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Miércoles, 28 de abril de 2010
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Axel Krygier habla de Pesebre, su cuarto CD

“Somos una minoría aceptada”

El músico dice que su estilo es “producto de la cruza de influencias criollas, de la canción francesa y el agogó” y que la falta de un género definido para ser catalogado en una batea se transformó finalmente en una ventaja. Mañana se presentará en La Trastienda.

Por Karina Micheletto
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“Voy de un estilo a otro”, señala Krygier.

Un “twist andino” que resuena sobre un fondo cumbianchero. Un alegre “klezmer tropical”. Un solemne coral entonado por animales, en el tema que da nombre al disco. En estos términos define Axel Krygier su música, en la que se ocupa no sólo de cantar con diferentes timbres y distorsiones, sino también de interpretar teclados, bajos, clarinetes, flautas, entre otros instrumentos que va grabando y superponiendo. Claro que la música de Pesebre –así se llama su último disco, el cuarto de la carrera solista de este ex integrante de La Portuaria y de Instrucción Cívica– tiene mucho menos que ver con definiciones explicitadas que con el simple y vital impulso de escuchar y bailar canciones bien armadas, que disponen de un resto para la sorpresa.

La presentación de Pesebre será mañana a las 21 en La Trastienda (Balcarce 460), y a falta de manos para interpretar todos los instrumentos que despliega en el disco, Krygier convocó para el vivo a un equipo de amigos: Diego Arcaute en batería (en reemplazo de Fernando Samalea, que toca en el disco), Fernando Mántaras en bajo, Juan Ravioli en guitarra, Juanfa Suárez en trompeta, más invitados como Camilo Carabajal, Alejandro Terán y Marcia Krygier, hermana de Axel.

A la hora de las definiciones, Krygier también puede pensar su estilo como “producto de la cruza de influencias como la música criolla, la canción francesa y el agogó”. Para simplificar la cuestión, propone una comparación con aquellas orquestas “características” de las viejas épocas, que podían tocar tanto un foxtrot como un tango, un vals o una canción. “A mí me pasa eso, voy de un estilo a otro, no es que no toque sobre géneros o estilos, lo que pasa es que cada tema tiene su estilo”, señala. Habría que agregar además que en cada tema se cruza más de un estilo y que hay estilos que Krygier aborda sin conocer previamente de su existencia. “A veces en mi música detecto estilos como la cumbia rebajada, que es de Monterrey, y que yo ya practicaba antes de conocer”, dice. “Trabajo mucho con intuiciones, avanzo sobre esa intuición, y después descubro que era algo que ya existía. Me pasó también con la idea de tocar algo surf desde el punto de vista latinoamericano, algo que ya existía claramente como estilo, antes de que yo lo descubriera desde la intuición.”

–¿Y cómo descubrió que ya existía?

–Después de componerlo escuché mucha música de los ’60 en Perú y en México y encontré que tenía mucho de eso que yo había estado buscando. Eran intuiciones que probablemente vendrían de escuchas inconscientes, de cierto ambiente que se puede percibir en la música de aquí, pero también de zonas perdidas. De la misma manera, a veces me descubro arribando a un mismo lugar que otro artista, a un lugar en común, simplemente por haber conceptualizado los mismos estilos.

–¿Entonces ya está todo inventado?

–Creo que hay algo que flota, no es algo mágico ni esotérico, son estilos que van quedando grabados en algún lugar. Y uno los saca a flote en el momento en que necesita equilibrar otras fuerzas que por ahí están demasiado en acción. Creo bastante en eso de equilibrar los excesos del ambiente, lo que uno escucha todo el día por la radio, por ejemplo, ese manto sonoro que cubre todo por estos días. No es algo buscado, pero lo que uno hace, inevitablemente, es dar respuestas que intentan equilibrar las fuerzas estilísticas del mundo.

–La falta de un género definido para ser catalogado en una batea hace un tiempo era percibida como un problema. Hoy parece ser más bien un rumbo común a muchos artistas. ¿Lo percibe del mismo modo?

–Totalmente. Hay países en especial que cultivaron mucho esa manía del encajonamiento, Francia, por ejemplo. Allá antes directamente me decían: mirá, a tu música no sabemos dónde ponerla, es muy difícil trabajar con vos. Más que un problema, me estaban diciendo que era un defecto. Y hoy en día, la mano es otra. Por un lado se van dando cuenta de cuáles son los elementos que hay en la música, por el otro empieza a haber toda una movida entre la world music y las músicas actuales, que serían las de club.

–¿Lo siente como una victoria?

–Algo así. Me alegro de haber persistido en mi línea, a pesar de lo que me decían. De todos modos, para mí era el único camino posible. Hoy no lo veo como un problema, tampoco como una virtud, pero sí como una ventaja. El mercado, o mejor dicho el público en general, está más dispuesto a este tipo de propuestas. Seguimos siendo una minoría, sí, pero ahora somos una minoría aceptada.

–¿Y le molesta que cataloguen lo suyo como world music?

–No, en absoluto. En un comienzo se asociaba demasiado la idea de world music con Peter Gabriel, Amnesty y ese tipo de cosas. Hoy ya no, ha madurado la idea y hay mucha música increíble que se presenta dentro de esa categoría, el afro beat, el balcan beat, todo lo que tiene algún elemento folklórico se puede presentar de este modo. Para mí no es una categoría peyorativa, aunque nunca la usaría para definir mi música. Lo mismo me pasa con la idea de “experimental”: como concepto me gusta, pero hay mucha música que se presenta como experimental y no lo es y hay mucha otra música que no se presenta así, pero que tiene esa búsqueda. La música que a mí más me gusta es aquella que no se ciñe a lo que se espera de ella.

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