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Viernes, 5 de marzo de 2010
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MACHI-EPUMER-JUDURCHA TIENEN LISTO SU PRIMER DISCO, POWER TRIO

“El trío es un formato casi mágico”

Los tres músicos, que tocaron en algún momento de sus vidas junto a Spinetta, sintieron que había “piel” desde el primer ensayo que hicieron. Más allá del nombre del disco, la música que generan está más cerca del jazz que del rock.

Por Cristian Vitale
“Un triángulo en el que cada ángulo resulta esencial”: así es el trío Machi-Epumer-Judurcha, en palabras del bajista.
Imagen: Jorge Larrosa.

“Hubo piel al instante.” Christian Judurcha es, de los tres, el que menos habla. Pero la economía de palabras no excluye la posibilidad de explicar, por su parte, el todo que implica el trío: él, baterista libre del jazz, más dos pesos pesado de la música argentina, Lito Epumer y Machi Rufino. Piel al instante, en efecto, y un disco debut de reciente cocción (Power Trío) que emerge como una de las recetas más saludables del año que despierta. “La definición de power-trío es genérica... Quiere decir trío sin teclado: guitarra, bajo y batería. Incluso se puede usar una guitarra acústica. Pero trío es por formato, no por adjetivo de potencia”, desentraña una y otra vez Machi, amo y señor del bajo. Primera aclaración, entonces: quien espere un power a la Experiencie o –correlato criollo– Divididos, estará paladeando lo improbable. “Si bien hay potencia en nuestra música y en vivo solemos hacer ‘Vida de Topos’, de Divididos, lo nuestro se dispara hacia otro lugar”, sigue Epumer, guitarrista y heredero del bravo cacique sureño.

Esa direccionalidad estética, ajena al concepto más popularizado de power trío, se funde en nueve temas, en su mayoría instrumentales, en los que Epumer-Machi-Judurcha (así se llama la banda) dilucidan un sonido lindero al jazz, pero con las posibilidades de roce con otras vertientes que el género permite. “Cabezota”, “Judo”, “Papaya”, “Silvia`s Blues”: todas composiciones de Epumer, anudadas por un sonido conceptual pero variado, en el que su guitarra y la batería de Judurcha juegan a la libertad sostenidos por el muro rítmico, imperturbable, del ex Pappo’s Blues e Invisible. “El tipo es un ancla, una pared que no movés con nada”, sintetiza, otra vez, Judurcha.

–¿Por qué decidieron llamar al grupo por sus apellidos?

Machi Ruffino: –Por una razón práctica: es más fácil, en el caso de músicos con una trayectoria de años, que la gente sepa quiénes somos a que relacione el nombre de una banda con quienes la integran. Es un trámite que lleva tiempo y nosotros somos chicos grandes ya (risas). No podemos tomarnos cinco años para que la gente relacione un nombre con nosotros.

Los tres están relajados en una terraza de Villa Crespo. Rueda el mate y la bocina del ferrocarril San Martín destroza el silencio cada diez minutos. Ellos fuerzan la voz. Dicen que la presentación oficial del disco no pasará de mayo, que piensan seguir hasta que les dé el cuerpo, y que la idea original de grabar en vivo se cayó a tiempo. “Hubo algunas fallas técnicas, sobre todo en el audio, y lo tornó imposible. Sólo dejamos los dos temas con invitados, y el resto lo grabamos en un día”, cuenta Epumer. De la vieja intención quedaron “Cold Turkey”, la gema de Lennon en la que participa Pedro Aznar, y “Stratus”, de Billy Cobham, con Ricardo Mollo. “Además de lo que dice Lito, no era el momento ideal. Teníamos sólo tres meses de rodaje y era una locura salir con una grabación. Muy apresurado”, sigue Machi.

–¿Hay mucha cocina, mucho ensayo en el trío, o todo lo contrario?

M. R.: –Ensayar mucho los temas es contraproducente... Incluso, el hecho de no tocarlos seguido aporta una frescura que se evidencia en el momento de hacerlos. Existe la creencia de que la repetición tiende a la perfección, pero en este tipo de música, donde hay mucha improvisación, eso no cierra. Nadie toca lo mismo todo el tiempo.

