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Viernes, 9 de abril de 2010
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SEIS ARTISTAS DE RECONOCIDA TRAYECTORIA SE CRUZAN ESTA NOCHE EN LA TRASTIENDA

El underground de la música popular

Raúl Carnota, Jorge Fandermole, Juan Quintero, Carlos Aguirre, Franco Luciani y Juan Iñaki actuarán en diversas formaciones conjuntas para “sentir los temas de uno atravesados por la energía del otro”, en versiones muy diferentes.

Por Cristian Vitale
Los seis músicos sienten que los aúna “un trabajo fiel a una idea de belleza”.
Imagen: Rafael Yohai.

–¿Cómo les parece que habría que definir a esta juntada?

–Música popular argentina.

Raúl Carnota, Franco Luciani, Juan Iñaki y Jorge Fandermole responden escuetos, casi a coro. Juan Quintero y Carlos Aguirre, que llegan tarde por un desperfecto mecánico en el auto, lo ratifican después. Es la suma exacta y precisa que unifica a estos seis músicos, referentes plurigeneracionales del sonido de raíz, que confluirán esta noche en La Trastienda (Balcarce 460). “Se puede agregar, si cabe, otro rasgo que compartimos los seis: no somos vedettes”, agrega Carnota, viejo combatiente de la canción, con su habitual chispa. El Negro Aguirre, calmo, a su lado, habla de encuentro antológico, de “sentir cómo los temas de uno son atravesados por la energía del otro”, y Quintero, crack tucumano del neofolklore, de una voluntad común de compartir que estaba latente hace tiempo “y que ahora, gracias a Jorge (Nazer, el productor) se convirtió en realidad”. Los seis se entusiasman con el disfrute en potencia. Habrá, dicen, versiones interpretadas a dúo, trío, cuarteto y quinteto, y un final con los seis aunados bajo el manto divino de la canción que más aman: “Oración del remanso”, de Fandermole. “La idea es que haya todos los cruces posibles y evitar, de paso, que cada versión suene como cualquiera que se haya hecho antes. Es un gran desafío”, sigue Quintero.

–Pero, ¿qué los une más allá del concepto de música popular argentina, que puede ser muy abarcativo?

Raúl Carnota: –El uso de silencios...

Carlos Aguirre: –Y la celebración de la canción. Cada persona te saca un costado tuyo porque cada uno es, de alguna manera, una multiplicidad de expresiones, y esto es como encontrarse con energías que uno cree que no tiene. Creo que el jugo del encuentro pasa por ahí.

Jorge Fandermole: –Sí, porque si bien cada uno tiene antecedentes distintos, afortunadamente tenemos cierto camino en común. Con Raúl nos conocemos desde los ’70 y en algún momento, con mayor o menor frecuencia, nos hemos cruzado con el Negro, o con Franco, o con Quintero.

R.C.: –Creo que las cosas en común tienen que ver básicamente con compartir algunas cuestiones en el camino de lo creativo. También nos emparienta que todos somos admiradores de los otros y lo de no ser vedettes, claro, torna más fácil cualquier acción conjunta.

Franco Luciani: –Esta juntada para mí es un sueño, porque es encontrarme con gente que admiro. Tanto yo como Iñaki aprendimos de Fander y de Raúl, también con el Negro y con Juan. Tal vez en otras épocas era más común el cruce entre artistas, algo que ahora no se ve tanto. Acá hay otra veta positiva.

–La carencia de juntadas, ¿será por la abundancia de “vede-ttes”?

F.C.: –(Risas) No sé. Hay un concepto que tiene que ver con el de no mantener un encuentro como un proyecto regular si alguien no te graba un disco. Puede ser una, no sé. Uno siempre se está cruzando por la ruta, pero encontrarnos en estos dos recitales es un placer muy grande.

Juan Iñaki: –Y para mí, un honor. Soy el más pichón del grupo y me siento como en una situación de aprendizaje, como de espectador. Tendría que sentarme abajo, en la primera fila, y ver el show. Es un poco mi lugar.

Iñaki, cordobés y cantante, tiene 24 años, 38 menos que Carnota, y entre ambos está el rango de edades del resto. Fandermole, el segundo de arriba para abajo, ha compartido varios proyectos con Carnota en el pasado, y ambos, por trayectoria y destreza compositiva, emergen como un faro conducente para los demás. Aguirre, el de la generación intermedia, evoca vínculos con el creador de “Era en abril”, el clásico de los ’80 que inmortalizaron Juan Carlos Baglietto y Silvina Garré, y con Quintero, el fundador de Aca Seca. Y Franco Luciani, pichón de Hugo Díaz, es una especie de Orozco de la armónica: tocó con todos. Los cruces e intercambios habidos entre varios de ellos hacen desaparecer, entonces, las fronteras generacionales que podrían ensombrecer la juntada. “El grado de contemporaneidad que tenemos es alto, porque hay una escala de edad que existe entre nosotros, sí, pero igual somos contemporáneos, y hay un común denominador en cada búsqueda. O una raíz central y búsquedas divergentes, si se quiere ver de otra manera. Creo y siento que todos nosotros, en mayor o menor medida, hemos recibido la influencia del otro desde lo creativo, lo artístico o lo editorial. Nos influimos recíprocamente”, acuerda Fandermole.

