá de las respuestas “intelectuales” que haya escuchado, las creencias o las opiniones, lo que me quedó fueron ganas de tirar una onda positiva, de hacer algo bueno. Una sensación... Y eso se expresa con música. Conocí unas personas realmente maravillosas y pude calmar mis inquietudes existenciales.

–¿Por qué, hablando de intenciones, optó por la de omitir nombres, títulos y letras en los temas? Se puede decir que fue a más en el riesgo...

–Bueno... Diumbaleia me gustó por su sonoridad, es una palabra con música ¿no?, muy agradable de pronunciar. Con respecto a las letras, ponerle palabras a la música que hago era algo que no quería hacer... no quería subjetivizar a quien la escuchara. Lo mismo que los títulos de cada tema; nombrarlos con números implica que cada uno, al escucharlos, lo asocie libremente con lo que quiera: un campo, una situación, la playa o una persona, hay muchas opciones. La razón de los números es para no decir “ok, este tema habla de esto”.

–¿Y los colores en degradé de la gráfica? La austeridad estética parece estar asociada a ese propósito de anonimato.

–Sí... la verdad es que para mí los colores me gustan muchísimo. La descomposición de la luz me parece interesante y era algo que yo veía en los discos cuando los daba vuelta, en el reverso plateado.

Las siete piezas de Diumbaleia no obedecen a un patrón genérico. No es folk, jazz ni rock. Es, si cabe el nicho, algo que podría emparentarse con la llamada “world music”; el joven músico toca todos los instrumentos que sabe y le agrega alguna secuencia de computadora. “Lo necesario”, reafirma él. “La verdad es que cuando apareció la oportunidad de grabar me mandé con todo y lo electrónico fue apenas una parte. Lo primero que le dije al productor, la idea base, fue algo así como hacer el bien a través de la música. Después, claro, sale lo que uno tiene adentro: cómo está, qué siente, esas cosas... Y sin perder lo fundamental de la autocrítica”, señala.

–Lo “alivianó” el Amazonas, digamos...

–Me alivianó y me inspiró. Me insufló ganas de hacer, aunque siempre desconfiando de uno, ¿no? Soy cuidadoso con eso.

–¿Por qué la decisión de que el disco se pueda bajar enteramente gratis por Internet? ¿No se propone insertarlo en el mercado?

–No es importante eso... me parece mucho más interesante el hecho de asegurarme de que llegue a cualquier persona del planeta... lo que pasa es que a mí me tienta mucho lo universal. Y entonces vuelvo al hecho de las letras: si yo le ponía palabras perdía un poco todo eso, porque no era algo intelectual lo que quería transmitir en este disco, sino más bien inspirar a cualquier persona en cualquier parte del mundo donde esté. Además, los idiomas tienen ciertas barreras, pero la música no. Es lo único que viaja libremente por todo el planeta y eso me interesa mucho más que sacar 2, 5 o 10 pesos por cada disco. Es como un viaje después del viaje, pero sin moverse.

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