Lito Epumer: –Tengo la misma teoría. Sea la música que fuere, no me gusta ensayar. Mecaniza la música, la robotiza. Eso por un lado. Por otro, el sonido: hubo épocas como los ’80 en las que se agarraba un tambor y se lo transformaba en un lagarto gritando (risas). Era todo armado como un rompecabezas y entonces eso, más varios productores que metían mano, provocaba que cada tema tuviera un sonido distinto. Es muy raro eso.

–Es general que entre los músicos “libres” se ensalce el formato trío. ¿Cuál es la razón?

M. R.: –He tocado más en trío que en cualquier otra formación durante toda mi vida, pero es algo casual. Se dio, ¿no? Con Starc y Amaya; con Pappo’s Blues, con Baby López Furst, con Invisible e incluso con Tantor, que era un trío con dos tecladistas invitados. En verdad, el formato me gusta por algo que excede lo musical. La convivencia humana en las bandas es crucial y el trío es como un triángulo donde cada ángulo es esencial. Es un formato casi mágico, más allá de las limitaciones que existen desde lo sonoro.

L. E.: –Yo toqué en todos los formatos: dúo, trío, cuarteto, quinteto, pero el trío, por dedicarme a la parte armónica y melódica, me resulta más exigente. Como guitarrista no podés tener lagunas, todo tiene que funcionar todo el tiempo, algo que en un cuarteto no ocurre: podés parar y tomarte un respiro.

La tercera versión que E. M. J. incluye en su ópera prima es “Durazno sangrando”, tema caro a los tres, que alguna vez en sus vidas han tocado con Spinetta. Cuenta Machi que la primera vez que la hicieron fue durante una de las tres presentaciones debut del grupo, el 23 de enero del 2008, el mismo día en que su creador cumplía 58 años. “Arranqué solo con el bajo haciendo una parte y la gente se puso a cantarlo. Fue tremendo. Y en la presentación siguiente lo hicimos los tres”, evoca el bajista. Casi dos años después, el Flaco –desconociendo el antecedente– invitó a Machi para que cantara la segunda estrofa de “Durazno...” en los ensayos previos al inolvidable recital de Vélez: el hecho resultó una premonición. “Fue como una bendición de Luis hacia nosotros. Digamos que la versión está auspiciada por el autor.”

–Para el rock argentino, ¿hubo un antes y un después del recital de Spinetta y las Bandas Eternas?

L. E.: –No puedo ser objetivo, para nada. Adoro a Luis y ese día lo vi tan feliz, que fue muy fuerte. Me halagó el lugar que me dio. ¿Qué más pedir? Fui partícipe de una pequeña parte de su historia y que me haya regalado ese lugar fue como cerrar el círculo. Lloramos todos. Ese recital marcó un hito y todos los que estuvimos le estábamos rindiendo pleitesía al padre, al mejor.

C. J.: –No pude estar, porque tenía un compromiso con el Festival de Jazz de Buenos Aires. Pero haber tocado nueve meses con él –entre la disolución de Los Socios del Desierto y el armado de la actual banda de Spinetta– fue una bendición. Luis es como un puñetazo para seguir abriendo cabezas.

M. E.: –Javier Malosetti me dijo: “¿Sos consciente de que participamos en un evento único en la historia?”. En mi caso, jamás imaginé que iba a volver a tocar con Pomo y Luis. Pensaba, por cómo es Luis, que no iba a darse nunca. Tanto es así que mucha gente que se había enterado antes de lo previsto me llamaba para confirmarlo y yo decía: “¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre?” Con Invisible hemos vivido situaciones irrepetibles. Estuvimos seis meses los tres solos en una quinta, y desde el minuto cero del ensayo, la magia funcionó.

–¿Fue muy moño volver a sacar “Jugo de lúcuma” o “La conciencia que regula al mundo”, después de tantos años?

M. R.: –Hubo que sacarlos, hubo que tomarse el laburo. No fue tan sencillo como para decir “Sí, ‘Jugo de lúcuma’, cómo no”. Lo que dije fue: “¿Esto tocábamos hace 33 años? ¡Dios mío!”.

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