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Lunes, 5 de abril de 2010
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La experiencia del dúo Dallas-Ponce

Viaje al blues sin retorno

Venían de diversas experiencias musicales, se conocieron por un aviso, se casaron, formaron el grupo Uvas Amargas y luego, desde el dúo, se constituyeron en baluartes de la difusión del blues y el gospel en la Argentina. Hasta B.B. King les dio consejos.

Por Cristian Vitale
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Marcelo Ponce y Viviana Dallas encararon una tarea docente que los vincula con la formación de nuevos bluseros.

B.B. King los bombardeó a máximas. Una: “Sean ustedes mismos. Es lo mejor que pueden hacer por el arte”. Otra: “Lo único que hace la electricidad es que lo que vos sabés suene más fuerte”. “Me tocaba la pierna y me hablaba, es como un abuelo que sabe mucho por grande, porque ha vivido”, dice, aún conmovida, Viviana Dallas. Es el jugo mayor de las conversaciones que ella y su compañero, Marcelo Ponce, vivenciaron tras el segundo de los dos shows que el emblema viviente del Mississippi dio en el Luna Park. Y no estaban ahí, en los camarines, por casualidad: ambos, hoy como el dúo Dallas-Ponce, ayer como parte del grupo Uvas Amargas, son dos motorcitos imparables en la difusión del blues y el gospel en Argentina. No sólo por haberlo demostrado en un flamante disco de “standards” (Charley Patton, Skip James y Sleepy John Estes son sus musas), sino por una tozuda tarea docente que los vincula con la formación de nuevos bluseros, a través de un nutrido coro gospel. “`No tienen que tocar ni como yo ni como nadie`, nos dijo el B.B., y la verdad que es lo que pregonamos en el estudio... Ningún alumno canta como ella o como yo, gracias a Dios (risas). Pero que él nos confirme la ruta, bueno, impacta. Cada cosa que decía era una enseñanza”, agrega Ponce, guitarrista y compositor. “Nos despertábamos cada media hora y nos decíamos ‘estuvimos con B.B. King’”, insiste ella, sobre el post.

–¿Cómo es eso de la electricidad aplicada al blues?

Marcelo Ponce: –Era una de las preguntas de cabecera que teníamos para hacerle al viejo: lo eléctrico. Yo noto que hay dos carencias en los pibes que aprenden blues: una es la falta de background acústico, y otra tiene que ver con lo rítmico: muchas veces se presta más atención a las melodías que a los ritmos, y se nota. Fue reveladora la respuesta del B.B. “Donde yo crecí no había electricidad, y tocaba con guitarra acústica. Lo único que hace la electricidad es hacer que lo que vos ya sabés suene más fuerte, se escuche más”, nos dijo. ¡Qué lindo viaje de ida!

Viviana y Marcelo están fundidos por el blues, el amor y la Segundamano desde 1992. El venía de un rockabilly militante, bien cincuentas, y ella de un interés aún no consumado por la música negra. “Más bien del soul”, evoca. El devaneo nació cuando él, en busca de un cantante que reemplazara sus carencias vocales, plantó un aviso en la revista y apareció ella. “Pegamos onda al toque y empezamos a crecer juntos, a investigar para atrás en el blues. Fue un viaje sin retorno”, cuenta Ponce. El blues derivó en mimos (se casaron y tuvieron a Ignacio, hoy de cinco años) y formaron el grupo Uvas Amargas, que duró hasta el fin del siglo y devino en el dúo cuya carta de presentación es el fresco de diez versiones –más dos temas propios– que pueblan el disco debut, Just sinners. “Tratamos de que fuera lo más analógico y lo más ‘en vivo’ posible, cuidando las válvulas y los sonidos crudos. Fue como un consejo del B.B. que ya habíamos cumplido: `No usen pedales`”, sonríe Ponce.

–¿Es un enfermo de las guitarras como todos los violeros de blues?

M. P.: –Sí, pero no llego a un estado terminal como con los discos. Igual, las violas me encantan: veo una Gibson J 45 y se me cae la baba... No lo puedo evitar.

–Tampoco a Patton. ¿Por qué se lleva las preferencias en el disco? Es el único al que le grabaron dos versiones: “Oh Death” y “Troubled’ Bout My Mother”...

M. P.: –Antes se las llevaba Robert Jonhson. En realidad, nos gusta mucho el blues del Delta. En el caso de las versiones de Patton, “Oh Death” es un tema espeso... Habla de la muerte y de lo que ella significa. Y uno ya ha llegado a instancias de la vida donde se topa con ciertas pérdidas. Y “Troubled...”, bueno, él la hacía con Berta Lee, su mujer. Al menos nos parecemos en eso... en que somos pareja (risas).

–¿Qué es lo que buscan para optar por una versión dentro de un género que ofrece, desde su historia, infinitas posibilidades de elección?

M. P.: –A mí, particularmente, me gusta ver lo implícito de la canción. Sabemos que de esta música surge el rock and roll, el blues eléctrico, en fin... Me gusta rescatar el germen. Si escucha la versión original de “Everybody Oughta Make a Change” (Sleepy John Estes), la cadencia medio stone está como implícita. Me gusta descubrir eso: decir “mirá este timing, le ponés la batería y son los Rolling”. Lo único que dejé casi parecido fue el tema de Skip James (“Hard Time Killing`Floor”). En realidad hice como un mix de las dos versiones que grabó: la del ’31 y la del ’60. Traté de respetarla todo lo que pude, pero igual tiene mi contaminación (risas). Cuando me pongo a recrear esas canciones, lo primero que me pregunto es qué hubiese hecho ese tipo hoy.

Viviana Dallas: –En mi caso, busco temáticas de género más que vueltas musicales. Empecé a buscar letras que se relacionen conmigo, porque ser una chica en el blues es difícil... Las letras son muy de y para varones ¿no? Yo le ponía onda para tratar de interpretarlas, les cambiaba la letra para poder adaptarlas y siempre era un problema.

–Como la lírica del tango. El problema, visto desde una mujer, podría ser su excesiva masculinidad...

–Hay que buscar igual. Por suerte hubo una Memphis Minnie, una Bessie Smith... Yo tomo letras de ellas que tengan que ver conmigo, y después las doy vuelta. Me pongo en el centro, porque también hay un ser de blues femenino.

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