–Se habló de lo personal y de lo generacional, pero, ¿qué elemento estético se puede tomar como parámetro para legitimar el encuentro, más allá de ser músicos populares y argentinos?

J.F.: –Hay cierto imaginario en el que uno supone –y comprueba– compartir estéticas que se tocan, se cruzan o se superponen. Por supuesto que es bastante aventurado hablar de que los rasgos estéticos son plenamente compartidos. Sencillamente, cada uno busca un camino, sobre todo cuando se trata de carreras largas, como la de Raúl. En ese trabajo hay un camino de búsqueda que se nota en toda su discografía: cómo evoluciona su lenguaje, qué rasgos se conservan o cuáles evolucionan. Y en esa búsqueda aparece un trabajo fiel a una idea de belleza, que muchas veces se toca con la del otro. Tiene que ver con la mirada sobre la obra del otro, cuando se siente atravesado por su lenguaje.

R.C.: –Cada uno tiene su huella digital, digamos... Pero se pueden juntar en una mano.

–¿Y por qué se resisten a la idea de “juntada folklórica”?

J.I.: –Porque todos venimos de influencias musicales diversas y esto ya da, de por sí, otra apertura, una libertad mayor en cuanto a la búsqueda estética.

R.C.: –No sólo es por la juntada. Si le preguntás individualmente a cada uno, te va a decir lo mismo: nosotros no tocamos solamente música folklórica. Que en realidad es criolla, porque folklore vendría a ser todo, no sé quién ha determinado que se llame así sólo a la música del campo. En suma: todos hacemos música del campo, pero también música urbana.

–¿No cuenta también la apropiación “simbólica” de la palabra que han hecho las propuestas más taquilleras, masivas? ¿Les incomoda que el folklore se difunda casi exclusivamente a través de ellos y se tornen invisibles otras propuestas?

R.C.: –No. Eso es algo que sucede acá y afuera, con la diferencia de que acá hay ciertos talibanes ortodoxos que dicen qué es folklore y qué no. Cuando viví afuera, veía por la TV un canal de música country y aparecían desde James Taylor hasta Kenny Rogers, o Crosby, Still, Nash & Young y gente más sencilla musicalmente. Pero estaban todos juntos y eran parte de la misma música. No había compartimentos estancos como los hay acá. Debe ser una manía nuestra ésa de clasificar.

J.F.: –Después hay rasgos de género, ¿no? Hay una parte de nuestro repertorio donde está representada la música rioplatense, otra la del Noroeste, otra la del Litoral, y coincidimos en esto... Los rasgos no están expuestos de manera tan pura como en Corrientes, por ejemplo, pero hay rasgos temáticos, de forma, morfología o ritmo que te dan un chamamé. Es una cuestión de matices y es, básicamente, música argentina.

J.I.: –Es que la palabra folklore se usó para determinar un género que en realidad es más general. La mayor parte de la música nace de un ritmo folklórico. Mozart es folklore, llegado el caso. Es muy de acá eso de tratar de explicar un parámetro en base al cual se mueve la música tradicional.

R.C.: –Además, las fronteras entre lo rural y lo urbano están más próximas que hace cincuenta años.

–Claro, hoy no es tan fácil encontrar al Tamayo de Larralde en cada esquina de campo...

R.C.: –(Risas) Y... En el campo, el caballo prácticamente se está dejando de lado, cuando era la institución del hombre de campo.

–¿Qué mirada tienen sobre el folklore masivo, de artistas como Los Nocheros, Jorge Rojas o El Chaqueño Palavecino?

R.C.: –Tengo un amigo que pertenece a un grupo sumamente popular que, cada vez que voy a su provincia a tocar, viene a escucharme. ¿Sabe qué me ha dicho? “A mí me gusta lo que hacés vos, pero no podría hacerlo nunca porque me gusta vender tickets y discos” (risas). Esa es la definición y es muy honesta de su parte. Me parece válido si me venís con la verdad. Cada quien busca lo que quiere.

J.F.: –Además, hoy no se puede hablar de estética sin hablar de la relación que tiene ésta con los mercados y los medios.

R.C.: –Ahí va: antes no había un trabajo previo, de marketing, pero ahora existe en cierta franja de la industria del disco.

Franco Luciani: –Yo fantaseaba con que en los ’60 salía el Dúo Salteño a Cosquín y la gente lo ovacionaba, y después me di cuenta de que no era así. La diferencia está en que antes, no hace mucho, se veía lo que podía funcionar y lo que no, pero ahora es lo que va y lo que no, directamente. Antes era intuición y ahora marketing.

–¿Todo tiempo pasado fue mejor, entonces?

J.F.: –No. Como contrapeso, tal vez, está buena la existencia de una industria independiente que permite que determinadas cosas emerjan y se mantengan en superficie. Hay sellos independientes regionales en todo el país con muy buenos catálogos.

R.C.: –Con perdón de la palabra, ¡es el underground!

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